¿ES USTED presa del estrés? En tal caso, no es el único. Vivimos en “tiempos críticos, difíciles de manejar”, y personas de todas las edades y clases sociales se ven afectadas por él. (2 Timoteo 3:1.) Algunos especialistas afirman que más de la mitad de las consultas que la gente hace al médico son motivadas por padecimientos relacionados con el estrés.
Sin embargo, no es que el estrés sea de por sí perjudicial. “De hecho —dice el director de una clínica para el tratamiento del estrés—, es la fuente de donde brota el entusiasmo, el deseo de vivir, la energía para realizar las tareas. Podemos sacar partido de él, si somos capaces de controlarlo.”
Por otro lado, el estrés puede ser devastador. Pues bien, ¿qué puede hacer si el estrés le está ocasionando problemas? A continuación ofrecemos algunos consejos basados en la sabiduría de la Biblia para ayudarle a atenuar sus efectos nocivos.
No espere más de lo razonable
“La expectación pospuesta enferma el corazón”, asegura la Biblia. (Proverbios 13:12.) Si nuestras expectativas nunca se cumplen, el estrés puede abrumarnos, como seguramente sucederá cuando las aspiraciones sean tan altas que sobrepasen la realidad.
Por ejemplo, los medios publicitarios han embaucado a muchas personas haciéndoles creer que la felicidad estriba en las posesiones materiales. El individuo que anhela lo que está por encima de sus posibilidades puede verse sometido a estrés y frustración. La Biblia aconseja: “Teniendo, pues, sustento y con qué cubrirnos, estaremos contentos con estas cosas”. (1 Timoteo 6:8.) Por lo tanto, aunque usted no tenga el automóvil, la casa o los muebles de sus sueños, muéstrese agradecido por lo que ya tiene. No aspire a tener más de lo que puede.
No ser realista en lo que se espera de la gente también puede generar estrés. Si bien es cierto que un patrón o supervisor tiene el derecho de esperar un rendimiento razonable de sus subordinados, sería absurdo que esperara perfección de ellos. Carlos, que trabaja de supervisor en una fábrica de Brasil, dice: “Hay que aceptar a los demás tal y como son. Si se espera de ellos más de lo que pueden dar, aumenta el estrés y todos se amargan la vida”. (Compárese con Jeremías 17:5-8.)
Controle el estrés producido por el deseo de logro
El diario Latin America Daily Post pone de manifiesto otro agente estresante, al decir que ‘el espíritu de competencia y la conducta orientada hacia el éxito suponen un factor de alto riesgo en el desarrollo de afecciones cardíacas’. Un joven contador confiesa: “Tengo mucho miedo de que en la oficina se evidencie alguna falta mía. Trabajo sin descanso, y me siento frustrado al ver que otros no reconocen mi labor”.
Salomón expresó lo siguiente acerca de la búsqueda de logro y reconocimiento: “Yo mismo he visto todo el duro trabajo y toda la pericia sobresaliente en el trabajo, que significa la rivalidad de uno para con otro; esto también es vanidad y un esforzarse tras el viento”. (Eclesiastés 4:4.)
La verdad es que ‘no son siempre los veloces los que ganan la carrera’ cuando se trata de ascender en el empleo o recibir reconocimiento. (Eclesiastés 9:11.) Una oficinista brasileña llamada Maria lo explicó de este modo: “Quizás alguien tenga las aptitudes necesarias, pero las circunstancias, o incluso el favoritismo, pueden impedir su ascenso”. (Compárese con Eclesiastés 2:21; 10:6.)
No aspire demasiado alto y reconozca sus limitaciones. En lugar de trabajar con el único objetivo de lograr un ascenso, hágalo por la satisfacción que el trabajo reporta. (Eclesiastés 2:24.) Aquel que vive obsesionado por el triunfo no solo pierde muchas de las delicias de la vida, sino que también puede terminar tan tenso que malogre sus propios intentos por alcanzar el éxito. De ahí que el Dr. Arnold Fox aconseje: “Querer ser el primero en su campo de actividad es una meta loable, pero no permita que esta idea domine su existencia. Si le vuelve la espalda al amor, la risa, el goce de la vida, o si su obsesión por triunfar es tal que olvida disfrutar de la vida, usted mismo se estará causando estrés”.
Qué más puede hacer
Otra forma de combatir las presiones del vivir diario es cultivando el sentido del humor. (Eclesiastés 3:4.)
No hay que ser comediante para tener una actitud alegre. “Un corazón que está gozoso hace bien como sanador, pero un espíritu que está herido seca los huesos.” (Proverbios 17:22.)
¿Tiene la costumbre de dejar las cosas para más tarde? Postergar los asuntos a la larga incrementa el estrés en vez de reducirlo. La Biblia aconseja: “No sean holgazanes en sus quehaceres”. (Romanos 12:11.) Elabore una lista, mentalmente o por escrito, de las tareas que debe hacer. (Proverbios 21:5.) Entonces determine cuáles tienen primacía y ponga manos a la obra.
¿Y si a pesar de sus mejores esfuerzos aún se siente tenso? Tal vez tenga que hacer todo lo posible por cambiar su modo de pensar. No repase continuamente los errores del pasado, pues ello puede añadir mucha tensión al presente. Un filósofo del siglo XIX escribió: “La vida solo puede entenderse mirando hacia atrás, pero debe vivirse mirando hacia delante”. Aun cuando podemos aprender de los errores, son nuestras acciones presentes las que conforman el futuro.
El rey David señaló el mejor remedio contra el estrés al orar a Jehová: “Las angustias de mi corazón se han multiplicado; de los apuros en que me hallo, oh, sácame”. (Salmo 25:17.) David buscó en Dios el alivio de sus angustias. Si usted aparta tiempo para leer la Palabra de Dios y reflexionar sobre ella, también se sentirá más cerca de él. En la medida en que vaya entendiendo sus propósitos, se sentirá motivado a dar a los intereses divinos el primer lugar en la vida, librándose así de muchas angustias innecesarias. (Mateo 6:31, 33.)
Aprenda a vivir solo el día presente. ¿Para qué añadir las inquietudes de mañana a las de hoy? Jesús dijo al respecto: “Nunca se inquieten acerca del día siguiente, porque el día siguiente tendrá sus propias inquietudes. Suficiente para cada día es su propia maldad”. (Mateo 6:34.)
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