Ayúdelos para que regresen lo antes posible
EN CIERTA ocasión, un gran número de discípulos de Jesús se negaron a aceptar una de sus enseñanzas y lo abandonaron. Cuando él les dijo a sus apóstoles: "Ustedes no quieren irse también, ¿verdad?", Pedro contestó: "Señor, ¿a quién nos iremos? Tú tienes dichos de vida eterna" (Juan 6:51-69). En efecto, no había ningún otro lugar adonde acudir, pues el judaísmo ya no tenía "dichos de vida eterna". Y desde luego que hoy día no los tiene Babilonia la Grande, el imperio mundial de la religión falsa. Así pues, para los que se han alejado del rebaño de Dios pero todavía quieren agradar a Jehová, "ya es hora de que despierten del sueño" y regresen a la congregación (Rom. 13:11).
Jehová se interesó por las ovejas perdidas de Israel (léase Ezequiel 34:15, 16). De igual modo, los superintendentes cristianos quieren y deben ayudar a las ovejas que se han alejado del rebaño. Por eso, a veces le piden a un publicador que visite a un hermano inactivo que ha pedido ayuda para que estudien juntos alguna publicación. Ahora bien, ¿qué debe hacer el publicador si se entera de que ese hermano ha cometido un pecado grave? En vez de tratar de ayudarlo por su cuenta, el publicador debe animarlo a hablar con los ancianos. Si ve que no lo hace, entonces él mismo informará a los ancianos, pues son ellos quienes se encargan de los asuntos judiciales (Lev. 5:1; Gál. 6:1).
En el artículo anterior hablamos de la parábola que contó Jesús sobre el hombre que tenía 100 ovejas. Cuando se dio cuenta de que faltaba una, dejó a las 99 y se fue en su busca. ¡Qué alegría sintió al encontrarla! (Luc. 15:4-7.) La misma alegría sentimos hoy cuando una oveja de Dios vuelve al rebaño. Es probable que haya regresado gracias a las visitas de los ancianos y otros hermanos, quienes deseaban que volviera a disfrutar del apoyo, la protección y la bendición de Dios (Deu. 33:27; Sal. 91:14; Pro. 10:22). ¿Qué pudiera hacer usted si se le presentara la oportunidad de ayudar a alguien a regresar?
Una manera de animar a alguien a regresar a la congregación es recordándole bondadosamente que Jehová ama a sus ovejas y que no nos pide nada que no podamos hacer. Lo que nos pide es que estudiemos las Escrituras, asistamos a las reuniones y prediquemos las buenas nuevas del Reino, entre otras cosas. Tal vez sea conveniente leerle Gálatas 6:2, 5 y decirle que los cristianos podemos ayudarnos con nuestras cargas, pero que, claro está, "cada uno llevará su propia carga de responsabilidad" ante Jehová, pues nadie puede servir a Dios por nosotros.
¿Se sintieron agobiados por "las inquietudes de la vida"?
Si el hermano inactivo desea abrir su corazón, el anciano o el publicador que lo visita debe escucharlo atentamente, pues solo así sabrá cómo ayudarlo. Supongamos que usted es un anciano y visita a un matrimonio que lleva tiempo sin asistir a las reuniones a causa de "las inquietudes de la vida" (Luc. 21:34). Tal vez los problemas económicos o las obligaciones familiares los llevaron poco a poco a hacerse inactivos. Si le dicen que necesitan un respiro, tal vez podría mencionarles que la solución no está en aislarse (léase Proverbios 18:1). Podría preguntarles con tacto: "¿Son más felices desde que dejaron de asistir a las reuniones? ¿Ha mejorado su vida familiar? ¿Sienten todavía el gozo que tienen las personas que confían en Jehová?" (Neh. 8:10).
Este tipo de preguntas puede ayudar a los inactivos a comprender que desde que se alejaron de la congregación su espiritualidad se ha debilitado y ya no son tan felices (Mat. 5:3; Heb. 10:24, 25). Y quizá se den cuenta de que ya no sienten el gozo que sentían antes, cuando predicaban las buenas nuevas (Mat. 28:19, 20). ¿Qué deberían hacer entonces?
Jesús dijo: "Presten atención a sí mismos para que sus corazones nunca lleguen a estar cargados debido a comer con exceso y beber con exceso, y por las inquietudes de la vida [...]. Manténganse despiertos, pues, en todo tiempo haciendo ruego para que logren escapar de todas estas cosas que están destinadas a suceder" (Luc. 21:34-36). A quienes se han alejado pero quieren volver a sentir la felicidad de antes les podemos aconsejar que oren a Jehová pidiéndole su espíritu santo y ayuda, y animarlos a actuar en conformidad con sus oraciones (Luc. 11:13).
