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Friday, September 14, 2012

El lazo de temer al hombre


 

 “EL TEMBLAR ante los hombres es lo que tiende un lazo, pero el que confía en Jehová será protegido.” (Proverbios 29:25.) Con estas palabras el proverbio antiguo nos alerta a la clase de temor que realmente es veneno mental... el temor al hombre. Ese temor es comparable a un lazo. ¿Por qué? Porque un animal pequeño, como el conejo, queda indefenso cuando se le prende en un lazo. Quiere huir, pero el lazo no se lo permite. Se puede decir que la víctima queda paralizada.
 

Si el temor al hombre nos domina, nos parecemos mucho a ese conejo. Quizás sepamos lo que debemos hacer. Puede que hasta queramos hacerlo. Pero el temor no nos lo permite. Estamos paralizados y no podemos actuar.



Piense en ejemplos de personas de los tiempos bíblicos que cayeron en el lazo del temor. En los días de Josué, 12 hombres fueron enviados a espiar la tierra de Canaán antes de la invasión que planeaban los israelitas. Los espías regresaron e informaron que la tierra era fértil y rica, tal como Dios había dicho. Pero la fortaleza de los habitantes intimidó a diez de los espías. Así, prendidos en las garras del temor al hombre, exageraron en el informe que dieron a los israelitas sobre cuán fuerte era el enemigo, e infundieron temor en toda la nación. Los israelitas rehusaron obedecer el mandato de Dios de marchar a Canaán y tomar posesión de aquella tierra. Como resultado, durante los 40 años siguientes toda la población adulta de varones de aquel tiempo, con unas cuantas excepciones, murió en el desierto. (Números 13:21–14:38.)
 

Jonás fue otra víctima del temor al hombre. Cuando recibió la asignación de predicar a la gran ciudad de Nínive, “procedió a levantarse y huir a Tarsis delante de Jehová”. (Jonás 1:3.) ¿Por qué? Los ninivitas tenían la reputación de ser un pueblo cruel y violento, y Jonás ciertamente sabía aquello. El temor al hombre hizo que huyera en la dirección contraria a Nínive. Es cierto que con el tiempo aceptó su asignación, pero solo después de recibir disciplina extraordinaria de Jehová. (Jonás 1:4, 17.)
 

Puede que hasta reyes teman a hombres. En cierta ocasión el rey Saúl desobedeció directamente un mandato expreso de Dios. ¿Qué disculpa dio? “He traspasado la orden de Jehová y tus palabras, porque temí al pueblo y por eso obedecí su voz.” (1 Samuel 15:24.) Siglos después, cuando Jerusalén fue atacada por los babilonios, Jeremías, un profeta fiel, aconsejó al rey Sedequías que se rindiera y así evitara mucho derramamiento de sangre en Jerusalén. Pero Sedequías rehusó. ¿Por qué? Le confesó a Jeremías: “Me tienen aterrado los judíos que se han pasado a los caldeos, no sea que me den en mano de ellos y estos realmente me traten abusivamente”. (Jeremías 38:19.)
 

Finalmente, hasta un apóstol pudiera atemorizarse. El día en que Jesús iba a morir advirtió a sus seguidores que todos lo abandonarían. Pero Pedro declaró denodadamente: “Señor, estoy listo para ir contigo a la prisión así como a la muerte”. (Lucas 22:33; Mateo 26:31, 33.) ¡Cuán equivocadas resultaron aquellas palabras! Pocas horas después, por temor, Pedro negó haber estado con Jesús o siquiera conocerlo. ¡El temor al hombre lo había vencido! Sí, el temor al hombre ciertamente es veneno mental.

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