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Tuesday, June 7, 2011

¿Por qué tuvo Noé el favor de Dios? ¿Por qué debe interesarnos?


LA MAYORÍA de nosotros recordamos los momentos en que nos enteramos de importantes noticias. Nos acordamos de los detalles: dónde nos encontrábamos, qué estábamos haciendo, cuál fue nuestra reacción. 

Podemos estar seguros de que Noé nunca olvidó el día en que Jehová Dios, el Soberano del universo, le dio una noticia de suprema importancia: le dijo que había decidido poner fin a “toda carne”. Noé tenía que construir un arca gigantesca para que él, su familia y animales de toda especie pudieran salvarse (Génesis 6:9-21).
 

¿Cómo reaccionó Noé? ¿Se alegró al oír la noticia, o se quejó? ¿Cómo se la comunicó a su esposa y al resto de su familia? La Biblia no lo dice. Pero lo que sí dice es esto: “Noé procedió a hacer conforme a todo lo que le había mandado Dios. Hizo precisamente así” (Génesis 6:22).
 

Esta afirmación explica en parte por qué obtuvo el favor divino: estaba dispuesto a hacer todo lo que Dios le mandara, y esa obediencia fue el factor principal (Génesis 6:8). Pero ¿qué más impulsó a Dios a concederle su favor? La respuesta debe interesarnos, ya que debemos ser como Noé para sobrevivir cuando Dios vuelva a limpiar la maldad de esta Tierra. Pero veamos primero cómo era la vida antes del Diluvio, la época en que a Noé le tocó vivir.
 

Los demonios llegan a la Tierra
 

Noé vivió en una etapa temprana de la historia de la humanidad. Nació unos mil años después de la creación del primer hombre. Ahora bien, sus contemporáneos no eran cavernícolas peludos y torpes que caminaban encorvados garrote en mano, como muchos se imaginan. En realidad, eran capaces de forjar herramientas de hierro y cobre (es posible que Noé construyera el arca con ellas) y sabían fabricar instrumentos musicales. 

La gente se casaba, criaba a su familia, cultivaba la tierra y poseía ganado. Compraban y vendían gran variedad de artículos. Sin duda, en todos estos aspectos, la vida era bastante parecida a la nuestra (Génesis 4:20-22; Lucas 17:26-28).
 

Pero era muy distinta en otros sentidos. Por ejemplo, las personas vivían mucho más. No era raro alcanzar los 800 años de edad. Por citar algunos casos, Noé vivió 950; Adán llegó a los 930, y Matusalén, abuelo de Noé, cumplió los 969 años (Génesis 5:5, 27; 9:29).
 

Otra diferencia es la que leemos en Génesis 6:1, 2: “Aconteció que cuando los hombres comenzaron a crecer en número sobre la superficie del suelo y les nacieron hijas, entonces los hijos del Dios verdadero empezaron a fijarse en las hijas de los hombres, que ellas eran bien parecidas; y se pusieron a tomar esposas para sí, a saber, todas las que escogieron”. Aquellos “hijos del Dios verdadero” fueron ángeles que descendieron a la Tierra para vivir como si fueran hombres, y para ello tomaron cuerpos de carne y hueso. No vinieron por mandato de Dios ni para beneficiar a la familia humana, sino que “abandonaron su propio y debido lugar” en los cielos para tener relaciones sexuales con mujeres hermosas aquí en la Tierra. Así se convirtieron en demonios (Judas 6).
 

Rebeldes, pervertidos, con fuerza e inteligencia sobrehumanas, estos ángeles demoníacos ejercieron una influencia nefasta sobre la humanidad. De hecho, es muy probable que controlaran y dominaran a toda la sociedad humana. No trabajaban en secreto, como lo haría un criminal que oculta su identidad para llevar a cabo sus fechorías en la sombra. Al contrario, actuaban abiertamente, en descarada rebelión contra Dios y sus mandatos.
 

