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Saturday, May 19, 2012

“La tierna compasión de nuestro Dios”


 

 La compasión es otra faceta del amor de Jehová. ¿En qué consiste? En la Biblia encontramos una estrecha relación entre la misericordia y la compasión, a la que se alude con varias voces hebreas y griegas. Una de ellas es el verbo hebreo ra·jám, que suele traducirse “mostrar misericordia” y “tener piedad”. Este vocablo, que Jehová se aplica a sí mismo, está relacionado con el término para “matriz” y denota “compasión maternal”.
 

 La Biblia nos enseña en qué consiste la compasión de Dios comparándola con los sentimientos de una mujer para con su bebé. En Isaías 49:15 leemos: “¿Puede una madre olvidar a su niño de pecho, para no compadecerse [ra·jám] del hijo de sus entrañas? Aunque ella se olvide, yo nunca te olvidaré” (Nueva Reina-Valera). Cuesta creer que una mujer se olvide de alimentar y cuidar a su hijo lactante, quien está indefenso y requiere su atención día y noche. Pero, lamentablemente, no es raro oír de madres que incumplen sus deberes, sobre todo en estos “tiempos críticos” (2 Timoteo 3:1, 3). En cambio, Jehová dice: “Yo nunca te olvidaré”. La tierna compasión que siente por sus siervos es infinitamente más fuerte que el más entrañable afecto imaginable: el que suele tener la madre para con su pequeño.
 

 ¿Cómo muestra Jehová la compasión de un padre amoroso? Esta cualidad resulta evidente en el trato que dispensó al antiguo Israel. A finales del siglo XVI a.E.C., millones de israelitas vivían bajo el yugo opresor de los egipcios (Éxodo 1:11, 14). En medio de sus tribulaciones, imploraron la ayuda de Jehová. ¿Cómo respondió el Dios de la compasión?
 

 Jehová se conmovió y dijo: “He visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído el clamor de ellos [...]; porque conozco bien los dolores que sufren” (Éxodo 3:7). No pudo menos que apiadarse al ver sus padecimientos y oír sus clamores, pues es un Dios que demuestra empatía (la capacidad de sentir en sí mismo el sufrimiento ajeno), virtud muy relacionada con la compasión. Pero él no solo se condolió de su pueblo, sino que se sintió impulsado a auxiliarlo. Como indica Isaías 63:9: “En su amor y en su compasión él mismo los recompró”. “Con mano fuerte” rescató a los israelitas de Egipto (Deuteronomio 4:34). Luego les proporcionó alimento milagroso y los condujo libres a una tierra fértil que pasó a ser suya.
 

 Jehová no se compadece de sus siervos tan solo a nivel colectivo. Nuestro amoroso Dios se interesa profundamente por cada uno de nosotros y es consciente de todos nuestros sufrimientos. El salmista escribió: “Los ojos de Jehová están hacia los justos, y sus oídos están hacia su clamor por ayuda. Jehová está cerca de los que están quebrantados de corazón; y salva a los que están aplastados en espíritu” (Salmo 34:15, 18). ¿Cómo nos da Jehová ayuda individual? No es que necesariamente vaya a eliminar la causa del sufrimiento. Sin embargo, ha dispuesto muchísimos medios para beneficio de quienes imploran su auxilio. En su Palabra, la Biblia, ofrece consejos prácticos que pueden mejorar nuestra situación. En la congregación proporciona superintendentes capacitados en sentido espiritual que procuran reflejar la compasión divina al dar asistencia a sus hermanos en la fe (Santiago 5:14, 15). Además, el “Oidor de la oración” concede “espíritu santo a los que le piden” (Salmo 65:2; Lucas 11:13). Todas estas dádivas son expresiones de “la tierna compasión de nuestro Dios” (Lucas 1:78).
 

 ¿Verdad que es emocionante meditar en el amor de nuestro Padre celestial? El artículo anterior nos recordó que Jehová ha ejercitado con amor su poder, justicia y sabiduría a fin de beneficiarnos. Y en este hemos visto que él ha expresado directamente su amor por la humanidad —y por cada uno de nosotros— de formas extraordinarias. Por tanto, conviene que individualmente nos preguntemos: “¿Cómo responderé yo al amor de Jehová?”. Amémoslo con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerzas (Marcos 12:29, 30). Vivamos día tras día de tal modo que demostremos el sincero deseo de acercarnos cada vez más a él. ¡Y que Jehová, el Dios que es amor, se acerque cada vez más a nosotros, por toda la eternidad! (Santiago 4:8.)

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