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Wednesday, November 2, 2011

En las Escrituras Hebreas



 

Uno de los primeros nombres que aparece en la Biblia es el de Set, que significa “Nombrado”. Su madre, Eva, explicó por qué se lo puso: “Dios ha nombrado otra descendencia en lugar de Abel, porque Caín lo mató” (Génesis 4:25). Lamec —un descendiente de Set— llamó a su hijo Noé, que quiere decir “Descanso” o “Consolación”. Y el propio Lamec reveló la razón: “Este nos traerá consuelo aliviándonos de nuestro trabajo y del dolor de nuestras manos que resulta del suelo que Jehová ha maldecido” (Génesis 5:29).
 

Hubo casos en los que Dios mismo modificó el nombre de algunas personas adultas con el fin de profetizar ciertos acontecimientos. Por ejemplo, Abrán (“Padre Es Ensalzado”) pasó a llamarse Abrahán, que quiere decir “Padre de una Multitud”. Y esta predicción se cumplió, pues de él procedieron muchas naciones (Génesis 17:5, 6). Otro ejemplo es el de su esposa, Sarai, nombre que posiblemente significa “Contenciosa”. Seguro que ella se alegró mucho cuando Dios le puso el nombre Sara (“Princesa”), el cual profetizaba que sería antecesora de reyes (Génesis 17:15, 16).
 

Por otro lado, Dios también eligió el nombre que tendrían algunos niños. A Sara y Abrahán les mandó que llamaran Isaac a su hijo. Este nombre —que significa “Risa”— les recordaría cómo reaccionaron al enterarse de que serían padres pese a su avanzada edad. Seguro que ambos, conforme veían a su querido hijo crecer y convertirse en un fiel siervo de Dios, sonreían al recordar el significado de su nombre (Génesis 17:17, 19; 18:12, 15; 21:6).
 

Raquel, la nuera de Isaac, eligió el nombre de su último hijo por un motivo muy diferente. Estando en su lecho de muerte, lo llamó Ben-oní, que significa “Hijo de Mi Duelo”. Pero su esposo, Jacob, le puso poco después otro nombre, Benjamín, que quiere decir “Hijo de la Diestra”. De esta forma indicó que el recién nacido gozaría del favor y del apoyo de otros (Génesis 35:16-19; 44:20).
 

En ocasiones era un rasgo físico lo que determinaba el nombre de la persona. Por ejemplo, uno de los hijos de Isaac y Rebeca nació cubierto de vello rojizo. Así que lo llamaron Esaú, que en hebreo significa “Velludo” (Génesis 25:25). Por otra parte, el libro bíblico de Rut cuenta que Noemí tenía dos hijos: Mahlón (“Enfermizo”, “Inválido”) y Kilión (“Fragilidad”). No se sabe si los llamaron así al nacer o después; en cualquier caso, sus nombres fueron apropiados, pues ambos murieron jóvenes (Rut 1:5).
 

En aquellos tiempos también era común que las personas cambiaran de nombre en algún momento de su vida. Así sucedió con la propia Noemí, cuyo nombre quiere decir “Mi Agradabilidad”. Al volver a Belén, ya no quería seguir llamándose así, pues se había quedado viuda y sin hijos. Por eso dijo: “No me llamen Noemí. Llámenme Mará [es decir, ‘Amarga’], porque el Todopoderoso me ha hecho muy amarga la situación” (Rut 1:20, 21).
 

Incluso se podía elegir el nombre de un bebé por algún suceso relevante ocurrido durante su nacimiento. Tal es el caso del nombre del profeta Ageo, que significa “Nacido en una Fiesta”.




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