Fruto de sus relaciones con aquellas mujeres, estos hijos angélicos de Dios engendraron seres que poseían una fuerza extraordinaria y que llegaron a ser conocidos por el término hebreo nefilim. La Biblia relata: “Los nefilim se hallaban en la tierra en aquellos días, y también después, cuando los hijos del Dios verdadero continuaron teniendo relaciones con las hijas de los hombres y ellas les dieron a luz hijos, estos fueron los poderosos que eran de la antigüedad, los hombres de fama” (Génesis 6:4). Los nefilim eran seres temibles. Su nombre significa “derribadores”, los que hacen caer a otros. Eran asesinos cuyos actos violentos probablemente dieron origen a antiguos mitos y leyendas.
 

La angustia de las personas justas
 

La descripción bíblica de aquella generación deja patente que la corrupción estaba profundamente arraigada y muy generalizada. Las Escrituras indican que “la maldad del hombre abundaba en la tierra, y que toda inclinación de los pensamientos del corazón de este era solamente mala todo el tiempo. Y la tierra [...] se llenó de violencia [...], porque toda carne había arruinado su camino sobre la tierra” (Génesis 6:5, 11, 12).
 

Ese fue el mundo en que a Noé le tocó vivir. Pero a diferencia de quienes lo rodeaban, “Noé fue hombre justo” que “andaba con el Dios verdadero” (Génesis 6:9). De seguro no se le hacía fácil a alguien justo como él vivir en una sociedad tan injusta. ¡Cuánto debió angustiarle lo que la gente decía y hacía! Es probable que se sintiera como Lot, otro hombre justo que vivió después del Diluvio. Lot residía entre los depravados habitantes de Sodoma, y le “angustiaba sumamente la entrega de la gente desafiadora de ley a la conducta relajada”, hasta tal punto que, “por lo que veía y oía mientras moraba entre ellos de día en día, atormentaba su alma justa a causa de los hechos desaforados de ellos” (2 Pedro 2:7, 8). Lo mismo debió pasarle a Noé.
 

¿Se siente usted angustiado por los terribles sucesos que se presentan en los medios informativos o por la conducta inmoral de la gente que lo rodea? En ese caso, comprenderá cómo se sintió Noé. Piense en lo difícil que tuvo que ser para él vivir en un mundo injusto durante seiscientos años, la edad que tenía cuando vino el Diluvio. ¡Cuánto debió desear el fin de la maldad! (Génesis 7:6.)
 

Tuvo el valor de ser diferente
 

Noé “resultó exento de falta entre sus contemporáneos” (Génesis 6:9). Observe que la Biblia dice que era un hombre intachable entre sus contemporáneos, pero no desde el punto de vista de ellos. En otras palabras, era bueno a los ojos de Dios, pero para la gente del mundo antediluviano, Noé era un tipo extraño. Podemos estar seguros de que ni compartía las opiniones populares, ni participaba en las diversiones inmorales o en las actividades sociales de la época. ¡Imagínese lo que pensarían los demás cuando comenzó a construir el arca! Lejos de tomar en serio lo que Noé les decía, lo más seguro es que se burlaran de él.
 

Noé, en cambio, tenía arraigadas creencias religiosas que no se guardaba para sí mismo, pues la Biblia dice que era “predicador de justicia” (2 Pedro 2:5). Sin duda sabía que afrontaría oposición. Su bisabuelo, Enoc, había sido un hombre justo que había predicho que Dios ejecutaría a los malvados. Parece que debido a ello fue perseguido, si bien Dios no permitió que sus adversarios lo mataran (Génesis 5:18, 21-24; Hebreos 11:5; 12:1; Judas 14, 15). ¿Y qué podemos decir de Noé? Con Satanás, los demonios, los nefilim y la mayoría de la gente opuesta o indiferente, sin duda necesitó valor y también fe en que Jehová podía protegerlo.
 

Los siervos de Dios siempre se han enfrentado a la oposición de quienes no le sirven. Hasta Jesucristo fue odiado, y también sus seguidores (Mateo 10:22; Juan 15:18). Noé tuvo el valor de servir a Dios en un mundo donde eso no era popular. Comprendió que contar con el favor divino es mucho más importante que tener la aprobación de quienes se oponen a Dios. Y Jehová lo bendijo.
 

