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Saturday, March 12, 2011

La vida y el ministerio de Jesús El bautismo de Jesús


 

UNOS seis meses después que Juan empieza a predicar, Jesús, que ya tiene 30 años de edad, llega adonde él está en el Jordán. ¿Para qué? ¿Para hacerle una visita social? ¿Está Jesús simplemente interesado en saber cómo progresa la obra de Juan? No, Jesús pide a Juan que lo bautice.
 

De inmediato Juan se opone a ello. “Yo soy el que necesito ser bautizado por ti, ¿y vienes tú a mí?”, pregunta él. Juan sabe que su primo Jesús es el Hijo especial de Dios. Pues, ¡Juan había saltado de alegría en el vientre de su madre cuando María, que estaba encinta de Jesús, los visitó! No cabe duda de que posteriormente Elisabet, la madre de Juan, le haya hablado de aquel incidente. Y también tiene que haberle dicho que un ángel había anunciado el nacimiento de Jesús y que, la noche del nacimiento de Jesús, ángeles se aparecieron a los pastores.
 

Así que Juan no desconoce a Jesús. Y Juan sabe que Jesús no necesita el bautismo que él efectúa. Este es para los que se arrepienten de sus pecados, pero Jesús no tiene pecado. Pero, a pesar de la objeción de Juan, Jesús insiste: “Deja que sea, esta vez, porque de esa manera nos es apropiado llevar a cabo todo lo que es justo”.
 

¿Por qué es correcto que Jesús se bautice? Porque el bautismo de Jesús no simboliza arrepentimiento por pecados, sino la presentación de sí mismo para hacer la voluntad de su Padre. Jesús era un carpintero, pero ya ha llegado el tiempo para que empiece el ministerio que Dios lo había enviado a efectuar en la Tierra. 

¿Cree usted que Juan esperaba que sucediera algo insólito cuando bautizara a Jesús?
 

Bueno, Juan informó más tarde: “El Mismo que me envió a bautizar en agua me dijo: ‘Sobre quienquiera que veas el espíritu descender y permanecer, éste es el que bautiza en espíritu santo’”. De modo que Juan esperaba que el espíritu de Dios viniera sobre alguien que él bautizara. Por lo tanto, tal vez a él no le haya sorprendido en realidad que, mientras Jesús subía del agua, ‘el espíritu de Dios viniera sobre él en forma de paloma’.
 

Pero algo más sucedió durante el bautismo de Jesús. Los cielos se abrieron ante Jesús, y una voz dijo: “Este es mi Hijo, el amado, a quien he aprobado”. ¿De quién era aquella voz? ¿Era la propia voz de Jesús? ¡Por supuesto que no! Era la de Dios. Está claro que Jesús es el Hijo de Dios, no Dios mismo, como afirman algunos. (Mateo 3:13-17; Lucas 3:21-23; 1:34-36, 44; 2:10-14; Juan 1:32-34; Hebreos 10:5-9.)

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