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Sunday, September 9, 2012

“Por toda la tierra salió su sonido”


 

“Hagan discípulos de gente de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del espíritu santo.” (MATEO 28:19.)
 

POCO antes de ascender al cielo, Jesús dio esta comisión a sus discípulos: “Hagan discípulos de gente de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del espíritu santo” (Mateo 28:19). ¡Qué tarea tan enorme!
 

 Pensemos en ello: en el Pentecostés del año 33 E.C. se derramó el espíritu santo sobre unos ciento veinte discípulos, los cuales comenzaron a cumplir dicha comisión comunicando a las demás personas que Jesús era el Mesías que por tanto tiempo habían esperado, el medio para obtener la salvación (Hechos 2:1-36). ¿Cómo llegaría un grupo tan pequeño a “gente de todas las naciones”? Desde una óptica humana era imposible, pero “para Dios todas las cosas son posibles” (Mateo 19:26). Los primeros cristianos tenían el respaldo del espíritu santo de Jehová y un marcado sentido de urgencia (Zacarías 4:6; 2 Timoteo 4:2). Por consiguiente, en apenas unas décadas, el apóstol Pablo pudo decir que las buenas nuevas se estaban declarando “en toda la creación que [estaba] bajo el cielo” (Colosenses 1:23).
 

 La adoración verdadera siguió expandiéndose durante la mayor parte del siglo primero. Sin embargo, tal como Jesús había profetizado, llegaría el momento en que Satanás sembraría “mala hierba” que eclipsaría al verdadero “trigo” cristiano hasta el tiempo de la siega, la cual tendría lugar muchos siglos después. Así sucedió tras la muerte de los apóstoles (Mateo 13:24-39).

¿Por qué no ver las Escrituras aquí?

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