Pages

Wednesday, January 27, 2010

¿CÓMO PODEMOS SABER CUÁL ES LA RELIGIÓN VERDADERA?


¿Cómo podemos encontrar “el camino que conduce a la vida”? Jesús indicó que sería fácil distinguir a quienes practican la religión verdadera si nos fijamos en la vida que llevan. Dijo lo siguiente: “Por sus frutos los reconocerán”, pues “todo árbol bueno produce fruto excelente” (Mateo 7:16, 17). En otras palabras, los que practican la religión verdadera se destacan tanto por sus creencias como por sus obras. Aunque son imperfectos y cometen errores, en conjunto procuran hacer la voluntad de Dios. Veamos seis características que nos permitirán reconocerlos.

Los siervos de Dios basan sus enseñanzas en la Biblia. La propia Palabra de Dios dice: “Toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa para enseñar, para censurar, para rectificar las cosas, para disciplinar en justicia, para que el hombre [o mujer] de Dios sea enteramente competente y esté completamente equipado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16, 17). El apóstol Pablo escribió a sus hermanos cristianos: “Cuando ustedes recibieron la palabra de Dios, que oyeron de parte de nosotros, la aceptaron, no como palabra de hombres, sino, como lo que verdaderamente es, como palabra de Dios” (1 Tesalonicenses 2:13). Por lo tanto, las enseñanzas y prácticas de la religión verdadera no se basan en creencias ni tradiciones de hombres. Más bien, tienen su origen en la Biblia, la Palabra inspirada de Dios.

Jesucristo dio el ejemplo, pues él también basó sus enseñanzas en la Palabra de Dios. En una oración a su Padre celestial dijo: “Tu palabra es la verdad” (Juan 17:17). Jesús creía en la Palabra de Dios, y todo lo que enseñaba estaba de acuerdo con las Escrituras. A menudo decía: “Está escrito”, y a continuación citaba un texto bíblico (Mateo 4:4, 7, 10). Del mismo modo, los siervos de Dios de la actualidad no enseñan sus propias ideas. Más bien, creen que la Biblia es la Palabra de Dios y se basan firmemente en lo que esta dice.

Las personas que practican la religión verdadera adoran únicamente a Jehová y dan a conocer su nombre. Jesús enseñó: “Es a Jehová tu Dios a quien tienes que adorar, y es solo a él a quien tienes que rendir servicio sagrado” (Mateo 4:10). Así que los siervos de Dios adoran a Jehová, y a nadie más. De hecho, dar a conocer el nombre y las cualidades del Dios verdadero forma parte de su adoración. Salmo 83:18 dice así: “Tú, cuyo nombre es Jehová, tú solo eres el Altísimo sobre toda la tierra”. Jesús es el modelo que siguen al ayudar a la gente a conocer a Dios. Él mismo dirigió a su Padre estas palabras: “He puesto tu nombre de manifiesto a los hombres que me diste del mundo” (Juan 17:6). Hoy, de igual forma, los verdaderos siervos de Dios enseñan al prójimo el nombre, los propósitos y las cualidades de Jehová.

Los siervos de Dios se aman de verdad, sin egoísmo. Jesús dijo: “En esto todos conocerán que ustedes son mis discípulos, si tienen amor entre sí” (Juan 13:35). Los primeros cristianos se querían de esa manera. El amor de los siervos de Dios vence barreras raciales, sociales y nacionales, y los une inseparablemente en una verdadera hermandad (Colosenses 3:14). Los miembros de las religiones falsas no se tienen ese amor. Si lo tuvieran, no se matarían unos a otros por ser de distinta nación o raza. Los verdaderos cristianos no toman las armas para quitarles la vida a sus hermanos en la fe ni a ninguna otra persona. La Biblia enseña: “Los hijos de Dios y los hijos del Diablo se hacen evidentes por este hecho: Todo el que no se ocupa en la justicia no se origina de Dios, tampoco el que no ama a su hermano [...;] debemos tener amor unos para con otros; no como Caín, que se originó del inicuo [es decir, Satanás] y degolló a su hermano” (1 Juan 3:10-12; 4:20, 21).

Claro está, ese amor sincero impide matar al prójimo, pero implica mucho más. Los cristianos verdaderos emplean generosamente su tiempo, energías y posesiones para ayudarse y animarse unos a otros (Hebreos 10:24, 25). Se apoyan en los momentos difíciles y son honrados con los demás. De hecho, obedecen el consejo bíblico de hacer “lo que es bueno para con todos” (Gálatas 6:10).

Los cristianos verdaderos aceptan a Jesucristo como el medio que Dios usa para salvarlos. La Biblia enseña que “no hay salvación en ningún otro, porque no hay otro nombre debajo del cielo que se haya dado entre los hombres mediante el cual tengamos que ser salvos” (Hechos 4:12). Como vimos en el capítulo 5, Jesús dio su vida para rescatar a los seres humanos obedientes (Mateo 20:28). Además, Jehová lo ha nombrado Rey del Reino celestial que gobernará toda la Tierra. Por lo tanto, Dios espera que obedezcamos a Jesús y sigamos sus enseñanzas. Solo así podremos vivir para siempre. Por esta razón, la Biblia dice: “El que ejerce fe en el Hijo tiene vida eterna; el que desobedece al Hijo no verá la vida” (Juan 3:36).

Los verdaderos siervos de Dios no son parte del mundo. Cuando Jesús se hallaba ante el gobernador romano Pilato, que lo estaba juzgando, le dijo: “Mi reino no es parte de este mundo” (Juan 18:36). Sin importar el país en que vivan, los verdaderos discípulos de Cristo se someten a su Reino celestial. Por eso, no intervienen ni en la política ni en los conflictos de este mundo, sino que se mantienen totalmente neutrales. Sin embargo, si otras personas quieren afiliarse a un partido político, ser candidatos electorales o votar, ellos no se entrometen en su decisión. Y aunque son neutrales en la política, obedecen las leyes. ¿Por qué? Porque la Palabra de Dios manda al cristiano que “esté en sujeción a las autoridades superiores”, es decir, a los gobernantes (Romanos 13:1). Pero cuando un sistema político exige algo que va en contra de los mandatos divinos, los adoradores verdaderos siguen el ejemplo de los apóstoles, quienes dijeron: “Tenemos que obedecer a Dios como gobernante más bien que a los hombres” (Hechos 5:29; Marcos 12:17).

Los verdaderos discípulos de Jesús predican que el Reino de Dios es la única esperanza para la humanidad. Jesús profetizó: “Estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14). Los verdaderos seguidores de Jesucristo no animan a la gente a confiar en que los gobernantes humanos solucionarán sus problemas. Más bien, proclaman que la única esperanza para la humanidad es el Reino celestial de Dios (Salmo 146:3). De hecho, Jesús nos enseñó a pedir en nuestras oraciones que llegue ese gobierno perfecto, pues dijo: “Venga tu reino. Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra” (Mateo 6:10). La Palabra de Dios predice que este Reino celestial “pondrá fin a todos estos reinos [que ahora existen], y él mismo subsistirá [o durará] hasta tiempos indefinidos” (Daniel 2:44).

No comments:

Post a Comment