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Friday, February 11, 2011

LOT


Sobrino de Abrahán (Abrán), hijo de su hermano Harán y nieto de Taré. (Gé 11:27.)


Harán, el padre de Lot, murió en Ur de los caldeos. Por lo tanto, Lot salió de Ur con su abuelo Taré y sus tíos Abrán y Sarai. Más tarde, Taré murió en Harán. (Gé 11:28, 31, 32.) Luego Lot viajó a Canaán con Abrán y Sarai, después los acompañó a Egipto y también salió con ellos de ese país. (Gé 12:4, 5; 13:1.) 


Debido a que las posesiones de Lot y Abrán habían aumentado notablemente, cuando regresaron a Canaán la tierra no podía sostenerlos a todos. Además, surgieron riñas entre sus manaderos. (Gé 13:5-7.) Como Abrán no deseaba que esta situación continuase, sugirió que se separaran, y le dio a su sobrino la oportunidad de escoger su tierra. Lot seleccionó una zona bien regada, todo el distrito del bajo Jordán. 


Trasladó su campamento al E. y finalmente asentó su tienda cerca de Sodoma. (Gé 13:8-12.) Pero Lot no se volvió como los habitantes de Sodoma. Demostró ser un “hombre justo” que “por lo que veía y oía mientras moraba entre ellos de día en día, atormentaba su alma justa a causa de los hechos desaforados de ellos”. (2Pe 2:8.)


Cuando cuatro reyes invasores confederados derrotaron a cinco reyes locales, incluido el rey de Sodoma, los vencedores saquearon la ciudad y tomaron cautivo a Lot. Una vez que Abrán se enteró del apuro de Lot, “juntó en formación militar” a 318 esclavos, derrotó a los captores, recuperó todos los bienes y rescató a Lot. (Gé 14:1-16.)


Visitado por ángeles. 


Más tarde, Lot extendió hospitalidad a dos ángeles que le visitaron justo antes de la destrucción de Sodoma. Pero los hombres de la ciudad rodearon su casa y pidieron que les sacase a los visitantes con propósitos inmorales. Lot intentó proteger a sus invitados incluso hasta el punto de ofrecer a la chusma a sus dos hijas vírgenes. La chusma enfurecida se echó sobre Lot, pero sus visitantes angélicos lo introdujeron en la casa e hirieron con ceguera a los malvados habitantes de Sodoma. (Gé 19:1-11.)


Librado de Sodoma.


 Luego los ángeles le informaron a Lot que el clamor contra los habitantes de Sodoma se había hecho fuerte delante de Jehová y que a ellos se les había enviado para destruir la ciudad. Tal como se le mandó, Lot advirtió a los que iban a ser sus yernos (compárese con Gé 19:8, 14), pero ellos no prestaron atención a sus palabras. (Gé 19:12-14.) Al amanecer, los dos ángeles le instaron a que se marchase de inmediato y que se diese prisa, y asieron las manos de Lot, su esposa y sus dos hijas. Los ángeles aceptaron la solicitud de Lot y le permitieron huir a la cercana ciudad de Zóar. Cuando Lot llegó allí, Jehová trajo una destrucción ardiente sobre Sodoma y Gomorra. Sin embargo, la esposa de Lot (cuyo nombre no se menciona en las Escrituras) desobedeció y “empezó a mirar alrededor desde detrás de él”, pues quizás anhelaba las cosas que había dejado. Debido a ello, “se convirtió en columna de sal”. (Gé 19:15-26.)


Más tarde, Lot salió de Zóar y empezó a morar en una cueva de una región montañosa. Como los que iban a ser yernos de Lot habían muerto en Sodoma, sus dos hijas no tenían cónyuge, de modo que hicieron que su padre tuviera relaciones sexuales con ellas inconscientemente mientras estaba borracho. Lo hicieron con el fin de conservar prole para su padre. Como resultado, cada una tuvo un hijo, de los que descendieron los moabitas y los ammonitas. (Gé 19:30-38, nota; Dt 2:9, 19.)


Una advertencia.


 La autenticidad del relato bíblico concerniente a Lot está atestiguada por Jesucristo. Él dijo que “en los días del Hijo del hombre”, o durante su presencia, las circunstancias serían semejantes a las de los días de Lot, cuando las personas comían, bebían, compraban, vendían, plantaban y edificaban con total indiferencia, hasta que llovió fuego y azufre del cielo y las destruyó a todas. Cristo también dijo que en ese tiempo futuro las personas no deberían volver a las cosas de atrás, y para mostrar las terribles consecuencias de hacerlo, citó un impresionante ejemplo: “Acuérdense de la esposa de Lot”. (Lu 17:26-32.)

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