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Tuesday, May 24, 2011

“El espíritu y la novia siguen diciendo: ‘¡Ven!’”


 

“El espíritu y la novia siguen diciendo: ‘¡Ven!’. [...] Y cualquiera que tenga sed, venga; cualquiera que desee, tome gratis el agua de la vida.” (REV. 22:17)
 

¿QUÉ lugar deben ocupar en la vida los asuntos espirituales? Jesús se lo indicó a sus discípulos cuando les dijo: “Sigan, pues, buscando primero el reino”. Luego les garantizó que si lo hacían, Dios cubriría sus necesidades (Mat. 6:25-33). También destacó la relevancia del Reino al compararlo a una perla tan valiosa que un mercader “vendió todas las cosas que tenía, y la compró” (Mat. 13:45, 46). Hoy, nosotros hemos de dar igual importancia a la obra de predicar y hacer discípulos.
 

 En los dos artículos anteriores aprendimos que el espíritu santo nos impulsa a hablar con valentía y a usar hábilmente la Palabra de Dios en el ministerio. En este artículo notaremos que, además, nos ayuda a participar con constancia en la predicación. Veamos cómo.
 

Todos están invitados
 

 Mediante el espíritu santo, se nos hace una invitación a los seres humanos (léase Revelación 22:17). A todos se nos dice: “¡Ven!”, y se nos anima a saciar la sed con un agua muy especial. No se trata del líquido habitual, que está compuesto de dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno y que resulta esencial para la vida. 

Se nos ofrece algo totalmente distinto, algo a lo que se refirió Jesús cuando le dijo a la samaritana que estaba junto al pozo: “A cualquiera que beba del agua que yo le daré de ningún modo le dará sed jamás, sino que el agua que yo le daré se hará en él una fuente de agua que brotará para impartir vida eterna” (Juan 4:14). Como vemos, se nos convida a tomar un agua que es extraordinaria, pues brinda vida sin fin.
 

 ¿Por qué es necesaria el agua de la vida? En el relato bíblico vemos que Adán se une a su esposa, Eva, en una rebelión contra su propio Padre, Jehová (Gén. 2:16, 17; 3:1-6). El Creador decide expulsarlos del jardín donde viven. ¿Con qué fin? “Para que [Adán] no alargue la mano y efectivamente tome fruto también del árbol de la vida y coma y viva hasta tiempo indefinido.” (Gén. 3:22.) Por culpa del primer hombre, todos sus descendientes hemos recibido como herencia la muerte (Rom. 5:12). 

Pero Dios ha tomado medidas para que las personas obedientes puedan librarse del pecado y la muerte y obtener vida eterna en una Tierra paradisíaca. Todas estas medidas, que se basan en el sacrificio redentor de Cristo, constituyen el agua de la vida (Mat. 20:28; Juan 3:16; 1 Juan 4:9, 10).
 

 ¿De quién proviene la invitación a que la gente “venga” y “tome gratis el agua de la vida”? En el contexto se habla del Reino de Mil Años, durante el cual la humanidad se beneficia en grado máximo de las disposiciones de Jehová para dar vida eterna mediante Cristo. 

Dichas medidas aparecen representadas como “un río de agua de vida, claro como el cristal”. Notemos que ese río fluye “desde el trono de Dios y del Cordero” (Rev. 22:1).

¿Qué indica esto? Que la fuente del agua vivificante es Jehová, el Dador de la vida (Sal. 36:9). Y que él nos la proporciona a través de Jesucristo, “el Cordero” (Juan 1:29). 

Dios usa este río simbólico para corregir todos los daños ocasionados por la rebelión de Adán. Por lo tanto, es patente que la invitación “¡Ven!” procede de Jehová.

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