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Sunday, March 11, 2012

¿Por qué debemos ser puntuales?


 

NO SIEMPRE es fácil llegar a tiempo. A veces hay que viajar largas distancias. O quizás encontremos mucho tráfico o tengamos una agenda muy apretada. Con todo, la puntualidad es importante. En el campo laboral, generalmente se considera que las personas puntuales son confiables y trabajadoras. En cambio, quienes llegan tarde pueden influir negativamente en el trabajo de los demás, así como en la calidad de los productos y servicios. En la escuela, los estudiantes impuntuales suelen perder clases, lo cual retrasa su aprendizaje. Y presentarse tarde a una cita médica o dental puede afectar la calidad del tratamiento que uno reciba.
 

Sin embargo, en algunos lugares la puntualidad no se ve como algo tan necesario, y esa mentalidad podría afectarnos. Si ese es nuestro caso, debemos desarrollar el deseo de cambiar. Algo que nos ayudará a lograrlo es comprender el valor de la puntualidad. ¿Por qué debemos cultivar esta cualidad? ¿Cómo podemos hacerlo? ¿Qué beneficios obtendremos si aprendemos a llegar a tiempo?


 Jehová es un Dios puntual 

La principal razón para ser puntual es que queremos imitar a nuestro Dios (Efe. 5:1). Y él es un extraordinario ejemplo, pues nunca actúa tarde. Siempre respeta estrictamente el horario que ha establecido para cumplir sus propósitos. Por ejemplo, cuando decidió traer un diluvio para destruir a los malvados, le ordenó a Noé: “Haz para ti un arca de madera de árbol resinoso”. Y cuando se cumplió el plazo, le dijo que entrara en ella y le informó: “Dentro de solo siete días más voy a hacer que llueva sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches; y ciertamente borraré de sobre la superficie del suelo toda cosa existente que he hecho”. Y así sucedió, justo a tiempo: “A los siete días resultó que las aguas del diluvio vinieron sobre la tierra” (Gén. 6:14; 7:4, 10). Imagínese qué hubiera pasado si Noé y su familia no hubieran estado dentro del arca. Como vemos, tuvieron que ser puntuales, tal como el Dios al que servían.
 

Unos cuatrocientos cincuenta años después, Jehová le aseguró al patriarca Abrahán que tendría un hijo por medio del cual vendría la Descendencia prometida (Gén. 17:15-17). ¿Cuándo nacería? “A este tiempo señalado el año próximo”, le dijo. ¿Se cumplieron sus palabras? La Biblia contesta: “Sara quedó encinta y entonces le dio a luz un hijo [llamado Isaac] a Abrahán, en la vejez de él, al tiempo señalado del cual le había hablado Dios” (Gén. 17:21; 21:2).
 

En la Biblia hay abundantes ejemplos de la puntualidad de Dios (Jer. 25:11-13; Dan. 4:20-25; 9:25). Por eso hacemos bien en mantenernos a la expectativa del día de juicio de Jehová, tal como nos exhortan las Escrituras. Aunque desde el punto de vista humano pareciera demorarse, se nos asegura que “no llegará tarde” (Hab. 2:3).
 

La puntualidad es esencial para servir a Dios

 

A fin de celebrar “las fiestas periódicas de Jehová”, los varones israelitas tenían que estar a tiempo en el lugar designado (Lev. 23:2, 4). Además, Dios estableció las horas a las que debían realizarse ciertos sacrificios (Éxo. 29:38, 39; Lev. 23:37, 38). ¿No indica esto que Jehová desea que sus siervos le sirvan con puntualidad?
 

En el siglo primero, el apóstol Pablo les explicó a los cristianos de Corinto cómo debían llevar a cabo sus reuniones. Entre otras instrucciones dio la siguiente: “Que todas las cosas se efectúen decentemente y por arreglo” (1 Cor. 14:40). En armonía con estas palabras, las reuniones debían comenzar a una hora fija. Y el punto de vista de Jehová sobre la puntualidad no ha cambiado (Mal. 3:6).






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