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Monday, March 12, 2012

Los beneficios del reinado del Salomón Mayor



 Para comprender mejor las bendiciones que traerá el reinado de Jesús, el Salomón Mayor, veamos algunos detalles del Salmo 72 (léase Salmo 72:1-4). Esa canción revela cómo ve Jehová el gobierno de su Hijo, el “Príncipe de Paz” (Isa. 9:6, 7). Bajo la dirección de Dios, Cristo “[juzgará] a los afligidos del pueblo” y “[salvará] a los hijos del pobre”. Su dominio se caracterizará por la paz y la justicia. De hecho, lo que él hizo cuando estuvo en la Tierra nos permite formarnos una idea de todo lo que logrará el Reino de Mil Años (Rev. 20:4).
 

 Fijémonos en algunas obras de Jesús que nos ofrecen una muestra de lo que él hará por la humanidad en cumplimiento del Salmo 72. Sin duda, nos impresiona la compasión que demostró con quienes sufrían (Mat. 9:35, 36; 15:29-31). En cierta ocasión, un leproso le rogó: “Si tan solo quieres, puedes limpiarme”. Y él le respondió: “Quiero. Sé limpio”. ¡Qué maravilla! El hombre quedó completamente curado (Mar. 1:40-42). Más tarde, cuando se encontró con una viuda que había perdido a su hijo único, Cristo “se enterneció por ella” y dijo al joven: “¡Levántate!”. Y así fue: ¡volvió a vivir! (Luc. 7:11-15.)
 

 La razón por la que Jesús pudo realizar milagros fue porque Jehová le había dado el poder, tal como lo ilustra el siguiente relato. “Una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años” había visto cómo su salud iba de mal en peor, y eso a pesar de que había recurrido a “muchos médicos [que] le habían hecho pasar muchas penas” y de que “había gastado todos sus recursos”. Por este motivo, se introdujo entre la multitud y fue a tocar a Jesús, violando así un precepto de la Ley referente a las personas con “flujo de [...] sangre” (Lev. 15:19, 25). Al darse cuenta de que había salido poder de él, Cristo preguntó quién lo había tocado. “Atemorizada y temblando”, la mujer “cayó delante de él y le dijo toda la verdad”. Comprendiendo que Jehová la había sanado, Jesús la trató con ternura y le dijo: “Hija, tu fe te ha devuelto la salud. Ve en paz, y queda sana de tu penosa enfermedad” (Mar. 5:25-27, 30, 33, 34).
 

 Las curaciones que hizo Jesús valiéndose de sus poderes de origen divino no solo beneficiaron a los enfermos, sino que seguramente causaron una profunda impresión entre los observadores. Así tuvo que suceder cuando sanó a los enfermos antes de pronunciar su célebre Sermón del Monte (Luc. 6:17-19). Y lo mismo debió de ocurrir con los dos mensajeros que envió Juan el Bautista para confirmar que Jesús era el Mesías. Ellos fueron testigos de cómo “curó a muchos de enfermedades y de penosas dolencias y de espíritus inicuos, y concedió a muchos ciegos el favor de ver”. Finalmente, Cristo les dijo a los dos enviados: “Informen a Juan lo que vieron y oyeron: los ciegos reciben la vista, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos son levantados, a los pobres se anuncian las buenas nuevas” (Luc. 7:19-22). ¡Cuánto habrá animado ese informe a Juan!
 

 Es cierto que durante su vida en la Tierra Jesús eliminó el sufrimiento solo de forma temporal, pues las personas a las que curó o resucitó terminaron muriendo más tarde. No obstante, los milagros que realizó durante su ministerio son un anticipo de las bendiciones eternas que disfrutará la humanidad durante el Reino mesiánico.




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