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Wednesday, July 13, 2011

Permita que Jesús le enseñe a orar



 

 De todas las oraciones recogidas en las Escrituras, es especialmente instructiva la oración modelo que Jesucristo presentó como dulce incienso. El Evangelio de Lucas dice: “Cierto discípulo [de Jesús] le dijo: ‘Señor, enséñanos a orar, así como Juan también enseñó a sus discípulos’. Entonces él les dijo: ‘Cuando oren, digan: “Padre, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Danos nuestro pan para el día según la necesidad del día. Y perdónanos nuestros pecados, porque nosotros mismos también perdonamos a todo el que nos debe; y no nos metas en tentación”’” (Lucas 11:1-4; Mateo 6:9-13). Repasemos esta oración, que no se dio para que se recitara, sino para que sirviera de guía.
 

 “Padre, santificado sea tu nombre.” Dirigirse a Jehová como Padre es un privilegio especial de sus siervos dedicados. Tal como los hijos se acercan con presteza a un padre misericordioso con cualquier preocupación que tengan, deberíamos apartar tiempo regularmente para orar a Dios con dignidad y reverencia (Salmo 103:13, 14). 

Nuestras oraciones deben reflejar el interés que tenemos en la santificación del nombre de Jehová porque anhelamos verlo libre de todo el oprobio que se ha amontonado sobre él. En efecto, queremos que el nombre de Jehová se distinga y se tenga por santo o sagrado (Salmo 5:11; 63:3, 4; 148:12, 13; Ezequiel 38:23).
 

 “Venga tu reino.” El Reino es la gobernación de Jehová expresada mediante el gobierno mesiánico celestial en manos de su Hijo y de los “santos” que con él están (Daniel 7:13, 14, 18, 27; Revelación 20:6). Pronto ‘vendrá’ contra todos los opositores terrestres de la soberanía de Dios, eliminándolos de la existencia (Daniel 2:44). Entonces se hará la voluntad de Jehová en la Tierra, como se hace en el cielo (Mateo 6:10). ¡Qué gozo supondrá esto para todas las criaturas que sirven lealmente al Soberano Universal!
 

 “Danos nuestro pan para el día según la necesidad del día.” Pedir a Jehová el alimento “para el día” indica que no solicitamos provisiones en gran abundancia, sino solo aquellas que nos permitan satisfacer nuestras necesidades diarias. Aunque confiamos en que Dios proveerá, también trabajamos y nos valemos de todos los medios apropiados que tenemos a nuestra disposición para obtener el alimento y otras necesidades (2 Tesalonicenses 3:7-10). Claro está que debemos dar gracias a nuestro Proveedor celestial porque detrás de esas provisiones están su amor, sabiduría y poder (Hechos 14:15-17).
 

 “Perdónanos nuestros pecados, porque nosotros mismos también perdonamos a todo el que nos debe.” Como somos imperfectos y pecadores no podemos vivir a la altura de las normas perfectas de Jehová. Por ello, necesitamos pedir su perdón sobre la base del sacrificio redentor de Jesús. Pero si queremos que el “Oidor de la oración” aplique el mérito de ese sacrificio a nuestros pecados, debemos arrepentirnos y estar dispuestos a recibir la disciplina que nos dé (Salmo 65:2; Romanos 5:8; 6:23; Hebreos 12:4-11). Además, solo podemos esperar que Dios nos perdone si nosotros “hemos perdonado a nuestros deudores”, los que han pecado contra nosotros (Mateo 6:12, 14, 15).
 

 “No nos metas en tentación.” La Biblia a veces dice que Jehová hace cosas, cuando en realidad solo las permite (Rut 1:20, 21). Dios no nos tienta a cometer pecados (Santiago 1:13). Las tentaciones para hacer el mal se originan del Diablo, nuestra carne pecaminosa y este mundo. Satanás, el Tentador, procura influir en nosotros para que pequemos contra Dios (Mateo 4:3; 1 Tesalonicenses 3:5). 

Al decir “no nos metas en tentación”, estamos pidiendo a Dios que no permita que caigamos cuando se nos tiente para que lo desobedezcamos. Él puede dirigirnos para que no sucumbamos y seamos alcanzados por Satanás, “el inicuo” (Mateo 6:13; 1 Corintios 10:13).

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