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Friday, March 16, 2012

Las bendiciones “alcanzan” a los obedientes


 

 (Léase Proverbios 10:6, 7.) Justo antes de que los israelitas entraran en la Tierra Prometida, Jehová les garantizó que disfrutarían de gran prosperidad y seguridad si obedecían su voz (Deu. 28:1, 2). Notemos que no solo dijo a su pueblo: “estas bendiciones tienen que venir sobre ti”, sino que le aseguró: “tienen que [...] alcanzarte”, recalcando así que su cumplimiento estaba totalmente garantizado.
 

 ¿Con qué actitud debían obedecer a Dios los israelitas? La Ley señalaba que tenían que servirle “con regocijo y gozo de corazón”, pues si no, incurrirían en su desagrado (léase Deuteronomio 28:45-47). Ciertamente, Jehová merece algo más que el cumplimiento mecánico de sus mandamientos; en realidad, los animales e incluso los demonios son capaces de seguir órdenes (Mar. 1:27; Sant. 3:3). Quien obedece de verdad a Jehová lo hace con un corazón lleno de amor y de gozo, pues confía plenamente en que él nunca pone mandamientos irrazonables y en que es “remunerador de los que le buscan solícitamente” (Heb. 11:6; 1 Juan 5:3).
 

 Los israelitas podían demostrar esa confianza obedeciendo de buena gana las instrucciones divinas. Tomemos como ejemplo el mandato de Deuteronomio 15:7, 8 (léase). Es cierto que ellos podían aplicarlo a regañadientes, y que aun así ayudarían un poco a los pobres. Pero al hacerlo con esa mala actitud, ¿crearían un ambiente de hermandad entre ellos? Lo que es más importante, ¿indicarían así que confiaban en que Jehová cubriría sus necesidades? ¿Demostrarían que valoraban la oportunidad de imitar la generosidad de Dios? ¡Claro que no! Él se fijaba en lo que tenían en el corazón, y si realmente eran generosos, prometía bendecirlos en todo lo que hicieran (Deu. 15:10). Si de verdad confiaban en esa promesa, se sentirían impulsados a hacer el bien, y a cambio recibirían muchas bendiciones (Pro. 28:20).
 

 Además de señalar la necesidad de tener fe en el Dios que nos remunera, o recompensa, Hebreos 11:6 destaca otro requisito imprescindible para recibir su bendición. Observemos que él premia a quienes lo “buscan solícitamente”. Esta expresión traduce un verbo griego que denota intensidad y empeño. Por lo tanto, este versículo ofrece una garantía que nos llena de confianza: si hacemos nuestro mayor esfuerzo, recibiremos la bendición divina. Nos lo promete “Dios, que no puede mentir” (Tito 1:2). Él ya ha probado a lo largo de milenios que sus promesas son dignas de crédito e infalibles. ¡Nunca quedan sin realizarse! (Isa. 55:11.) Por eso podemos tener la seguridad absoluta de que si demostramos verdadera fe, Jehová nos recompensará.
 

 Jehová prometió dar grandes bendiciones mediante la “descendencia” de Abrahán, la cual tiene dos partes: la principal, Jesucristo, y la secundaria, los ungidos. Son estos últimos los que han recibido la comisión de declarar “en público las excelencias [...] de aquel que los llamó de la oscuridad a su luz maravillosa” (Gál. 3:7-9, 14, 16, 26-29; 1 Ped. 2:9). Por lo tanto, no podemos entablar una buena relación con Jehová si pasamos por alto a ese grupo de cristianos, “el esclavo fiel y discreto” al que Jesús confió sus bienes (Mat. 24:45-47). Sin la ayuda de los ungidos, no podríamos comprender plenamente la Palabra de Dios ni su aplicación en nuestra vida. Si nos esforzamos por poner en práctica lo que aprendemos en las Escrituras, conseguiremos la bendición divina.




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