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Tuesday, August 2, 2011

Bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del espíritu santo


 

“Vayan, por lo tanto, y hagan discípulos [...], bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del espíritu santo.” (MAT. 28:19)
 

CORRE el año 33, y Jerusalén está abarrotada. Han llegado a ella grandes multitudes de diversos países para celebrar el Pentecostés. Pero durante esta importante fiesta, ocurre algo insólito, seguido de un emocionante discurso del apóstol Pedro. El efecto de sus palabras es extraordinario: conmovidos, unos tres mil judíos y prosélitos se arrepienten y se bautizan, uniéndose así a la naciente congregación cristiana (Hech. 2:41). Podemos imaginarnos la conmoción que causó el bautismo de tantas personas en los estanques de la zona.
 

 ¿Cuál fue el suceso insólito que llevó a tantos a bautizarse? La Biblia dice que unas horas antes “ocurrió desde el cielo un ruido exactamente como el de una brisa impetuosa y fuerte”, tras lo cual se llenaron de espíritu santo unos ciento veinte discípulos de Jesús reunidos en la planta alta de una casa. Los hombres y mujeres reverentes que se acercaron a ver lo que sucedía quedaron atónitos al escuchar a los discípulos “hablar en lenguas diferentes”. Luego, Pedro pronunció su emocionante discurso, el cual incluyó francos comentarios sobre la muerte de Jesús. 

Sus oyentes “se sintieron heridos en el corazón” y preguntaron qué debían hacer. El apóstol respondió: “Arrepiéntanse, y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo [...], y recibirán la dádiva gratuita del espíritu santo” (Hech. 2:1-4, 36-38).
 

 Pensemos por un momento en los judíos y prosélitos que escucharon a Pedro. Por su religión, ya reconocían a Jehová como su Dios. Además, gracias a las Escrituras Hebreas, sabían de la existencia del espíritu santo, la fuerza activa que Dios había usado tanto en la creación como posteriormente (Gén. 1:2; Jue. 14:5, 6; 1 Sam. 10:6; Sal. 33:6). 

Pero les hacía falta algo más: tenían que aceptar a Jesús como el Mesías, el medio de salvación que Dios había dispuesto. Por eso les dijo Pedro que debían bautizarse “en el nombre de Jesucristo”. Poco después de resucitar, el Maestro les había ordenado al apóstol y a sus compañeros que bautizaran a los discípulos “en el nombre del Padre y del Hijo y del espíritu santo” (Mat. 28:19, 20).

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