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Monday, September 6, 2010

El Sermón del monte 2º parte


Misericordia a “los misericordiosos”

Después, en el Sermón del Monte, Jesús dijo: “Felices son los misericordiosos, puesto que a ellos se lesmostrará misericordia.”—Mat. 5:7.
La misericordia no es sencillamente un asunto de ejecutar actos caritativos, puesto que uno pudiera hacer eso con hipocresía. (Mat. 6:1, 2) “Los misericordiosos” son personas impulsadas por sentimientos genuinos de tierna compasión y simpatía para con los desafortunados, y quienes por lo tanto obran a favor de éstos. Jesús puso el ejemplo perfecto en este sentido. Repetidamente declaran las Escrituras que, antes de ejecutar milagros para aliviar el sufrimiento y la angustia, Jesús ‘se compadecía’ o ‘se enternecía.’—Mat. 14:14; 15:32-38; 20:34; Mar. 1:40-42; Luc. 7:13-15.
La misericordia se manifiesta de dos maneras: (1) en sentido judicial cuando las personas perdonan a los que transgreden contra ellas; (2) por hechos positivos de bondad, consideración y compasión que traen alivio a personas que están en desventaja.
A los cristianos se les dirige a ‘hacerse imitadores de Dios’ como Aquel que más prominentemente perdona libremente a los pecadores que se arrepienten. (Éxo. 34:6, 7; Sal. 103:10; Pro. 28:13; Efe. 4:31-5:2) De manera positiva, las personas que desean agradar a Dios deben estar dispuestas a dar cuanta ayuda puedan a las que sean víctimas de circunstancias desafortunadas. (Luc. 10:20-37) Una manera especialmente excelente de mostrar misericordia es por medio de compartir con otros la verdad bíblica. Notamos que cuando una muchedumbre de gente se encontró con Jesús cuando éste se disponía a obtener algún descanso, él “se enterneció por ellos, porque eran como ovejas sin pastor. Y comenzó a enseñarles muchas cosas.”—Mar. 6:34.
Los misericordiosos son “felices” porque ‘se les muestra misericordia.’ En un sentido experimentan esto en los tratos diarios con sus congéneres. El trato misericordioso que dan a otros impulsa a éstos a responder de la misma manera. (Luc. 6:38) Lo más importante es que Dios mostrará misericordia a los misericordiosos. Respecto a esto, Santiago escribe: “Porque al que no practica misericordia se le hará su juicio sin misericordia. La misericordia se alboroza triunfalmente sobre el juicio.” (Sant. 2:13) Cuando Dios las someta a juicio, las personas verdaderamente compasivas descubrirán que la misericordia que han extendido a otras personas en realidad triunfará sobre cualquier juicio adverso que Dios de otro modo pudiera traer contra ellas. (2 Tim. 1:16-18) Las oportunidades de obtener perdón de pecados y vida eterna son solo para las personas misericordiosas. “Si no perdonan a los hombres sus ofensas,” declaró Jesús, “tampoco perdonará su Padre las ofensas de ustedes.”—Mat. 6:15; 18:35.

