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Tuesday, March 1, 2011

¿Cuándo tuvo lugar la unción del “Santo de los Santos” predicha en Daniel 9:24?


 
Daniel 9:24-27 es una profecía sobre la aparición de “Mesías el Caudillo”, el Cristo. Por lo tanto, la predicha unción del “Santo de los Santos” no se refiere al ungimiento del Santísimo, la cámara más recóndita del templo de Jerusalén. Más bien, la expresión “Santo de los Santos” alude al santuario celestial de Dios —el Santísimo celestial— del gran templo espiritual de Jehová (Hebreos 8:1-5; 9:2-10, 23).
 
¿Cuándo empezó a funcionar el templo espiritual de Dios? Pues bien, veamos lo que sucedió cuando Jesús se presentó para ser bautizado, en 29 E.C. Desde ese momento de su vida en adelante cumplió las palabras de Salmo 40:6-8. El apóstol Pablo indicó posteriormente que Jesús había dicho a Dios en oración: “Sacrificio y ofrenda no quisiste, pero me preparaste un cuerpo” (Hebreos 10:5). Jesús sabía que Dios ‘no quería’ que se siguieran ofreciendo sacrificios animales en el templo de Jerusalén. En lugar de eso, Jehová le había preparado un cuerpo humano perfecto para que lo ofreciera en sacrificio. Jesús expresó su deseo sincero con las siguientes palabras: “¡Mira! He venido (en el rollo del libro está escrito de mí) para hacer tu voluntad, oh Dios” (Hebreos 10:7). ¿Cuál fue la respuesta de Jehová? El Evangelio de Mateo dice: “Después que Jesús fue bautizado, inmediatamente salió del agua; y, ¡mire!, los cielos se abrieron, y él vio descender como paloma el espíritu de Dios que venía sobre él. ¡Mire! También hubo una voz desde los cielos que decía: ‘Este es mi Hijo, el amado, a quien he aprobado’” (Mateo 3:16, 17).
 
El que Jehová Dios aceptara la presentación del cuerpo de Jesús para sacrificio significó que llegó a existir un altar mayor que el del templo de Jerusalén. Dicho altar era la “voluntad” o provisión de Dios para aceptar la vida humana de Jesús ofrecida en sacrificio (Hebreos 10:10). Con la unción de Jesús con espíritu santo, Dios trajo a la existencia el templo espiritual en su totalidad. De modo que en el momento en que se bautizó Jesús, se ungió, o apartó, la morada celestial de Dios como “el Santo de los Santos” del gran templo espiritual.

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