Noé sí hizo caso
 

Como hemos visto, Noé no se contuvo de predicar, y lo hizo con valor. ¿Cómo reaccionó la gente a su mensaje? La Biblia señala que, antes del Diluvio, las personas “estaban comiendo y bebiendo, los hombres casándose y las mujeres siendo dadas en matrimonio, hasta el día en que Noé entró en el arca; y no hicieron caso hasta que vino el diluvio y los barrió a todos”. No prestaron oído a la advertencia (Mateo 24:38, 39).
 

Jesús dijo que en nuestros días pasaría lo mismo. Y así ha ocurrido, pues los testigos de Jehová llevan bastante más de cien años proclamando una advertencia similar. ¿Cuál? Que Jehová tomará medidas drásticas para cumplir su promesa de establecer un nuevo mundo donde reine la justicia. Y aunque millones de personas han respondido positivamente, miles de millones no hacen caso. “Conforme al deseo de ellos”, pasan por alto que el Diluvio fue un hecho real y sumamente importante (2 Pedro 3:5, 13).
 

Noé sí hizo caso y creyó lo que Jehová le dijo, y gracias a que fue obediente, pudo salvarse. El apóstol Pablo escribió: “Por fe Noé, habiéndosele dado advertencia divina de cosas todavía no contempladas, mostró temor piadoso y construyó un arca para la salvación de su casa” (Hebreos 11:7).
 

Un ejemplo para todos nosotros
 

El arca que Noé construyó era enorme, más larga que un campo de fútbol y tan alta como un edificio de cinco pisos. Superaba en más de 30 metros (100 pies) la longitud de la goleta Wyoming, que, según se informa, fue el barco con casco de madera más grande que se ha construido. Claro está, el arca no era un barco propiamente dicho, pero sí era capaz de flotar. De seguro, su construcción exigió el empleo de técnicas relativamente avanzadas, y además tuvo que recubrirse de alquitrán por dentro y por fuera. Es posible que Noé tardara más de cincuenta años en hacerla (Génesis 6:14-16).
 

Pero eso no fue todo. Noé tuvo que almacenar la comida que consumirían durante todo un año su familia y los animales. Y a estos últimos había que reunirlos e introducirlos en el arca antes de que llegara el Diluvio. Pues bien, “Noé procedió a hacer conforme a todo lo que le había mandado Jehová”. ¡Qué alivio debió sentir cuando todo estuvo listo y Jehová cerró la puerta del arca! (Génesis 6:19-21; 7:5, 16.)
 

Entonces llegó el Diluvio. Llovió durante cuarenta días y cuarenta noches, y todos tuvieron que permanecer dentro del arca un año entero, hasta que las aguas bajaron (Génesis 7:11, 12; 8:13-16). Todos los impíos murieron, y solo Noé y su familia quedaron en una Tierra que había sido limpiada.
 

La Biblia dice que el diluvio universal de los días de Noé constituye “un modelo de cosas venideras”. ¿De qué manera? Leemos que “los cielos y la tierra que existen ahora están guardados para fuego y están en reserva para el día del juicio y de la destrucción de los hombres impíos”. Sin embargo, tal como sucedió en tiempos de Noé, habrá sobrevivientes. Podemos estar seguros de ello, pues “Jehová sabe librar de la prueba a personas de devoción piadosa” (2 Pedro 2:5, 6, 9; 3:7).
 

Noé fue un hombre justo y devoto que vivió en medio de una generación perversa. Obedeció a Dios en todo y tuvo el valor de hacer lo correcto, aunque sabía que quienes no deseaban servir a Dios lo despreciarían y odiarían por ello. Si imitamos a Noé, nosotros también tendremos el favor de Dios y la perspectiva de pasar con vida al nuevo mundo que ya está a las puertas (Salmo 37:9, 10).

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