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Thursday, January 6, 2011

Tenemos que ejercer justicia


 En Miqueas 6:8 encontramos lo que Jehová espera de nosotros. El profeta pregunta: “¿Y qué es lo que Jehová está pidiendo de vuelta de ti sino ejercer justicia y amar la bondad y ser modesto al andar con tu Dios?”. Estos tres requisitos abarcan nuestros sentimientos, nuestros pensamientos y nuestras acciones. Hemos de sentir el deseo de manifestar estas cualidades, pensar cómo hacerlo y obrar en consecuencia. Analicémoslos uno por uno.

 “Ejercer justicia” significa hacer lo que es recto. El modo como hace Dios las cosas es lo que establece la norma de lo que es justo. No obstante, los contemporáneos de Miqueas no ejercen justicia, sino injusticia. ¿De qué maneras? Veamos Miqueas 6:10. Al final de ese versículo se menciona que los comerciantes utilizan una “acortada medida de efá”, es decir, una medida demasiado pequeña. El versículo 11 añade que emplean “pesas de piedra engañosas”. Y según el versículo 12, “su lengua es mañosa”. De modo que en el mundo comercial de la época de Miqueas predominan las medidas falsas, las pesas falsas y la lengua falsa.

 Las prácticas injustas no se limitan a los mercados. También son comunes en los tribunales. Miqueas 7:3 indica que “el príncipe está pidiendo algo, y el que está juzgando lo hace por la recompensa”. Se soborna a los jueces para que impongan sentencias injustas a personas inocentes. “El grande”, es decir, el ciudadano influyente, participa en los delitos. De hecho, Miqueas dice que el príncipe, el juez y el grande “entretejen”, o coordinan, sus malvadas obras.

 Las injusticias que practican los líderes inicuos afectan a todo Judá e Israel. Miqueas 7:5 indica que la falta de justicia ha provocado desconfianza entre compañeros, amigos íntimos y hasta cónyuges. El versículo 6 señala que dicha desconfianza ha conducido a una situación en la que parientes tan próximos como padres e hijos y madres e hijas se desprecian unos a otros.

 ¿Y qué puede decirse de nuestros días? ¿No vemos condiciones similares? Al igual que Miqueas, estamos rodeados de injusticias, de un ambiente de desconfianza que promueve la desintegración de la sociedad y la familia. Pese a ello, los siervos de Dios no permitimos que el espíritu injusto de este mundo se infiltre en la congregación cristiana. Al contrario, nos esforzamos por defender la honradez y la integridad, y por manifestar dichas cualidades en nuestra vida cotidiana. Procuramos “comportarnos honradamente en todas las cosas” (Hebreos 13:18). Al hacerlo, es decir, al ejercer justicia, recibimos muchas bendiciones, pues fomentamos un ambiente de hermandad en el que reina la confianza.

¿Cómo oye la gente “la voz misma de Jehová”?

 Miqueas profetiza que a pesar de las injustas condiciones reinantes, llegará a haber justicia para todo tipo de personas. Predice que se reunirá a gente “de mar a mar, y de montaña a la montaña” para que se hagan adoradores de Jehová (Miqueas 7:12). Hoy día, en el cumplimiento final de esta profecía, se benefician de la justicia imparcial de Dios individuos de todas las naciones, no una nación en particular (Isaías 42:1). ¿De qué manera?

 Para averiguarlo, veamos lo que el profeta había dicho antes, en Miqueas 6:9: “A la ciudad la voz misma de Jehová clama, y la persona de sabiduría práctica temerá tu nombre”. ¿Cómo oyen “la voz misma de Jehová” personas de todas las naciones, y qué relación guarda esto con el hecho de que ejerzamos justicia? Desde luego, la gente no oye literalmente la voz de Dios hoy día. No obstante, personas de toda raza y clase social sí la están oyendo mediante nuestra predicación mundial. Y quienes la escuchan llegan a ‘temer el nombre de Jehová’, o sea, a sentir un respeto reverencial por él. Por tanto, puede decirse que al proclamar celosamente el Reino estamos obrando de una manera justa y amorosa. Dar a conocer el nombre de Dios a todo el mundo, sin parcialidad, es un modo de “ejercer justicia”.

