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Thursday, December 29, 2011

Un mundo sin religión: ¿será un mundo mejor?


 

LOS nuevos ateos prevén un mundo sin religión: sin atentados suicidas, sin guerras religiosas y sin televangelistas que esquilmen a sus fieles. ¿Le atrae ese futuro?
 

Antes de responder, pregúntese: “¿Hay indicios de que el ateísmo universal pueda convertir nuestro planeta en un mundo mejor?”. Repasemos algunos datos. En su esfuerzo por imponer un estado marxista y ateo, los jemeres rojos asesinaron a más de un millón y medio de camboyanos. Por otro lado, en la atea Unión Soviética, la dominación de Stalin se tradujo en decenas de millones de muertos. Obviamente, no se puede culpar al ateísmo de dichas atrocidades, pero estas dan a entender que un estado ateo no garantiza la paz y la armonía.
 

Pocos negarán que la religión es la causa de mucho sufrimiento. ¿Pero tiene Dios la culpa? No. Dios es tan culpable del sufrimiento como lo sería un fabricante de automóviles del accidente que ocasionara un conductor que fuera hablando por teléfono. La humanidad sufre por muchas razones, una de las cuales es de mayor importancia que las creencias. La Biblia apunta a la imperfección heredada al decir: “Porque todos han pecado y no alcanzan a la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Esta inclinación al pecado tiende a fomentar en la gente egoísmo, soberbia, deseos de independencia moral y violencia (Génesis 8:21). Además la lleva a buscar razones para justificar y adoptar creencias que excusen el mal comportamiento (Romanos 1:24-27). Por eso advirtió Jesucristo: “Del corazón salen razonamientos inicuos, asesinatos, adulterios, fornicaciones, hurtos, testimonios falsos, blasfemias” (Mateo 15:19).
 

Una diferencia sustancial

A esta altura debe hacerse una distinción entre la religión verdadera —la única que Dios acepta— y la falsa. La religión verdadera ayudaría a la gente a luchar contra sus inclinaciones carnales; además, fomentaría el amor abnegado, la paz, la bondad, la apacibilidad, el autodominio, la lealtad al cónyuge y el respeto a los demás (Gálatas 5:22, 23). La religión falsa, por el contrario, tendería a acomodarse a la corriente popular, a ‘regalarle los oídos a la gente’, como dice la Biblia, haciendo la vista gorda ante los pecados que denunció Jesús (2 Timoteo 4:3).
 

¿Podría el ateísmo contribuir a la misma ambigüedad o confusión moral? La negación de Dios supone no tener ningún compromiso con la autoridad divina, así como “no estar bajo la obligación de respetar valores objetivos”, dice Phillip Johnson, profesor de Derecho. En consecuencia, la moralidad adquiere un carácter relativo, permitiendo que cada cual establezca sus propias normas, si acaso las desea. No es de extrañar, pues, que el ateísmo sea una filosofía de vida tan atrayente (Salmo 14:1).
 

No obstante, Dios no tolerará para siempre las mentiras —ateas o religiosas— ni a quienes las proclamen. Él promete: “Los rectos [en sentido moral y religioso] son los que residirán en la tierra, y los exentos de culpa son los que quedarán en ella. En cuanto a los inicuos, serán cortados de la mismísima tierra; y en cuanto a los traicioneros, serán arrancados de ella” (Proverbios 2:21, 22). El resultado final será algo que ningún hombre ni filosofía ni institución humana podría jamás lograr: la paz y felicidad universal (Isaías 11:9).






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