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Tuesday, March 20, 2012

¿Cómo orar?


 

A DIFERENCIA de lo que hacen numerosas religiones, la Biblia no da mucha importancia a la postura, las palabras y los aspectos ceremoniales de la oración. Más bien, se centra en cuestiones más importantes.
 

En realidad, describe a siervos fieles de Dios orando en diversos lugares y posturas. En función de las circunstancias, unas veces oraron sin pronunciar palabra, y otras, en voz alta. Algunos dirigieron la vista al cielo, y otros inclinaron el rostro a tierra. En ningún caso utilizaron imágenes ni rosarios ni devocionarios. Simplemente expresaron lo que sentían en sus propias palabras. ¿Qué hizo que a Dios le agradaran sus oraciones?
 

Para empezar, que estaban dirigidas a Jehová, un requisito indispensable, como ya vimos. Pero en 1 Juan 5:14 se señala otra razón: “Esta es la confianza que tenemos para con él, que, no importa qué sea lo que pidamos conforme a su voluntad, él nos oye”. Así es, nuestras oraciones tienen que estar de acuerdo con la voluntad divina. ¿Qué significa esto?
 

Antes de nada, debemos saber cuál es la voluntad de Dios. Así pues, es preciso estudiar su Palabra. Por supuesto, Jehová no espera que nos convirtamos en grandes eruditos bíblicos. Pero sí quiere que nos esforcemos por entender sus propósitos y actuar en consecuencia (Mateo 7:21-23). Lo que aprendemos en la Biblia debe reflejarse en nuestras oraciones.
 

Además, cuanto más aprendemos de Jehová y su voluntad, más crece nuestra fe. Esta es otra condición imprescindible para que Dios nos escuche, pues Jesús dijo: “Todas las cosas que pidan en oración, teniendo fe, las recibirán” (Mateo 21:22). Aunque tener fe implica creer en algo que no se ve, no equivale a ser crédulos: la fe de la que hablaba Jesús está bien fundamentada en pruebas (Hebreos 11:1). Es cierto que no podemos ver a Jehová, pero en la Biblia hay una multitud de pruebas de que existe, es confiable y responde a quienes tienen fe. A él no le molesta que le pidamos fe; al contrario, siempre está deseoso de darnos cuanto necesitamos (Lucas 17:5; Santiago 1:17).
 

Así y todo, queda por ver un aspecto crucial para que Dios nos escuche. “Nadie viene al Padre sino por mí”, dijo Jesús (Juan 14:6). Dicho de otro modo, el Hijo de Dios es el único medio a través del cual podemos acercarnos al Padre. ¡Con razón Jesús enseñó a sus discípulos a orar en su nombre! (Juan 14:13; 15:16.) Ahora bien, orar en el nombre de Jesús no significa orarle a él. Más bien, implica reconocer que es gracias a él que podemos dirigirnos a nuestro Padre celestial, un Dios perfecto y santo.
 

En cierta ocasión, uno de sus discípulos le pidió a Jesús: “Señor, enséñanos a orar” (Lucas 11:1). ¿A qué se refería? Está claro que ellos ya sabían cómo orar. Todo indica, pues, que estaban preguntando sobre el contenido de las oraciones, esto es, sobre qué orar.
 


 

Para que Dios nos escuche, debemos orar en armonía con su voluntad, tener fe y ofrecer nuestras oraciones en el nombre de Jesús




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