Debemos amar la bondad

 A continuación, analicemos el segundo requisito que se menciona en Miqueas 6:8. Jehová espera que “am[emos] la bondad”. El término hebreo que se traduce “bondad” también puede verterse “bondad amorosa” o “amor leal”. La bondad amorosa es una cualidad que implica preocupación e interés compasivo por otras personas y que se demuestra con obras. No es lo mismo que el amor. ¿En qué se diferencia? El término amor es más amplio, pues puede aplicarse también a cosas y conceptos. Por ejemplo, las Escrituras hablan de una persona que “ama el vino y el aceite” o de un hombre que “ama la sabiduría” (Proverbios 21:17; 29:3). En cambio, la expresión bondad amorosa siempre se relaciona con personas, en especial con aquellas que sirven a Dios. De ahí que en Miqueas 7:20 se hable de “la bondad amorosa dada a Abrahán”, un hombre que sirvió a Jehová Dios.

 En Miqueas 7:18, el profeta dice que Dios “se deleita en la bondad amorosa”, y en Miqueas 6:8 se nos insta a que amemos la bondad amorosa, no solo que la demostremos. ¿Qué nos enseñan estos versículos? Que la bondad amorosa se manifiesta voluntaria y liberalmente, porque uno desea manifestarla. Al igual que a Jehová, nos produce placer, o deleite, mostrar bondad amorosa a los necesitados.

 Hoy día, la bondad amorosa es una cualidad que caracteriza al pueblo de Dios. Veamos tan solo un ejemplo. En junio de 2001, una tormenta tropical provocó en Texas (EE.UU.) grandes inundaciones que ocasionaron daños en miles de viviendas, centenares de las cuales pertenecían a testigos de Jehová. Para ayudar a sus hermanos cristianos en necesidad, unos diez mil Testigos ofrecieron voluntaria y liberalmente su tiempo y energías. Durante más de medio año hubo voluntarios que trabajaron incansablemente —días, noches y fines de semana— para reconstruir ocho Salones del Reino y más de setecientas casas de sus hermanos cristianos. Los que no pudieron participar directamente en esos trabajos, donaron comida, artículos de primera necesidad y dinero. ¿Por qué acudieron en ayuda de sus hermanos esos miles de Testigos? Porque “ama[n] la bondad”. ¡Y qué conmovedor es saber que nuestros hermanos efectúan tales actos de bondad amorosa en todo el mundo! En efecto, cumplir con el requisito de “amar la bondad” no es ninguna carga, sino un verdadero placer.

Hemos de ser modestos al andar con Dios

 El tercer requisito mencionado en Miqueas 6:8 es “ser modesto al andar con tu Dios”. Eso significa reconocer nuestras limitaciones y confiar en Dios. Para ilustrarlo: imaginémonos por un momento a una niña pequeña que se agarra de la mano de su padre mientras caminan bajo una fuerte tormenta. La niña sabe muy bien que sus fuerzas son limitadas, pero confía en su padre. Nosotros también debemos reconocer nuestras limitaciones y confiar en nuestro Padre celestial. ¿Cómo podemos mantener viva dicha confianza? Una manera es recordando por qué es sabio permanecer cerca de Dios. Miqueas nos indica tres razones: Jehová es nuestro Libertador, nuestro Guía y nuestro Protector.

 Según Miqueas 6:4, 5, Dios dice: “Te hice subir de la tierra de Egipto”. En efecto, Jehová fue el Libertador de Israel. Luego añade: “Procedí a enviar delante de ti a Moisés, Aarón y Míriam”. Él utilizó a Moisés y Aarón para guiar al pueblo, y Míriam dirigió a las mujeres de Israel en una danza de victoria (Éxodo 7:1, 2; 15:1, 19-21; Deuteronomio 34:10). De modo que Jehová se valió de siervos suyos para guiar a la nación. Y en el versículo 5 recuerda a los israelitas que los protegió de Balac y Balaam, y los amparó durante la última etapa de su viaje: desde Sitim, en Moab, hasta Guilgal, en la Tierra Prometida.

 Hoy día, si andamos con Dios, él nos libera del mundo de Satanás, nos guía por medio de su Palabra y su organización, y nos protege colectivamente cuando nos atacan los opositores. Por lo tanto, tenemos razones de sobra para agarrarnos con fuerza de la mano de nuestro Padre celestial mientras caminamos con él a lo largo de la tormentosa etapa final de nuestro viaje hacia el justo nuevo mundo de Dios, algo mucho mejor que la antigua Tierra Prometida.

