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Wednesday, December 14, 2011

Se oculta la esperanza


 

 Jesús predijo que los falsos profetas deformarían sus enseñanzas y engañarían a la mayoría de la gente (Mat. 24:11). El apóstol Pedro advirtió a los cristianos: “Habrá falsos maestros entre ustedes” (2 Ped. 2:1). Y Pablo habló de un período en que las personas “no soportar[ían] la enseñanza saludable”, sino que, “de acuerdo con sus propios deseos”, buscarían maestros que “les regal[aran] los oídos”, es decir, que les dijeran solo lo que querían escuchar (2 Tim. 4:3, 4). Satanás se ha encargado de engañar a la gente y ha usado a la cristiandad para ocultar la reconfortante verdad acerca del propósito de Dios para el hombre y la Tierra (léase 2 Corintios 4:3, 4).
 

 La Biblia explica que el Reino de Dios es un gobierno celestial que aplastará a todos los gobiernos humanos (Dan. 2:44). También muestra que durante el Reinado Milenario de Cristo, Satanás será encerrado en un abismo, que los muertos volverán a la vida en la Tierra y que la humanidad recobrará la perfección (Rev. 20:1-3, 6, 12; 21:1-4). 

Sin embargo, los líderes apóstatas de la cristiandad han adoptado otras creencias. Por ejemplo, Orígenes de Alejandría, Padre de la Iglesia que vivió en el siglo tercero de nuestra era, condenó a quienes creían en la idea de un reino milenario en la Tierra. Y de acuerdo con la Enciclopedia Católica, el teólogo católico Agustín de Hipona (354-430) “[se adhirió] a la convicción de que no habrá un milenio”.
 

 ¿Por qué rechazaron Orígenes y Agustín el milenarismo, es decir, la creencia en un futuro Milenio? Pues bien, Orígenes era discípulo de Clemente de Alejandría, quien había tomado de los griegos la idea del alma inmortal. El teólogo Werner Jaeger escribió que Orígenes había convertido “en dogma cristiano todo el conjunto de enseñanzas relativas al alma, el cual tomó de Platón”. Debido a la gran influencia que ejercieron en él las ideas platónicas, Orígenes concluyó que las bendiciones del Milenio tendrían lugar en el cielo, no en la Tierra.
 

 Por otra parte, antes de convertirse al cristianismo a los 33 años, Agustín era partidario del neoplatonismo, una variante de la filosofía platónica desarrollada en el siglo tercero por Plotino. El problema fue que tras su conversión, Agustín conservó dicha forma de pensar. “Su mente fue el crisol en el que la religión del Nuevo Testamento se fusionó por completo con la tradición platónica de la filosofía griega.” (The New Encyclopædia Britannica.) La Enciclopedia Católica señala que Agustín dio “una explicación alegórica” del Reinado de Mil Años descrito en el capítulo 20 de Revelación, tras lo cual añade: “Esta explicación [...] fue adoptada por los teólogos Occidentales que lo sucedieron, [por lo que] el milenarismo en su forma original no recibió más apoyo”.
 

 En efecto, lo que socavó la esperanza de la vida eterna en la Tierra fue la creencia de que el alma es inmortal y que solo habita temporalmente en el cuerpo del hombre, una creencia que había surgido en la antigua Babilonia y que se había extendido por todo el planeta. Cuando la cristiandad adoptó esa creencia, sus teólogos manipularon pasajes bíblicos que hablaban de la esperanza celestial para dar a entender que todos los buenos van al cielo.

Empezaron a enseñar que solo estamos de paso en la Tierra y que se nos está poniendo a prueba para evaluar si merecemos ir al cielo. Algo parecido ya había sucedido con la esperanza judía de la vida eterna. A medida que los judíos fueron adoptando la creencia griega de la inmortalidad del alma, se fue desvaneciendo la esperanza de la vida eterna en la Tierra. 

Pero eso es muy distinto de lo que enseña la Palabra de Dios. La Biblia dice que el hombre es un ser creado para vivir en la Tierra, no en el cielo. Por eso, Dios le dijo a Adán: “Polvo eres” (Gén. 3:19). Así es: el hogar eterno del hombre es la Tierra, no el cielo (léanse Salmo 104:5 y 115:16).








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