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Friday, November 25, 2011

¿Cómo nos ayudan los ángeles?



 

 Los ángeles ayudaron a muchos siervos de Dios, entre ellos a Abrahán, Jacob, Moisés, Josué, Isaías, Daniel, Pedro, Juan y Pablo, e incluso a Jesús. Además, ejecutaron sentencias divinas y transmitieron profecías e instrucciones, como las que contenía la Ley mosaica (2 Rey. 19:35; Dan. 10:5, 11, 14; Hech. 7:53; Rev. 1:1). 

Puesto que ahora disponemos de la Palabra de Dios completa, no parece que sea necesario que los ángeles comuniquen los mensajes divinos (2 Tim. 3:16, 17). Con todo, siguen muy ocupados efectuando la voluntad de Dios y apoyando a sus siervos, aunque no los veamos.
 

 La Biblia señala que “el ángel de Jehová está acampando todo en derredor de los que le temen, y los libra” (Sal. 34:7; 91:11). Puesto que Satanás ha cuestionado la integridad de los siervos de Dios, Jehová le permite ponernos a prueba de diversas maneras (Luc. 21:16-19). Sin embargo, Dios sabe en qué momento deja de ser necesario que siga la prueba, pues sabe cuándo ha quedado claramente demostrada nuestra fidelidad (léase 1 Corintios 10:13). 

Los ángeles siempre están alerta para intervenir si esa es la voluntad de Dios. Por ejemplo, rescataron a Sadrac, Mesac, Abednego, Daniel y Pedro. Ahora bien, los ángeles no impidieron las muertes de Esteban y Santiago a manos de sus enemigos (Dan. 3:17, 18, 28; 6:22; Hech. 7:59, 60; 12:1-3, 7, 11). 

¿Por qué razón? Porque las circunstancias y las cuestiones implicadas eran diferentes. De igual modo, aunque algunos de los hermanos que estaban en los campos de concentración nazis fueron ejecutados, Jehová hizo que sobreviviera la mayoría de ellos.
 

 La Biblia no dice que cada uno de nosotros tenga un ángel de la guarda. Lo que sí dice es que podemos orar a Dios con la seguridad de que “no importa qué sea lo que pidamos conforme a su voluntad, él nos oye” (1 Juan 5:14).

Claro está, Jehová puede enviar un ángel a socorrernos, pero quizá decida intervenir de otra manera. Por ejemplo, puede motivar a algún hermano para que nos ayude o consuele. O tal vez nos dé la sabiduría y la fortaleza para sobrellevar alguna “espina en la carne” que nos haga sentir como si nos estuviera abofeteando “un ángel de Satanás” (2 Cor. 12:7-10; 1 Tes. 5:14).






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