 Ser modestos al andar con Dios nos ayuda a tener una opinión realista de nuestras circunstancias, pues la modestia implica el reconocimiento de nuestras limitaciones. La edad avanzada o la mala salud tal vez restrinjan en cierto modo el servicio que podemos rendir a Jehová. No obstante, en lugar de permitir que eso nos desanime, debemos recordar que Dios acepta los esfuerzos y sacrificios “según lo que tiene la persona, no según lo que no tiene” (2 Corintios 8:12). Así es, Jehová espera que le sirvamos de toda alma, al grado que nos lo permitan las circunstancias (Colosenses 3:23). Cuando, de manera fervorosa y celosa, hacemos todo lo que podemos en su servicio, recibimos abundantes bendiciones de parte de Dios (Proverbios 10:22).

Mostrar una actitud de espera reporta bendiciones

 Percibir la bendición de Dios nos impulsa a imitar el espíritu de Miqueas. Él dice: “Mostraré una actitud de espera por el Dios de mi salvación” (Miqueas 7:7). ¿Qué relación guardan estas palabras con el hecho de que seamos modestos al andar con Dios? Tener una actitud de espera, es decir, paciencia, contribuye a que no nos sintamos decepcionados porque el día de Jehová aún no haya llegado (Proverbios 13:12). Francamente, todos anhelamos el fin de este mundo perverso. Pero si tenemos presente que cada semana hay miles de personas que comienzan a andar con Dios, nos resultará más fácil mostrar una actitud de espera. Un Testigo que ha servido a Jehová por muchos años dijo al respecto: “Mirando en retrospectiva a mis cincuenta y cinco años de predicación, estoy convencido de que no me he perdido nada por esperar en Jehová. Al contrario, me he librado de muchos sufrimientos”. ¿Concuerda usted con él?

 Sin lugar a dudas, andar con Jehová nos beneficia. Como leemos en Miqueas 7:14, el profeta compara al pueblo de Dios con ovejas que residen en seguridad bajo la protección de su pastor. En el cumplimiento mayor de esta profecía, el resto del Israel espiritual y las “otras ovejas” hallan seguridad al lado de su confiable Pastor, Jehová. El pueblo de Dios reside “solo en un bosque... en medio de un huerto”, separado en sentido espiritual de este mundo cada vez más peligroso y turbulento (Juan 10:16; Deuteronomio 33:28; Jeremías 49:31; Gálatas 6:16).

 Además, disfruta de prosperidad, como predice también Miqueas 7:14. Tocante a las ovejas de Dios, es decir, su pueblo, Miqueas declara: “Que se apacienten en Basán y Galaad”. Tal como las ovejas de Basán y Galaad se apacentaban en terrenos de buenos pastos y medraban, el pueblo de Dios también disfruta hoy día de prosperidad espiritual, otra bendición que reciben los que son modestos al andar con Dios (Números 32:1; Deuteronomio 32:14).

 En Miqueas 7:18, 19, el profeta destaca el deseo que tiene Jehová de perdonar a los que se arrepienten. El versículo 18 dice que Jehová “perdona el error y pasa por alto la transgresión”. Según el versículo 19, arrojará “a las profundidades del mar todos sus pecados”. ¿Qué lección encierran estas palabras para nosotros? Podemos preguntarnos si imitamos a Jehová en este aspecto. ¿Perdonamos las faltas que los demás cometen contra nosotros? Cuando tales personas se arrepienten e intentan enmendar lo que han hecho, debemos reflejar la buena disposición de Jehová para perdonar de forma completa y permanente.

 ¿Qué provecho hemos sacado de este análisis de las profecías de Miqueas? Nos ha recordado que Jehová ofrece verdadera esperanza a quienes se acercan a él (Miqueas 2:1-13). Nos ha animado a hacer todo lo posible por promover la adoración verdadera a fin de que podamos andar en el nombre de Dios eternamente (Miqueas 4:1-4). Y nos ha garantizado que, sin importar cuáles sean nuestras circunstancias, podemos cumplir con los requisitos de Jehová. Sí, las profecías de Miqueas realmente nos fortalecen para andar en el nombre de Jehová.

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