¿Los hizo tropezar alguien?
Como todos somos imperfectos, de vez en cuando se producen choques de personalidad en la congregación, lo cual puede hacer que algún hermano se sienta dolido y se aleje del pueblo de Dios. Hay quienes tropiezan cuando un miembro respetado de la congregación actúa en contra de los principios bíblicos. Si un anciano visita a un hermano que se alejó por este motivo, tal vez puede hacerle ver que no tiene ningún sentido cortar la relación con Dios y con su pueblo, puesto que Jehová no tiene la culpa de que alguien tropiece. ¿No sería mejor seguir sirviéndole con la confianza de que él, "el Juez de toda la tierra", sabe lo que ha ocurrido y se encargará del asunto de la mejor manera? (Gén. 18:25; Col. 3:23-25.) Si alguien tropezara literalmente y se cayera, no se quedaría en el suelo; trataría de levantarse enseguida, ¿no es cierto?
El anciano podría mencionarle que, con el tiempo, algunos cristianos se han dado cuenta de que el asunto por el que tropezaron en realidad no era tan grave. Es posible incluso que la piedra de tropiezo ya haya desaparecido. Por otro lado, hay personas que se ofenden cuando les aplican alguna medida disciplinaria. En esos casos, la oración y la meditación pueden ayudarles a reconocer que en realidad merecían algún tipo de disciplina y que no debían haberse resentido (Sal. 119:165; Heb. 12:5-13).
¿Les costó aceptar alguna enseñanza?
Hay quienes han dejado el rebaño de Dios porque no estaban de acuerdo con alguna enseñanza bíblica. En la antigüedad, los israelitas que fueron liberados del cautiverio egipcio olvidaron lo que Dios había hecho por ellos y "no esperaron su consejo" (Sal. 106:13). Tal vez sería útil recordarle al hermano que "el esclavo fiel y discreto" suministra excelente alimento espiritual (Mat. 24:45). De hecho, fue gracias a ese alimento que llegó a conocer la verdad. ¿No sería mejor que regresara a la senda de la verdad? (2 Juan 4.)
El anciano que está tratando de ayudar a un hermano inactivo podría hablarle de los discípulos de Jesús que lo abandonaron porque no estuvieron dispuestos a aceptar una de sus enseñanzas (Juan 6:53, 66). Al cortar la relación que tenían con Cristo y con los discípulos fieles, su espiritualidad y su gozo se vinieron abajo. ¿Y hoy día? ¿Acaso han encontrado los que se apartaron de la congregación otro lugar con alimento espiritual de calidad? No, porque no existe tal lugar.
¿Cometieron un pecado?
Algunos cristianos dejaron de predicar y de asistir a las reuniones porque cometieron un pecado grave. Y temen que si vuelven a la congregación y se lo confiesan a los ancianos, serán expulsados. Pero si ya no están practicando ningún pecado y están sinceramente arrepentidos, no serán expulsados (2 Cor. 7:10, 11). Al contrario, recibirán una cordial bienvenida, y los ancianos les darán la asistencia espiritual que necesiten.
Supongamos que se le ha pedido que visite a un hermano inactivo. ¿Qué debe hacer si este le confiesa que ha cometido un pecado grave? Como dijimos antes, es mejor que no trate de ayudarlo por su cuenta. Sugiérale que hable con los ancianos. Si el hermano no quiere hacerlo, usted tendría que seguir las instrucciones bíblicas para estos casos (léase Levítico 5:1). Así estaría mostrando que para usted son muy importantes tanto el nombre de Jehová como el bienestar espiritual de la congregación. Los ancianos sabrán cómo ayudar a quienes quieren regresar a la congregación y hacer la voluntad de Dios. Claro, quizá se necesite aplicar alguna medida disciplinaria, pero siempre se hará con amor (Heb. 12:7-11). Si el hermano reconoce que ha pecado contra Dios, deja de cometer el pecado y está sinceramente arrepentido, puede estar seguro de que recibirá la ayuda de los ancianos y el perdón de Jehová (Isa. 1:18; 55:7; Sant. 5:13-16).
