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Monday, January 10, 2011

NAAMÁN (de una raíz que significa: “sé agradable”).


1. Nieto de Benjamín por su hijo primogénito Bela. (1Cr 8:1-4, 7.) Como los naamitas constituyeron una familia en el seno de la tribu de Benjamín (Nú 26:40), a Naamán se le menciona en otros lugares como uno de los “hijos” de Benjamín. (Gé 46:21.)

2. Jefe del ejército sirio del siglo X a. E.C. durante los reinados de Jehoram de Israel y Ben-hadad II de Siria. Por medio de él, ‘hombre grande, valiente, poderoso, tenido en estima’, “Jehová había dado salvación a Siria”. (2Re 5:1.) La Biblia no da ningún detalle sobre cómo o por qué se utilizó a Naamán para salvar a Siria. Una posibilidad es que hubiese encabezado las fuerzas sirias que resistieron con éxito el intento del rey asirio Salmanasar III de conquistar Siria. Como nación libre, Siria supuso una separación natural entre Israel y Asiria, lo que debió retardar la expansión de Asiria hacia el O. hasta el tiempo debido en que Jehová permitió que el reino septentrional fuera al exilio.

Curado de la lepra. 

Naamán tenía lepra, y aunque los sirios no exigían que los leprosos se mantuvieran aislados, como requería la ley de Jehová en Israel, sin duda sería una noticia muy agradable saber que podía curarse de esa repugnante enfermedad. Esta noticia llegó a través de la muchacha israelita que era esclava de su esposa. Ella le habló acerca de un profeta de Samaria que podía curarlo de la lepra. Naamán partió inmediatamente para Samaria con una carta de presentación de Ben-hadad II. Sin embargo, el rey israelita Jehoram lo recibió con frialdad y sospecha y lo envió a Eliseo. Este no lo recibió personalmente, sino que a través de su siervo le dijo que se bañara siete veces en el río Jordán. Herido en su orgullo, y al parecer pensando que se le había enviado de un lugar a otro sin cumplidos y además sin resultados, se marchó enfurecido. Si sus sirvientes no le hubieran hecho ver lo razonables que eran las instrucciones que había recibido, hubiera vuelto a su país aún leproso. Pero al final se bañó siete veces en el Jordán y quedó limpio milagrosamente. Naamán fue el único leproso curado mediante Eliseo. (2Re 5:1-14; Lu 4:27.)

Se hace adorador de Jehová.

 Rebosante de gratitud y con humilde reconocimiento, el jefe del ejército sirio recorrió una distancia de unos 50 Km. para volver a Eliseo, y le ofreció un regalo muy generoso que el profeta rechazó insistentemente. Naamán luego pidió que le dieran un poco de tierra de Israel, “la carga de un par de mulos”, para llevársela y así poder ofrecer sacrificios a Jehová sobre el suelo de Israel, e hizo el voto de que de entonces en adelante no adoraría a ningún otro dios. Naamán quizás pensaba ofrecer sacrificios a Jehová sobre un altar de tierra. (2Re 5:15-17; compárese con Éx 20:24, 25.)

Seguidamente Naamán pidió que Jehová lo perdonara cuando se inclinara con el rey ante el dios Rimón en actos oficiales, pues parece ser que el rey era viejo y se encontraba débil, de modo que necesitaba apoyarse en Naamán. De ser así, el que Naamán se inclinara sería un acto mecánico, realizado con el único propósito de servir de apoyo al rey, cumpliendo con su deber, y no como adoración personal. Eliseo creyó la petición sincera de Naamán y le contestó: “Vete en paz”. (2Re 5:18, 19.)

Después de su marcha, el codicioso siervo de Eliseo, Guehazí, lo alcanzó, y mediante mentiras le hizo creer que Eliseo había cambiado de opinión y finalmente aceptaba algunos regalos. Naamán con mucho gusto le regaló plata y vestiduras. No obstante, Jehová castigó a Guehazí y a su prole con lepra hasta tiempo indefinido debido a su codicia y a su mentira, al valerse impropiamente de su puesto de servidor de Eliseo y pretender sacar provecho de la labor del espíritu de Jehová. (2Re 5:20-27.)

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