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Wednesday, January 19, 2011

Jesús sana a diez leprosos en su viaje final a Jerusalén


JESÚS frustra los esfuerzos del Sanedrín por matarlo cuando sale de Jerusalén y viaja a la ciudad de Efraín, quizás solo a 24 kilómetros (15 millas) al nordeste de Jerusalén. Allí permanece con sus discípulos, alejado de sus enemigos.

Sin embargo, se acerca el tiempo de la Pascua de 33 E.C., y pronto Jesús se pone en camino de nuevo. Viaja por Samaria y sube a Galilea. Esta es su última visita a esta región antes de su muerte. Mientras está en Galilea, probablemente él y sus discípulos se unen a otros que van encaminados a Jerusalén para celebrar la Pascua. Toman la ruta que cruza el distrito de Perea, al este del río Jordán.

Al principio del viaje, mientras Jesús entra en una aldea en Samaria o en Galilea, vienen a su encuentro diez leprosos. La lepra es una enfermedad terrible que poco a poco consume las partes corporales de la persona... los dedos de las manos y de los pies, las orejas, la nariz y los labios. Para que otros no se contagien, la Ley de Dios dice sobre el leproso: “Él debe taparse el bigote y clamar: ‘¡Inmundo, inmundo!’. Todo el tiempo que esté en él la plaga será inmundo. [...] Debe morar aislado”.

Los diez leprosos observan las restricciones de la Ley para los leprosos y permanecen lejos de Jesús. Sin embargo, claman con voz fuerte: “¡Jesús, Instructor, ten misericordia de nosotros!”.

Al verlos a lo lejos, Jesús manda: “Vayan y muéstrense a los sacerdotes”. Jesús dice esto porque la Ley de Dios autoriza a los sacerdotes a pronunciar curados a los leprosos que se han recuperado de su enfermedad. Así reciben aprobación para vivir de nuevo con personas sanas.

Los diez leprosos confían en los poderes milagrosos de Jesús. Por eso se apresuran a ir a ver a los sacerdotes, aunque todavía no han sido sanados. Mientras están de camino, su fe en Jesús es recompensada. ¡Empiezan a ver y sentir que se les devuelve la salud!

Nueve de los leprosos limpiados siguen su camino, pero el otro, un samaritano, regresa para buscar a Jesús. ¿Por qué? Por lo agradecido que está por lo que le ha sucedido. Alaba a Dios en voz alta, y cuando halla a Jesús, cae a sus pies y le da gracias.

Jesús, en respuesta, dice: “Los diez fueron limpiados, ¿no es verdad? Entonces, ¿dónde están los otros nueve? ¿No se halló ninguno que volviera atrás a dar gloria a Dios, sino este hombre de otra nación?”.

Entonces dice al samaritano: “Levántate y ponte en camino; tu fe te ha devuelto la salud”.
Cuando leemos sobre la curación de los diez leprosos por Jesús, debemos tomar a pecho la lección que da a entender su pregunta: “Entonces, ¿dónde están los otros nueve?”. La ingratitud que manifestaron los nueve es una falta grave. ¿Mostraremos agradecimiento nosotros, como el samaritano, por las cosas que recibimos de Dios, entre ellas la promesa segura de vida eterna en el justo nuevo mundo de Dios? (Juan 11:54, 55; Lucas 17:11-19; Levítico 13:16, 17, 45, 46; Revelación 21:3, 4.)

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