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Thursday, March 10, 2011

El punto de vista bíblico


 
¿Debemos culpar a Satanás de nuestros pecados?

TRAS cometerse el primer pecado humano, se echó la culpa a Satanás. “La serpiente... ella me engañó, y así es que comí”, dijo Eva (Génesis 3:13). Desde entonces, “la serpiente original, el que es llamado Diablo y Satanás”, ha seguido causando estragos en la humanidad, ‘cegando las mentes’ de la gente y “extraviando a toda la tierra habitada” (Revelación [Apocalipsis] 12:9; 2 Corintios 4:4). Ningún ser humano puede librarse de la presión que el Diablo ejerce, pero ¿quiere decir esto que no podemos resistir su influencia? Y cuando pecamos, ¿es siempre culpa suya?
 
La Biblia indica que Satanás, efectivamente, engañó a Eva (1 Timoteo 2:14). Le hizo creer que, si violaba el mandato divino, sería tan perspicaz e independiente como Dios (Génesis 3:4, 5). Convencida de que así sería, pecó. No obstante, Dios la responsabilizó a ella de su acto y la condenó a muerte. ¿Por qué? Porque, aunque Satanás mintió, ella conocía perfectamente el mandamiento divino. Nadie la obligó a desobedecer. Ella seguía teniendo el control de sus actos y podía oponerse a la influencia de Satanás.
 
Resistamos al Diablo

Los seres humanos podemos resistir al Diablo. En Efesios 6:12 se nos dice que “tenemos una lucha” contra “fuerzas espirituales inicuas en los lugares celestiales”. Dios claramente espera que luchemos contra la influencia satánica. Pero ¿cómo puede un ser humano combatir contra el poder sobrehumano de Satanás y sus demonios? ¿Se nos pide que sostengamos una batalla desigual, en la que nuestra derrota es segura? No, pues Dios no nos dice que combatamos al Diablo con nuestras propias fuerzas. Jehová nos ofrece diversos medios para resistir las tentaciones del Diablo y ganar la lucha. La Biblia nos dice quién es el Diablo, qué métodos utiliza, y cómo podemos protegernos (Juan 8:44; 2 Corintios 2:11; 11:14).
 
Cómo ‘oponerse al Diablo’

Las Escrituras recomiendan dos pasos para resistir al Diablo. Exhortan: “Sujétense, por lo tanto, a Dios; pero opónganse al Diablo, y él huirá de ustedes” (Santiago 4:7). El primer paso, es decir, sujetarnos a Dios, implica que obedezcamos sus mandatos. Tener siempre presente su existencia, su bondad, su formidable poder y autoridad, así como sus elevados principios, nos dará fuerzas para oponernos a Satanás. También es imprescindible que le oremos constantemente (Efesios 6:18).
 
Piense en la ocasión en la que el Diablo tentó a Jesús. Recordar y citar mandatos divinos ciertamente ayudó a Jesús a resistir. Como no pudo inducirlo a pecar, Satanás se alejó. Tras aquella difícil prueba, Jehová envió a sus ángeles para que fortalecieran aún más a Jesús (Mateo 4:1-11). Por eso, él sabía lo que decía cuando animó a sus discípulos a pedir a Dios que ‘los librara del inicuo’ (Mateo 6:13).
 
El que Dios nos libre no significa que nos cubra con un escudo protector. Más bien, nos dice que cultivemos cualidades divinas como la verdad, la justicia, la paz y la fe. Estas actúan como una “armadura” que nos permite “estar firmes contra las maquinaciones del Diablo” (Efesios 6:11, 13-18). Así, podemos frustrar las tentaciones del Diablo con la ayuda de Dios.
 
El segundo paso que recomienda Santiago 4:7 es ‘oponerse al Diablo’. Para eso se necesita actuar con decisión y huir de su influencia nociva. Hay que evitar exponerse a su poder de seducción y rechazar las filosofías materialistas e inmorales que se han generalizado tanto en el mundo actual. Tal oposición al Diablo, así como una vida dedicada a complacer a Dios, son armas sumamente valiosas para nuestra lucha contra Satanás. Pero ¿son todos los pecados consecuencia directa de la influencia del Diablo?
 
Nuestra lucha interior

El escritor bíblico Santiago explicó: “Cada uno es probado al ser provocado y cautivado por su propio deseo. Entonces el deseo, cuando se ha hecho fecundo, da a luz el pecado” (Santiago 1:14, 15). 

Lamentablemente, no podemos vencer del todo la debilidad y la imperfección que hemos heredado (Romanos 5:12). “No hay en la tierra hombre justo que siga haciendo el bien y no peque”, dice la Biblia (Eclesiastés 7:20).
 
Eso no significa que no podemos hacer nada para controlar los pecados. A veces afrontamos tentaciones que son el producto de nuestras propias malas decisiones. Por eso, aunque un deseo incorrecto puede deberse a nuestra imperfección o a la influencia de Satanás, está en nuestras manos alimentarlo o rechazarlo. 

Acertadamente, pues, el apóstol Pablo escribió: “Cualquier cosa que el hombre esté sembrando, esto también segará” (Gálatas 6:7).
 
Asumamos la responsabilidad

Muchas veces, al ser humano le cuesta reconocer sus debilidades, errores, defectos y pecados (Salmo 36:2). 

Algo que nos puede ayudar a asumir la responsabilidad por nuestros pecados es saber que Dios no exige que seamos perfectos. “No ha hecho con nosotros aun conforme a nuestros pecados; ni conforme a nuestros errores ha traído sobre nosotros lo que merecemos”, dijo el salmista David (Salmo 103:10). No obstante, aunque Dios perdona, espera que cultivemos la autodisciplina y que luchemos tenazmente contra las tentaciones del Diablo y nuestra inclinación al pecado (1 Corintios 9:27).
Debemos entender que, si bien Dios sabe que el Diablo puede influir en nuestros actos y tiene mucha culpa de la condición pecaminosa de la humanidad, no nos exonera de nuestra responsabilidad personal. Por eso, Romanos 14:12 dice: “Cada uno de nosotros rendirá cuenta de sí mismo a Dios”.
 
Ahora bien, si ‘aborrecemos lo que es inicuo’ y nos ‘adherimos a lo que es bueno’, podremos vencer el mal (Romanos 12:9, 21). La primera mujer, Eva, no actuó de ese modo y fue castigada por su desobediencia; podría haber resistido la tentación y haber obedecido a Dios (Génesis 3:16). Al mismo tiempo, Dios no pasó por alto el papel que desempeñó el Diablo al engañar a Eva. Lo maldijo y decretó su futura aniquilación (Génesis 3:14, 15; Romanos 16:20; Hebreos 2:14). Pronto ya no tendremos que lidiar con su malvada influencia (Revelación 20:1-3, 10).

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