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Tuesday, July 12, 2011

¿Realmente tiene fe en las buenas nuevas?


 

“El reino de Dios se ha acercado. Arrepiéntanse y tengan fe en las buenas nuevas.” (MARCOS 1:15.)
 

TRANSCURRÍA el año 30 de la era común; Jesucristo había emprendido su gran ministerio en Galilea. Iba predicando “las buenas nuevas de Dios”, y a muchos galileos les emocionó oír esta declaración: “El tiempo señalado se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado. Arrepiéntanse y tengan fe en las buenas nuevas” (Marcos 1:14, 15).
 

 Había llegado “el tiempo señalado” para que Jesús iniciara su ministerio y para que las personas tomaran una decisión que habría de granjearles la aprobación divina (Lucas 12:54-56). ‘El reino de Dios se había acercado’ en el sentido de que Jesús, el Rey nombrado, estaba allí, entre ellos. Su predicación impulsó al arrepentimiento a los rectos de corazón. Ahora bien, ¿cómo demostraron “fe en las buenas nuevas” aquellas personas, y cómo la demostramos nosotros?
 

 Al igual que Jesús, el apóstol Pedro instó a sus oyentes al arrepentimiento. A los judíos que se hallaban en Jerusalén en Pentecostés del año 33 E.C., les dijo: “Arrepiéntanse, y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados, y recibirán la dádiva gratuita del espíritu santo”. Miles de ellos se arrepintieron, se bautizaron y se hicieron discípulos de Jesús (Hechos 2:38, 41; 4:4). En 36 E.C., gentiles arrepentidos siguieron sus pasos (Hechos 10:1-48). 

Y en nuestros días, la fe está impulsando a miles de personas a arrepentirse de sus pecados, dedicarse a Dios y bautizarse. Han aceptado las buenas nuevas de la salvación y tienen fe en el sacrificio redentor de Jesús. Además, practican la justicia y se han puesto de parte del Reino de Dios.
 

 Pero ¿qué es la fe? El apóstol Pablo escribió: “Fe es la expectativa segura de las cosas que se esperan, la demostración evidente de realidades aunque no se contemplen” (Hebreos 11:1). Nuestra fe nos garantiza que todo lo que Dios promete en su Palabra puede darse por hecho.

Es como si poseyéramos una escritura de propiedad a nuestro nombre. La fe también es “la demostración evidente”, o la prueba que nos convence, de las cosas que no vemos. La percepción mental y la gratitud de corazón nos persuaden de que tales cosas son reales aunque no podamos verlas (2 Corintios 5:7; Efesios 1:18).

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