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Thursday, May 10, 2012

La apacibilidad y la gran paciencia fomentan la paz en la congregación



 

 (Léase Colosenses 3:12, 13.) Entre las cualidades que promueven la paz dentro de nuestra hermandad figuran la apacibilidad y la gran paciencia. Estos dos aspectos del fruto del espíritu nos permiten actuar con bondad, mantenernos calmados ante las provocaciones y no vengarnos si nos hablan o tratan con poca amabilidad. Cuando tenemos un problema con otro hermano, la gran paciencia nos ayuda a no dar por perdida la relación y, lo que es más, a hacer todo lo posible por reconciliarnos. Ciertamente, la apacibilidad y la gran paciencia son muy necesarias en la congregación, pues todos somos imperfectos.
 

 Recordemos a Pablo y Bernabé. Ambos poseían excelentes cualidades y llevaban años trabajando juntos en pro de las buenas nuevas. Sin embargo, en cierta ocasión se produjo entre ellos “un agudo estallido de cólera, de modo que se separaron el uno del otro” (Hech. 15:36-39). Este incidente subraya un hecho: incluso entre cristianos fieles se dan a veces diferencias. Si eso llega a sucedernos a nosotros, ¿cómo podemos evitar que el desacuerdo se convierta en una discusión acalorada y resulte en un distanciamiento permanente?
 

 La frase “un agudo estallido de cólera” indica que el enfrentamiento entre Pablo y Bernabé ocurrió de repente y fue muy intenso. ¿Cuál es la lección? Si estamos tratando un asunto con un hermano y vemos que nos estamos enojando, haremos bien en seguir el consejo de Santiago 1:19, 20: “Todo hombre tiene que ser presto en cuanto a oír, lento en cuanto a hablar, lento en cuanto a ira; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios”. Según las circunstancias, podemos tratar de cambiar de tema, dejar la conversación para otro momento o excusarnos y marcharnos antes de que se caldeen los ánimos (Pro. 12:16; 17:14; 29:11).
 

 ¿Cuáles son los beneficios de aplicar este consejo? Cuando nos damos tiempo para tranquilizarnos, orar a Jehová y pensar cómo debemos responder, permitimos que nos guíe el espíritu santo (Pro. 15:1, 28). Eso nos ayudará a manifestar apacibilidad y gran paciencia. Y así estaremos mejor preparados para seguir la exhortación de Efesios 4:26, 29: “Estén airados, y, no obstante, no pequen [...]. No proceda de la boca de ustedes ningún dicho corrompido, sino todo dicho que sea bueno para edificación según haya necesidad, para que imparta lo que sea favorable a los oyentes”. Sin duda alguna, al vestirnos de apacibilidad y gran paciencia, contribuimos a que reinen la paz y la unidad en la congregación.


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