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Thursday, June 21, 2012

Mantengamos el equilibrio


 

La Palabra de Dios nos anima a tener una opinión equilibrada de nosotros mismos. El apóstol Pablo escribió bajo inspiración: “Por la bondad inmerecida que se me ha dado digo a cada uno que está allí entre ustedes que no piense más de sí mismo de lo que sea necesario pensar; sino que piense de tal modo que tenga juicio sano, cada uno según le haya distribuido Dios una medida de fe” (Romanos 12:3).
 

Por supuesto, no queremos darnos tanta importancia que nos volvamos engreídos; pero tampoco queremos irnos al otro extremo y concluir que no valemos nada. Más bien, nuestro objetivo debe ser formarnos un concepto realista de nosotros mismos, y para ello debemos tener en cuenta tanto nuestros puntos fuertes como nuestras limitaciones. Una cristiana lo expuso de este modo: “Ni soy la maldad personificada ni soy la mejor persona del mundo. Tengo virtudes y tengo defectos, como el resto de la gente”.
 

Claro, no es tan fácil llegar a pensar así. Si uno ha tenido una imagen negativa de sí mismo durante muchos años, tal vez le cueste un gran trabajo borrarla. Sin embargo, con la ayuda de Dios, es posible cambiar la personalidad y la actitud ante la vida. Eso es precisamente lo que la Palabra de Dios nos anima a hacer. 

En ella leemos: “Deben desechar la vieja personalidad que se conforma a su manera de proceder anterior y que va corrompiéndose conforme a sus deseos engañosos; pero [...] deben ser hechos nuevos en la fuerza que impulsa su mente, y deben vestirse de la nueva personalidad que fue creada conforme a la voluntad de Dios en verdadera justicia y lealtad” (Efesios 4:22-24).
 

Si nos esforzamos por transformar “la fuerza que impulsa [nuestra] mente”, es decir, la inclinación dominante de nuestra mente, podemos convertir una personalidad muy negativa en una positiva.


¿Por qué no ver las Escrituras aquí?

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