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Thursday, November 24, 2011

El silencio nos ayuda a meditar


 

Con referencia al hombre que sigue la senda de la justicia, las Escrituras dicen que “día y noche lee [la] ley [de Dios] en voz baja” (Sal. 1:2). La Biblia del Peregrino lo vierte así: “Medita su ley día y noche”. ¿Qué circunstancias son las más propicias para tal meditación? Veamos algunos ejemplos.
 

En cierta ocasión, Isaac, el hijo del patriarca Abrahán, “estaba afuera paseando a fin de meditar [...] como al caer la tarde” (Gén. 24:63). Isaac eligió un momento y un lugar tranquilos para meditar. El rey David, por su parte, aprovechaba el silencio de la noche (Sal. 63:6). 

Y Jesús, quien era perfecto, tomó medidas concretas para satisfacer su necesidad de reflexionar a solas, alejado del clamor de las multitudes, en lugares aislados como montañas y desiertos (Mat. 14:23; Luc. 4:42; 5:16).
 

Es indudable el valor que tienen los momentos de silencio y soledad. Crean una atmósfera propicia para hacerse un saludable autoexamen, algo imprescindible para mejorar como personas. Además, proporcionan tranquilidad mental. Meditar durante los momentos de sosiego puede infundirnos modestia y humildad, así como un mayor aprecio por las cosas realmente importantes de la vida.
 

Sin embargo, aunque el silencio puede ser muy beneficioso, también hay un “tiempo de hablar” (Ecl. 3:7). En nuestros días, los siervos de Jehová están predicando las buenas nuevas del Reino de Dios “en toda la tierra habitada” (Mat. 24:14). A medida que aumentan en número, el alegre sonido de su predicación se oye con mayor fuerza (Miq. 2:12).

Por consiguiente, siga declarando con entusiasmo las buenas nuevas del Reino y hablando sobre las maravillosas obras de Dios. Y mientras lo hace, no olvide que, a veces, “el callar es oro”.


¿Por qué no ver las Escrituras aquí?

BIBLIA EN LINEA

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