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Friday, June 24, 2011

Sirvamos a Dios con “un solo corazón y alma”


ES LA fiesta del Pentecostés del año 33 de nuestra era. Judíos y prosélitos procedentes de lugares tan lejanos como Roma, al oeste, y Partia, al este, han venido a Jerusalén para la ocasión. Ahora muchos de ellos se han reunido para escuchar a los discípulos de Jesucristo. Y aunque los discípulos de Jesús son galileos, les están hablando a la muchedumbre en diversos idiomas. Por eso, algunos de los visitantes están pasmados y preguntan: “¿Cómo es que oímos, cada uno de nosotros, nuestro propio lenguaje en que nacimos?” (Hech. 2:8).
 

El apóstol Pedro se pone de pie y explica por qué ha sucedido este milagro. La reacción a su mensaje es inmediata, y miles de los presentes se bautizan (Hech. 2:41). Aunque la congregación sigue aumentando con rapidez, permanece unida. El escritor bíblico Lucas dice que “la multitud de los que habían creído tenía un solo corazón y alma” (Hech. 4:32).
 

Miles de los que se bautizaron ese día querían prolongar su estadía en Jerusalén para aprender más acerca de su nueva fe. Pero no habían venido preparados para quedarse por mucho tiempo. Así que se estableció un fondo común temporal. ¿Cómo? Algunos creyentes voluntariamente vendieron sus posesiones y llevaron el dinero a los apóstoles para que se distribuyera a los que lo necesitaran (Hech. 2:42-47). ¡Qué magnífico espíritu de amor y generosidad!
 

Los cristianos verdaderos siempre han mostrado esa clase de espíritu. Hoy día, la congregación cristiana sigue sirviendo a Jehová unidamente, con “un solo corazón y alma”. Cada cristiano contribuye generosamente su tiempo, energías y recursos para predicar las buenas nuevas y promover los intereses del Reino de Dios

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