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Thursday, July 14, 2011

Se moldea al Israel antiguo


 

 Jehová no solo moldea a individuos sino también a naciones enteras. Por ejemplo, el antiguo Israel prosperaba cuando permitía que Jehová lo moldeara. Pero finalmente se endureció en un proceder de desobediencia. Por ello, el Formador de Israel trajo un “ay” sobre el pueblo (Isaías 45:9). En el siglo octavo antes de la era común, Isaías habló a Jehová sobre la extrema pecaminosidad de Israel. Dijo: “Oh Jehová, tú eres nuestro Padre. Nosotros somos el barro, y tú eres nuestro Alfarero; y todos somos la obra de tu mano [...]; y cada una de nuestras cosas deseables ha llegado a ser una devastación” (Isaías 64:8-11). Se había moldeado a Israel como un vaso apto solo para la destrucción.
 

 Un siglo más tarde, al acercarse el día de ajuste de cuentas, Jehová dijo a Jeremías que tomara un frasco de barro y fuera al Valle de Hinón con algunos de los ancianos de Jerusalén, y le mandó: “Tienes que quebrar el frasco ante los ojos de los hombres que van contigo. Y tienes que decirles: ‘Esto es lo que ha dicho Jehová de los ejércitos: “De la misma manera quebraré yo a este pueblo y a esta ciudad como quiebra alguien la vasija del alfarero de modo que ya no puede componerse”’” (Jeremías 19:10, 11).
 

 En 607 a.E.C. Nabucodonosor destruyó Jerusalén y su templo y se llevó a los judíos supervivientes cautivos a Babilonia. Pero después de setenta años de exilio se permitió regresar a los judíos arrepentidos para que reconstruyeran Jerusalén y su templo (Jeremías 25:11). Sin embargo, para el siglo primero de la era común, la nación había vuelto a abandonar al Gran Alfarero hasta el grado de cometer el mayor de los crímenes: asesinar al propio Hijo de Dios.

En 70 E.C. Dios se valió de la potencia mundial romana para poner fin al sistema de cosas judío devastando Jerusalén y su templo. La mano de Jehová nunca volvería a moldear a la nación de Israel como algo que tuviera “santidad y hermosura”.


Que sirva de advertencia a la renegada cristiandad, representada por el antiguo Israel, del juicio similar que le espera de parte de Jehová (1 Pedro 4:17, 18).

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