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Wednesday, June 1, 2011

No guardemos rencor


PUDIERA parecer que hoy es más difícil que nunca evitar el rencor cuando se nos ofende. La Biblia contiene consejo práctico para este tipo de situaciones. “Estén airados —escribió el apóstol Pablo—, y, no obstante, no pequen; que no se ponga el sol estando ustedes en estado provocado.” (Efesios 4:26.)
 
Es normal sentir cierta indignación cuando nos agravian. El consejo de Pablo de ‘estar airados’ implica que el enojo puede ser justo en ciertas ocasiones, por ejemplo, cuando no se recibe el trato debido o se emite un veredicto injusto. (Compárese con 2 Corintios 11:29.) 

Pero si no se zanjan los asuntos, hasta la indignación justificada puede tener consecuencias funestas e inducirnos a cometer un pecado grave. (Génesis 34:1-31; 49:5-7; Salmo 106:32, 33.) Por ello, ¿qué podemos hacer si vemos que la ira germina en nosotros?
 
Cuando las ofensas son de poca monta, podemos resolver la dificultad en nuestro corazón ‘y callar’, o bien tratarla con el ofensor. (Salmo 4:4; Mateo 5:23, 24.) En todo caso, lo mejor es solucionarla cuanto antes para que no se encone el rencor y resulte en algo lamentable. (Efesios 4:31.)
 
Jehová perdona con liberalidad nuestros pecados, hasta si, por desconocimiento, no tenemos constancia de ellos. De modo que ¿no podemos nosotros perdonar a nuestros congéneres errores de poca gravedad? (Colosenses 3:13; 1 Pedro 4:8.)
 
Es interesante que la palabra griega para “perdonar” significa literalmente “dejar marchar”. El perdón no exige que restemos importancia a la falta o la excusemos. 

A veces bastará con dejar pasar la situación al comprender que el resentimiento vale únicamente para agravar el malestar y desunir a la congregación cristiana. Además, puede ser perjudicial para la salud. (Salmo 103:9.)

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