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Monday, March 12, 2012

Un modelo a pequeña escala del reinado de Cristo


 

 En su vejez, David no solo designó a su hijo como sucesor al trono, sino que dejó instrucciones precisas que el nuevo rey seguiría fielmente (1 Rey. 1:32-35; 2:1-3). Más tarde, Jehová se apareció en un sueño a Salomón y le dijo: “Solicita lo que debo darte”. Él pidió solo una cosa: “Tienes que dar a tu siervo un corazón obediente para juzgar a tu pueblo, para discernir entre lo bueno y lo malo”. Su humildad agradó a Dios, quien le concedió lo que había solicitado y mucho más (1 Rey. 3:5, 9-13).
 

 Gracias a la bendición de Jehová, durante el reinado salomónico tuvo lugar el período más extraordinario de paz y prosperidad que haya logrado un gobierno humano (1 Rey. 4:25). Entre quienes acudieron a ver cómo era la vida bajo este monarca estuvo la reina de Seba, que llegó acompañada de un gran séquito. La reina le hizo este comentario a Salomón: “Verdad ha resultado ser la palabra que oí en mi propio país [...], no se me había referido ni la mitad. Has superado en sabiduría y prosperidad las cosas [...] que escuché” (1 Rey. 10:1, 6, 7). No obstante, la sabiduría de este rey palidece ante la de Jesús, quien con toda justicia dijo de sí mismo: “¡Miren!, algo más que Salomón está aquí” (Mat. 12:42).


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