Las felicidades 6 a 9
JESÚS declaró la ‘felicidad’ número seis de su Sermón del Monte como sigue: “Felices son los de corazónpuro, puesto que ellos verán a Dios.”—Mat. 5:8.
“Los de corazón puro” son personas interiormente limpias. Su pureza es una pureza de afectos, deseos, aprecio y motivos. Esto está en marcado contraste con lo que es limpieza simplemente externa o ceremonial. (Mat. 23:25-28; Mar. 7:3, 4) En vez de dar realce a los despliegues externos de piedad, las Escrituras animan a uno a desplegar “amor procedente de un corazón limpio y de una buena conciencia y de fe sin hipocresía.”—1 Tim. 1:5.
Los de corazón puro disfrutan de felicidad especialmente porque “verán a Dios.” Esto no significa necesariamente un ver literal con el ojo humano, porque ‘ningún hombre puede ver a Dios y todavía vivir.’ (Éxo. 33:20; Juan 1:18; 1 Juan 4:12) Pero hay otras maneras en las cuales los adoradores que tienen motivo correcto en la Tierra pueden ‘ver a Dios’ en la actualidad. Por ejemplo, el observar que Dios actúa a favor de uno debido a la integridad que uno despliega es una manera de ‘contemplar a Dios.’ (Job 19:26; 42:5) Las visitas al templo de Jerusalén para adorar se describen como ir a “ver el rostro de Jehová,” o presentarse uno delante de él.—Éxo. 34:24; Deu. 31:11; Isa. 1:12.
La palabra griega que Mateo usa para ‘ver’ también significa “ver con la mente, percibir, conocer.” Puesto que Jesús reflejaba perfectamente la personalidad de Dios, podía decir: “El que me ha visto a mí ha visto al Padre también.” (Juan 14:7-9) Los de corazón puro que aceptaron a Jesús como Mesías y le escucharon obtuvieron una profunda percepción de la personalidad de Dios. Al ejercer fe en el sacrificio expiador de pecados de Jesús obtuvieron perdón de pecados y una relación con Dios y pudieron rendir adoración aceptable delante de su trono. (Efe. 1:7) El ver a Dios en este sentido alcanzará su culminación para los cristianos ungidos por espíritu cuando lleguen al cielo, porque allí realmente verán a Dios y Cristo.—1 Juan 3:2; 2 Cor. 1:21, 22.
Sin embargo, la oportunidad de ver a Dios por medio de conocimiento exacto y adoración verdadera es solo para los de corazón puro. Las Escrituras muestran que los que practican el pecado no han visto a Dios y su hijo ni llegan a conocerlos. “El que hace el mal no ha visto a Dios.”—1 Juan 3:6; 3 Juan 11; Sal. 24:3, 4.

“Los pacíficos” llegan a ser hijos de Dios

Jesús dio como la séptima felicidad del Sermón del Monte: “Felices son los pacíficos, puesto que ellos seránllamados ‘hijos de Dios.’”—Mat. 5:9.
“Los pacíficos” se manifiestan tanto por lo que evitan como por lo que practican. Los individuos pacíficos no son agresivos o beligerantes; tampoco devuelven mal por mal cuando se les perjudica. (Rom. 12:14-21) Pero también hay un aspecto positivo con relación a la disposición de ellos.
La palabra griega para pacífico significa “pacificadores.” Ellos no solo se comportan pacíficamente, sino que hacen esfuerzos extraordinarios por establecer paz y concordia entre partes que contienden. Rehúsan participar en lo que sirva para ‘separar a los que están familiarizados entre sí,’ y no toleran tal cosa como si ellos voluntariamente se cegaran a ella. (Pro. 16:28; 17:9) Por palabra y ejemplo estimulan la apacibilidad tanto dentro de la congregación cristiana como fuera de ella.—Rom. 14:19; Heb. 12:14.
Los pacíficos son felices, “puesto que ellos serán llamados ‘hijos de Dios.’” Disfrutan de una relación íntima con Dios como hijos de él. Sin embargo, el mantener esta relación exige imitar las cualidades de la personalidad de Dios, entre las cuales está la apacibilidad. (2 Cor. 13:11; Fili. 4:9; 1 Tes. 5:23; Heb. 13:20; Sant. 3:17) Cualquiera que desamoradamente continúa en enemistad con su congénere “no se origina de Dios.”—1 Juan 3:10.
En el día de Jesús los judíos creían que eran hijos de Dios por ser Sus criaturas humanas. (Isa. 64:8) Pero Jesús mostró que esto no era cierto ni aunque eran descendencia natural de Abrahán. (Juan 8:39, 41) De hecho, a algunos Jesús declaró: “Ustedes proceden de su padre el Diablo.” (Juan 8:44) Puesto que de Adán, quien fue creado como “hijo de Dios” terrestre, toda la humanidad heredó el pecado, el estar en relación de hijo con Dios no ha llegado a ser cosa automática.—Rom. 3:23; 5:12; Luc. 3:38.
Solo a los individuos pacíficos que aceptaron a Jesús como el Mesías y portador de pecados se les dio “autoridad de venir a ser hijos de Dios, porque ejercían fe en su nombre.” (Juan 1:12; Isa. 53:12; 1 Ped. 2:24) La “grande muchedumbre” de “otras ovejas” pacíficas de Jesucristo el Pastor Excelente lo tendrán como su “Padre Eterno” durante Su reinado milenario, pero al fin de éste él los entregará a su propio Padre celestial para que lleguen a ser la prole de Dios.—Rev. 7:9-17; Juan 10:14-16; Isa. 9:6; 1 Cor. 15:27, 28.

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