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Thursday, December 22, 2011

Venzamos el orgullo con la humildad


 

Pensemos, por ejemplo, en el defecto de ser orgulloso o altivo. La Biblia afirma: “El orgullo está antes de un ruidoso estrellarse; y un espíritu altivo, antes del tropiezo” (Proverbios 16:18). También señala: “Si alguien piensa que es algo, no siendo nada, está engañando su propia mente” (Gálatas 6:3). Así es, el orgullo es destructivo y engañoso. Actuamos con sensatez si odiamos “el propio ensalzamiento y el orgullo” (Proverbios 8:13).
 

¿Tenían los apóstoles cierta tendencia a ensalzarse? Hay constancia de que por lo menos una vez habían discutido sobre quién de ellos era superior (Marcos 9:33-37). En otra ocasión, Santiago y Juan habían solicitado posiciones importantes en el Reino (Marcos 10:35-45). 

Jesús deseaba ayudar a sus discípulos a que eliminaran tal tendencia, por lo que durante la cena de la Pascua se levantó, se ciñó con una toalla y les lavó los pies. No cupo ninguna duda de la lección que les quiso enseñar: “Si yo, aunque soy Señor y Maestro, les he lavado los pies a ustedes, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros” (Juan 13:14). Es menester sustituir el orgullo con la cualidad opuesta: la humildad.
 


Sin embargo, no es fácil vencer el orgullo. Aquella misma noche, después de despedir Jesús a Judas Iscariote —que estaba a punto de traicionarlo—, se suscitó una acalorada discusión entre los once apóstoles. ¿Sobre qué? 

Sobre cuál de ellos parecía ser el mayor. En vez de reprenderlos, Jesús, armándose de paciencia una vez más, volvió a destacar la importancia de servir al prójimo. Les dijo: “Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y a los que tienen autoridad sobre ellas se les llama Benefactores. 

Ustedes, sin embargo, no han de ser así. Antes, el que sea mayor entre ustedes hágase como el más joven, y el que actúe como principal, como el que ministra”. Haciéndoles recordar su propio ejemplo, agregó: “Yo estoy en medio de ustedes como el que ministra” (Lucas 22:24-27).
 

¿Captaron los apóstoles el mensaje? Parece que sí. Años después, el apóstol Pedro escribió: “Todos ustedes sean de un mismo ánimo y parecer, compartiendo sentimientos como compañeros, teniendo cariño fraternal, siendo tiernamente compasivos, de mente humilde” (1 Pedro 3:8). 

Es de vital importancia, pues, que nosotros también venzamos el orgullo con la humildad. Y hacemos bien en no dejarnos entrampar en la búsqueda de fama, poder o prestigio, ya que la Biblia asegura: “Dios se opone a los altivos, pero da bondad inmerecida a los humildes” (Santiago 4:6). 

Además, un antiguo y sabio proverbio reza así: “El resultado de la humildad y del temor de Jehová es riquezas y gloria y vida” (Proverbios 22:4).


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