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Sunday, December 25, 2011

¿Siguen vigentes todas las partes de la Biblia?



 

“Aparte de proporcionar algunos detalles útiles para resolver crucigramas o contestar preguntas en los concursos, el valor de la Biblia para el hombre moderno es mínimo.”
 

“Las referencias bíblicas a los linajes familiares, a la virginidad y al temor a Dios eran conceptos importantes en la cultura de tiempos bíblicos, pero tienen escasa relevancia en el siglo XXI.”
 

“La Biblia ya estaba pasada de moda antes de imprimirse por primera vez.”
 

ESTOS comentarios se tomaron recientemente de un sitio de Internet que analizaba el tema “¿Es la Biblia algo pasado de moda y sin importancia?”. ¿Qué piensa usted? ¿Está de acuerdo con dichas opiniones?
Es posible que no concuerde con tal rechazo radical a la Biblia, pero aún se pregunte si todo lo que dice ese libro sigue teniendo vigencia. Después de todo, las Biblias utilizadas en la mayoría de las iglesias se dividen en los comúnmente llamados Antiguo Testamento y Nuevo Testamento, con lo que se da la impresión de que más de las tres cuartas partes de la Biblia son antiguas, que están pasadas de moda.
 

Ya nadie ofrece los sacrificios animales prescritos en la Ley mosaica. Entonces, ¿qué sentido tiene conservar todos los detalles relativos a dichos sacrificios que aparecen en el libro de Levítico? (Levítico 1:1–7:38.) ¿Y qué hay de los primeros capítulos del libro de 1 Crónicas, dedicados casi por entero a listas genealógicas? (1 Crónicas 1:1–9:44.) Si en la actualidad nadie puede relacionar su genealogía con ninguna de las personas mencionadas en esos capítulos, ¿de qué sirven tales listas?
 

Pues bien, supongamos que usted toma una manzana de un árbol. Cuando ya tiene la manzana, ¿pierde su valor el árbol que la produjo? No si usted quiere más manzanas. En ciertos aspectos, la Biblia es como ese árbol de manzanas. Algunas de sus partes, como los Salmos o el Sermón del Monte, pudieran parecer fáciles de alcanzar y especialmente “sabrosas”. Aunque nos podrían gustar muchísimo esas partes —igual que nuestra fruta favorita—, ¿deberíamos despreciar las demás? ¿Qué dice la propia Biblia sobre este asunto?
 

Alrededor del año 65 de nuestra era, el apóstol Pablo escribió su segunda carta a Timoteo, en la que le recordó lo siguiente: “Desde la infancia has conocido los santos escritos, que pueden hacerte sabio para la salvación mediante la fe relacionada con Cristo Jesús”. A continuación afirmó: “Toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa para enseñar, para censurar, para rectificar las cosas, para disciplinar en justicia” (2 Timoteo 3:15, 16). Cuando el apóstol señaló que “toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa”, ¿se estaba refiriendo solamente al Nuevo Testamento?
 

Observemos la referencia de Pablo a que Timoteo había conocido “los santos escritos” desde “la infancia”. Si, como algunos creen, Timoteo tenía unos 30 años cuando se escribió esta carta, entonces era un niño cuando murió Jesús. Y por entonces aún no se había escrito ninguna parte del Nuevo Testamento, o Escrituras Griegas. La madre de Timoteo era judía, así que los santos escritos que ella le había inculcado de niño tuvieron que ser del Viejo Testamento, o Escrituras Hebreas (Hechos 16:1). La referencia de Pablo a “toda Escritura” sin duda incluía el Antiguo Testamento completo, con las normas para los sacrificios y las genealogías.
 

Más de mil novecientos años después seguimos beneficiándonos de esas porciones de la Biblia de varias maneras. En primer lugar, ni siquiera tendríamos la Biblia si Dios no se hubiera encargado de que un pueblo escogido por él la escribiera y preservara (Romanos 3:1, 2). En el antiguo Israel, la Ley mosaica no solo era una reliquia sagrada que debía conservarse para futuras generaciones, sino que era la constitución nacional. 

Ciertos detalles de la Ley que podrían parecer innecesarios en la actualidad fueron esenciales para la supervivencia y el buen funcionamiento del antiguo Israel. Además, los registros genealógicos de la Biblia resultaron necesarios para identificar al Mesías, de quien se predijo que sería descendiente directo del rey David (2 Samuel 7:12, 13; Lucas 1:32; 3:23-31).
 

Aunque los cristianos no están bajo la Ley mosaica, han de ejercer fe en el Mesías prometido, Jesucristo. Las antiguas genealogías conservadas en la Biblia demuestran que Jesús fue sin lugar a dudas el prometido “hijo de David”. Y los detalles relativos a los sacrificios profundizan nuestro aprecio y fortalecen nuestra fe en el valor de un sacrificio mucho más importante, el de Jesús (Hebreos 9:11, 12).
 

Pablo escribió lo siguiente a la congregación cristiana de Roma del siglo primero: “Todas las cosas que fueron escritas en tiempo pasado fueron escritas para nuestra instrucción, para que mediante nuestro aguante y mediante el consuelo de las Escrituras tengamos esperanza” (Romanos 15:4). Este texto nos recuerda que la Biblia se escribió para nuestro beneficio, pero no solo para eso. Durante más de tres mil quinientos años, sus palabras inspiradas han guiado, instruido y corregido al pueblo de Dios: en el desierto del Sinaí, en la Tierra Prometida, en el exilio en Babilonia, bajo el Imperio romano, y ahora por toda la Tierra. 

No puede hacerse una afirmación similar sobre ningún otro libro. Como las raíces de un manzano, el valor de ciertas partes de la Biblia podría ser difícil de apreciar a simple vista. Puede que haga falta excavar un poco para encontrar dicho valor, pero el esfuerzo recibirá una hermosa recompensa.


¿Por qué no ver las Escrituras aquí?

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