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Wednesday, November 9, 2011

Jesús, nuestro Libertador


 

 La última noche que Israel pasó en Egipto, un ángel recibió la comisión de matar a todos los primogénitos que encontrara a su paso por el país, de modo que los hijos de los israelitas corrían grave peligro. Mediante Moisés, Jehová le informó a su pueblo que la única manera de salvarlos era tomando la sangre del cordero de Pascua y rociándola en el marco de la puerta de sus casas (Éxo. 12:1-13, 21-23). 

Los israelitas cumplieron estas instrucciones y salvaron a sus hijos. Después, cuando salieron del país, se vieron en graves aprietos, pues quedaron atrapados entre el mar Rojo y el ejército egipcio, que venía en su persecución. De nuevo, Jehová salvó a su pueblo mediante Moisés, quien milagrosamente partió en dos las aguas del mar (Éxo. 14:13, 21).
 

 Aunque estos actos de salvación fueron extraordinarios, no son nada comparados con el acto de liberación que Jehová realizó mediante su Hijo. Jesús es el medio por el cual los seres humanos obedientes han sido liberados de la esclavitud del pecado (Rom. 5:12, 18). Y esa “liberación [será] eterna” (Heb. 9:11, 12). 

De hecho, su propio nombre, Jesús, significa “Jehová Es Salvación”. Cristo, nuestro Salvador, no solo nos ha liberado del peso de los errores del pasado, sino que también ha abierto la puerta para que podamos disfrutar de un futuro mejor. Al liberarnos de la esclavitud del pecado, Jesús nos salva de la cólera divina y nos permite tener una amistad estrecha con Dios (Mat. 1:21).
 

 La liberación del pecado se traducirá en liberación de la enfermedad y la muerte, que son el triste resultado del pecado. Para imaginarnos mejor lo que experimentaremos cuando llegue ese día que Dios ya ha fijado, piense en lo que sucedió cuando Jesús fue a la casa de un hombre llamado Jairo, cuya hija de 12 años acababa de morir. Él le aseguró a Jairo: “No temas, solo muestra fe, y ella será salva” (Luc. 8:41, 42, 49, 50). 

Y fiel a su palabra, resucitó a la niña. ¿Puede imaginarse la alegría que sintieron sus padres? Entonces también puede imaginar la infinita alegría que sentiremos cuando “todos los que están en las tumbas conmemorativas” escuchen la voz de Jesús y vuelvan a la vida (Juan 5:28, 29). No cabe duda: Jesús es nuestro Libertador y Salvador (léase Hechos 5:31; Tito 1:4; Rev. 7:10).
 

 Nosotros podemos ayudar a la gente a beneficiarse de los actos de liberación de Jesús; por eso participamos en la obra de predicación y enseñanza (Isa. 61:1-3). Meditemos en el papel que cumple Jesús, el Moisés Mayor, en el cumplimiento del propósito divino; así se fortalecerá nuestra confianza en que nos libertará cuando destruya a este mundo malvado (Mat. 25:31-34, 41, 46; Rev. 7:9, 14).
 

 Jesús realizó actos extraordinarios que Moisés jamás hubiera podido realizar; por eso lo llamamos el Moisés Mayor. Sus profecías y su labor mediadora han beneficiado a toda la humanidad, y la liberación que hemos obtenido gracias a él no durará unos pocos años: será eterna. Ahora bien, hay otros siervos de Dios de la antigüedad que pueden enseñarnos mucho sobre él. El siguiente artículo explicará por qué podemos llamar a Jesús el David Mayor y el Salomón Mayor.


¿Por qué no ver las Escrituras aquí?   


 
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