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Friday, February 3, 2012

Enseñanzas de Jesús sobre Dios


 

“Nadie conoce verdaderamente al Padre excepto el Hijo y aquellos a quienes el Hijo decide revelarlo.” (LUCAS 10:22, NUEVA TRADUCCIÓN VIVIENTE)
 

ANTES de nacer como ser humano, el Hijo primogénito de Dios pasó una inmensidad de tiempo en compañía de su Padre (Colosenses 1:15). Durante ese período llegó a conocer bien su mentalidad, sus sentimientos y su forma de actuar. Tanto es así que, cuando vino a la Tierra, quiso que la gente lo conociera mejor, y en eso puso todo su empeño. ¿Qué podemos aprender nosotros de lo que enseñó?
 

El nombre de Dios Jesús consideraba importantísimo que la gente conociera y empleara el nombre de Dios, Jehová. Su propio nombre, Jesús, significa “Jehová es Salvación”. Por eso, la noche antes de morir dijo orgulloso en una oración a su Padre: “Les he dado a conocer tu nombre” (Juan 17:26). En efecto, él usaba el nombre de Dios y se lo enseñaba a quienes lo escuchaban. Al fin y al cabo, ¿cómo iban a aprender la verdad sobre Jehová si no conocían su nombre ni su significado?*
 

Su inmenso amor En una ocasión, mientras oraba a Dios, Jesús dijo: “Padre, [...] me amaste antes de la fundación del mundo” (Juan 17:24). Jesús había aprendido lo que era ser amado por Dios mientras estuvo en los cielos; de ahí que, cuando vino a la Tierra, hiciera todo lo posible para que la gente apreciara este amor en sus múltiples facetas.
 

Para empezar, enseñó que Jehová ama a todos los seres humanos. “Tanto amó Dios al mundo —explicó— que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna.” (Juan 3:16.) El término griego que aquí se traduce “mundo” no se refiere al planeta Tierra, sino a la humanidad. De modo que fue su inmenso amor por los seres humanos lo que lo impulsó a sacrificar a su Hijo más querido. Así podría rescatar a sus siervos fieles del pecado y la muerte y darles la esperanza de vivir eternamente. Apenas podemos imaginarnos —mucho menos medir— la profundidad del amor de Dios (Romanos 8:38, 39).
 

Pero Jesús enseñó algo más: que Jehová también ama a cada uno de sus siervos por separado. Jesús comparó a su Padre con un pastor para quien cada oveja es única (Mateo 18:12-14). Asimismo explicó que ni siquiera puede caer un gorrión al suelo sin que Jehová lo sepa. Jesús dijo todavía más: “Los mismísimos cabellos de la cabeza de ustedes están todos contados” (Mateo 10:29-31). En resumidas cuentas, si Jehová muestra interés por un simple gorrión que no está en su nido, ¿cómo no se va a preocupar por cada uno de sus siervos? Y si cuenta todos nuestros cabellos, ¿cómo se le va a escapar alguna de nuestras necesidades, luchas y preocupaciones particulares?
 

Padre celestial Como vimos, Jesús es el Hijo unigénito de Dios. Por eso, no es de extrañar que en la mayoría de las ocasiones utilizara el título “Padre” para referirse a él. De hecho, las primeras palabras de Jesús registradas en la Biblia corresponden a una ocasión en que —estando en el templo, con solo 12 años de edad— lo llama “mi Padre” (Lucas 2:49). En los Evangelios se le aplica este título unas ciento noventa veces. Jesús lo utilizó con mucha frecuencia en expresiones como “Padre de ustedes”, “Padre nuestro” y “mi Padre” (Mateo 5:16; 6:9; 7:21). Así indicó que hasta seres humanos pecadores e imperfectos pueden forjar una relación muy estrecha y afectuosa con Jehová.
 

Misericordioso y perdonador Jesús sabía que, como personas imperfectas, necesitamos la misericordia de Dios. Por eso, en la parábola del hijo pródigo representó a Dios como un padre compasivo que recibe a su hijo arrepentido con los brazos abiertos (Lucas 15:11-32). Así es, Jehová busca cualquier indicio de arrepentimiento que le permita mostrarnos misericordia. ¿Por qué? Porque él de veras quiere perdonar a la persona arrepentida. Jesús declaró: “Les digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de arrepentimiento” (Lucas 15:7). ¿No le atrae un Dios tan compasivo?
 

Atento a nuestras oraciones Mientras estuvo en los cielos, Jesús aprendió que Jehová —a quien se le llama “Oidor de la oración”— quiere que sus siervos fieles le oren (Salmo 65:2). Por eso, cuando vino a la Tierra, enseñó a sus discípulos a orar. “No digas las mismas cosas repetidas veces”, aconsejó. Además, les dijo qué cosas podían pedirle a Dios: que se hiciera Su voluntad “como en el cielo, también sobre la tierra”, que les diera lo necesario para cada día, que perdonara sus pecados y que los ayudara a resistir las tentaciones (Mateo 6:5-13). Jesús dejó claro que Jehová es un Padre amoroso que responde las oraciones sinceras de sus siervos fieles (Mateo 7:7-11).
 

No cabe duda alguna: Jesús reveló la verdad sobre Jehová y la clase de Dios que es. Pero había algo más que Jesús quería dar a conocer: el medio que Dios emplearía a fin de cumplir su propósito para la Tierra y los seres humanos. Este fue, de hecho, el tema central de su predicación.
 

[Nota]*
 

El nombre Jehová aparece unas siete mil veces en los textos bíblicos originales. En Éxodo 3:14, Dios explica así el significado de su nombre: “Yo resultaré ser lo que resultaré ser”. Puesto que Dios puede hacer todo lo que estime necesario para que se cumpla su propósito, el significado de su nombre es una garantía de que siempre será fiel a su palabra y cumplirá todo lo que promete.





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