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Thursday, July 14, 2011

‘Reajuste con espíritu de apacibilidad’


 

“Hermanos, aunque un hombre dé algún paso en falso antes que se dé cuenta de ello, ustedes los que tienen las debidas cualidades espirituales traten de reajustar a tal hombre con espíritu de apacibilidad, vigilándote a ti mismo, por temor de que tú también seas tentado.” (Gálatas 6:1.) El apóstol Pablo indicó con estas palabras que los que tienen “cualidades espirituales” deben procurar reajustar al cristiano que “dé algún paso en falso antes que se dé cuenta de ello”. A veces parece que los menos cualificados para dar consejo son los que están más inclinados a darlo. Por lo tanto, no nos apresuremos a aconsejar a los demás (Proverbios 10:19; Santiago 1:19; 3:1). Los ancianos de la congregación son quienes, en primer lugar, tienen las cualidades espirituales para hacerlo. Por supuesto, cualquier cristiano maduro debe advertir a su hermano si ve que está andando de manera peligrosa.
 

Si ofrecemos consejo, asegurémonos de basar lo que decimos en la sabiduría piadosa, no en teorías ni filosofías humanas (Colosenses 2:8). Seamos como el cocinero concienzudo que se cerciora de que todos los ingredientes que emplea sean sanos y no contengan nada que pueda ser venenoso. Estemos seguros de que nuestro consejo esté firmemente basado en la Palabra de Dios y no en opiniones personales (2 Timoteo 3:16, 17). De este modo podemos tener la seguridad de que nuestro consejo no perjudicará a nadie.
 

El objetivo del consejo es “reajustar” al que yerra, no forzar cambios que no se desean. La palabra griega que se traduce por “reajustar” tiene que ver con un término que se usa con relación a reducir un hueso dislocado para impedir daños mayores. Según el lexicógrafo W. E. Vine, también indica “la necesidad de paciencia y perseverancia en el proceso”. Imaginémonos la delicadeza y pericia necesarias para no causar dolor físico innecesario. De igual modo, el consejero debe tener mucho cuidado para no herir a la persona a la que aconseja. Eso es de por sí difícil cuando la persona pide el consejo, pero si el consejo no es solicitado, se requiere aún más pericia y tacto.
 

No vamos a “reajustar” a nadie si lo alejamos de nosotros. Para que eso no suceda, tengamos presente la necesidad de vestirnos de “los tiernos cariños de la compasión, la bondad, la humildad mental, la apacibilidad y la gran paciencia” (Colosenses 3:12). Si un doctor es impaciente e innecesariamente brusco, es posible que el paciente pase por alto su consejo y no regrese a él cuando necesite tratamiento.
 

Esto no significa que el consejo no deba ser firme. Jesucristo fue firme cuando aconsejó a las siete congregaciones del distrito de Asia (Revelación [Apocalipsis] 1:4; 3:1-22). Les dio consejo muy directo que tenían que oír y aplicar. Pero Jesús siempre equilibró la firmeza con cualidades como la compasión y la bondad, reflejando así el espíritu amoroso de su Padre celestial (Salmo 23:1-6; Juan 10:7-15).

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