Jesucristo, en su Sermón de la Montaña
Jesucristo corrigió a los judíos en el Sermón del Monte por su costumbre de jurar a la ligera o hacerlo por cualquier cosa. Había llegado a ser común el que jurasen por el cielo, la tierra, Jerusalén e incluso sus propias cabezas. Pero como el cielo era “el trono de Dios”; la tierra, su “escabel”; Jerusalén, su ciudad real, y la cabeza (o vida) de la persona depende de Dios, jurar por tales cosas equivaldría a hacerlo por el nombre de Dios. No podía tomarse a la ligera. Por ello Jesús dijo: “Simplemente signifique su palabra Sí, Sí, su No, No; porque lo que excede de esto proviene del inicuo”. (Mt 5:33-37.)
Con estas palabras Jesucristo no prohibió que se hiciesen juramentos, pues él mismo estaba bajo la Ley de Moisés, que requería jurar en ciertas circunstancias. De hecho, cuando a Jesús lo juzgaron, el sumo sacerdote lo puso bajo juramento, y él no objetó al juramento, sino que procedió a responder. (Mt 26:63, 64.) Lo que Jesús quería enseñar es que no deberían tenerse dos criterios. El obrar en armonía con la palabra dada debería considerarse como un deber sagrado y tendría que cumplirse como si fuese un juramento; uno sinceramente debería querer decir lo que dice. Jesús aclaró aún más el significado de sus palabras cuando expuso la hipocresía de los escribas y fariseos al decirles: “¡Ay de ustedes, guías ciegos!, que dicen: ‘Si alguien jura por el templo, no es nada; pero si alguien jura por el oro del templo, queda obligado’. ¡Necios y ciegos! ¿Cuál, de hecho, es mayor?: ¿el oro, o el templo que ha santificado el oro?”. Y luego: “El que jura por el cielo jura por el trono de Dios y por el que está sentado sobre él”. (Mt 23:16-22.)
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