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Sunday, October 21, 2012

Jesús, un dechado para seguirlo con sumo cuidado y atención



 

“De hecho, ustedes fueron llamados a este curso, porque hasta Cristo sufrió por ustedes, dejándoles dechado para que sigan sus pasos con sumo cuidado y atención.” (1 PEDRO 2:21.)
 

DURANTE un período de tres años y medio, Simón —quien llegó a ser conocido como Cefas, o Pedro— tuvo el privilegio de disfrutar de asociación íntima con Cristo Jesús. (Juan 1:35-42.) Después de haber sido discípulo por aproximadamente un año, fue nombrado uno de los 12 apóstoles. (Marcos 3:13-19.) Los relatos evangélicos muestran que Pedro era intrépido, impulsivo y expresivo. Fue él quien dijo que, prescindiendo de lo que ocurriera, jamás negaría a Cristo. Sin embargo, al verse bajo presión lo negó tres veces, tal como Jesús había profetizado. (Mateo 26:31-35; Marcos 14:66-72.)
 

 Pedro fue el apóstol que le dijo a Jesús: “Tú ciertamente no me lavarás los pies nunca”. Entonces, cuando Jesús lo amonestó, pasó al otro extremo y dijo: “Señor, no los pies solamente, sino también las manos y la cabeza”. (Juan 13:1-17.) Cuando Jesús fue arrestado, fue este mismo Simón Pedro quien tomó la acción denodada de desenvainar su espada y cortarle la oreja derecha a Malco, el esclavo del sumo sacerdote. Aquello también le trajo una reprensión de Jesús: “Mete la espada en su vaina. La copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?”. (Juan 18:10, 11.)
 

 ¿Qué indican estos incidentes, y otros, acerca de Pedro? Que muy a menudo no pensó ni razonó como Jesús. Además, que no siempre tuvo la mente de Cristo. Eso con frecuencia es cierto en nuestro propio caso. No enfocamos los asuntos de acuerdo con el modo de pensar de Jesús. Nuestra imperfecta naturaleza humana hace fallidas nuestras reacciones. (Lucas 9:46-50; Romanos 7:21-23.)
 

 No obstante, hubo cambios en lo que respecta a Pedro desde el Pentecostés en adelante. Movido por espíritu santo, encabezó la obra de predicar entre los judíos en Jerusalén. (Hechos, capítulos 2 a 5.) Bajo iluminación impartida por espíritu santo, también ajustó su pensar poniéndolo de acuerdo con la mente de Cristo con relación a los gentiles. (Hechos, capítulo 10.) Pedro mostró humildad, una cualidad que es esencial en nosotros si queremos estar en armonía con Cristo. (Mateo 18:3; 23:12.)

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