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Thursday, December 22, 2011

¿Cómo vencer el odio?


 

Pensemos ahora en otra característica común en el mundo: el odio. Sea que se origine del miedo, la ignorancia, el prejuicio, la opresión, la injusticia, el nacionalismo, el tribalismo o el racismo, parece rodearnos por completo (2 Timoteo 3:1-4). En los días de Jesús también abundaba el odio. En la sociedad judía se odiaba y marginaba a los recaudadores de impuestos, y a los samaritanos, ni se les hablaba (Juan 4:9). Los gentiles también sufrían el desprecio judío. Sin embargo, Jesús instituyó una forma de adoración que aceptaría a gente de todas las naciones (Hechos 10:34, 35; Gálatas 3:28). 

A sus discípulos les dijo algo novedoso.
Declaró: “Les doy un nuevo mandamiento: que se amen unos a otros; así como yo los he amado, que ustedes también se amen los unos a los otros”. Ellos tenían que aprender a amarse de igual manera, porque añadió: “En esto todos conocerán que ustedes son mis discípulos, si tienen amor entre sí” (Juan 13:34, 35). 


El mandamiento era nuevo pues no se limitaba a indicar que había que amar al “prójimo como a [uno] mismo” (Levítico 19:18). ¿Qué más se esperaba? Jesús lo aclaró al decir: “Este es mi mandamiento: que ustedes se amen unos a otros así como yo los he amado a ustedes. Nadie tiene mayor amor que este: que alguien entregue su alma a favor de sus amigos” (Juan 15:12, 13). Tenían que estar dispuestos a dar su vida unos por otros.
 

¿Cómo pueden los seres humanos imperfectos eliminar de su vida el odio ruin? Reemplazándolo con amor abnegado. Millones de personas sinceras de todo antecedente étnico, cultural, religioso y político lo están logrando; forman parte de una comunidad unida en la que no existe el odio, a saber, la hermandad mundial de los testigos de Jehová. Toman muy en serio las palabras inspiradas del apóstol Juan, que dijo: “Todo el que odia a su hermano es homicida, y ustedes saben que ningún homicida tiene la vida eterna como cosa permanente en él” (1 Juan 3:15). Los auténticos cristianos no solo se niegan a tomar las armas en los conflictos bélicos, sino que, además, se esfuerzan por amarse los unos a los otros.
 

Ahora bien, ¿qué actitud debemos adoptar ante quienes no son creyentes y quizás exterioricen su odio en contra de nosotros? Colgado del madero, Jesús oró a favor de sus ejecutores diciendo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). Y cuando hombres llenos de odio lapidaron a Esteban, las últimas palabras de este discípulo fueron: “Jehová, no les imputes este pecado” (Hechos 7:60). 

Jesús y Esteban deseaban lo mejor incluso para quienes los odiaban. No abrigaban amargura en su corazón. Así pues, “obremos lo que es bueno para con todos”, como nos recomienda la Biblia (Gálatas 6:10).




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