El feliz regreso del hijo pródigo
Al ayudar a una oveja extraviada, se puede usar la parábola del hijo pródigo, que se encuentra en Lucas 15:11-24. En ella, Jesús nos habla de un joven que derrocha su herencia viviendo de manera inmoral. Pero con el tiempo llega a aborrecer su estilo de vida. Abatido por la nostalgia y con el estómago vacío, decide regresar a casa. Cuando su padre lo ve venir a lo lejos, siente una enorme alegría; sale corriendo a su encuentro y lo abraza y besa con ternura. Esta parábola podría motivar al cristiano que se ha alejado a regresar al rebaño. Puesto que este sistema de cosas pronto será destruido, debería volver a "casa" lo antes posible.
La mayoría de los que se alejan de la congregación no lo hacen exactamente como el hijo pródigo; más bien, se apartan poco a poco, como un bote a la deriva que va alejándose de la orilla. Como hemos visto, algunos están tan agobiados por las inquietudes de la vida que descuidan su relación con Jehová. Por otra parte, hay quienes tropiezan por la conducta de algún hermano o se van porque no están de acuerdo con cierta enseñanza bíblica. Y otros dejan la congregación porque han cometido algún pecado grave. Si ponemos en práctica las sugerencias de este artículo, podremos ayudar a quienes se han alejado por estas u otras razones a regresar antes de que sea demasiado tarde.
"¡Bienvenido a casa, hijo!"
Un superintendente comenta: "Nuestro cuerpo de ancianos trata de visitar a todos los inactivos. Recuerdo el caso de un hermano al que le había enseñado la verdad y que llevaba veinticinco años inactivo. Él estaba pasando por graves problemas, así que le expliqué cómo podrían ayudarle los principios bíblicos. Al cabo de un tiempo, empezó a asistir al Salón del Reino y aceptó un estudio bíblico, pues quería fortalecer su determinación de regresar a la verdad".
¿Por qué se había hecho inactivo aquel hermano? Él confiesa: "Me fui concentrando cada vez más en las cosas del mundo y descuidé mi relación con Jehová. Con el tiempo, dejé de estudiar, de predicar y de ir a las reuniones. Cuando vine a darme cuenta, ya no formaba parte de la congregación. Pero el interés sincero que me mostró el anciano me impulsó a volver". Los problemas de este hermano empezaron a disminuir cuando aceptó el estudio. "Me di cuenta —admite— de que en mi vida había un vacío: me faltaban el amor y la guía de Jehová y de su organización. "
¿Cómo lo recibió la congregación? "Me sentí como el hijo pródigo de la parábola de Jesús. De hecho, una hermana mayor que estaba en esa congregación hace treinta años y que todavía sigue allí sirviendo fielmente a Jehová me dijo: `¡Bienvenido a casa, hijo!'. Esas palabras me llegaron a lo más profundo del corazón. En efecto, aquella era mi verdadera casa. No tengo palabras para expresar lo agradecido que estoy por el cariño, la paciencia y el interés que me mostraron aquel anciano y toda la congregación. Su amor por Jehová y por los demás me ayudó a regresar al rebaño."
Anímelos a actuar de inmediato
Vivimos en los últimos días; el fin de este sistema de cosas es inminente. Por eso, anime a los inactivos a que comiencen ya mismo a asistir a las reuniones. Dígales que Satanás está tratando de arruinar su relación con Dios y de hacerles creer que tendrán menos presiones si abandonan la adoración pura. Recuérdeles que la única manera de sentir verdadero alivio de las presiones es siendo un discípulo fiel de Jesús (léase Mateo 11:28-30).
Ayúdeles a entender que Dios no nos pide nada que no podamos dar. Poco antes de la muerte de Jesús, María, la hermana de Lázaro, derramó sobre él un aceite perfumado muy costoso. Cuando algunas personas la criticaron, Jesús les dijo: "Déjenla [...]. Hizo lo que pudo" (Mar. 14:6-8). En otra ocasión alabó a la viuda pobre que hizo una pequeña contribución en el templo, pues ella también hizo lo que pudo (Luc. 21:1-4). La mayoría de nosotros podemos asistir a las reuniones y participar en la predicación del Reino. Y con la ayuda de Jehová, muchos que hoy son inactivos también podrán hacerlo.
Si el hermano que se ha alejado siente temor de volver a ver a sus hermanos, usted podría recordarle que cuando el hijo pródigo regresó a casa, fue recibido con gran alegría. Y lo mismo sucede hoy cuando alguien regresa al rebaño. Anímelo a oponerse al Diablo y acercarse a Dios (Sant. 4:7, 8).
A los que quieren regresar a Jehová les aguarda una cálida bienvenida (Lam. 3:40). Cuando servían a Dios, sin duda eran muy felices. Y si deciden volver a servirle, pueden estar seguros de que recibirán incontables bendiciones.
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