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Wednesday, May 30, 2012

Sacrificios que Dios aprueba


 

 El pacto de la Ley establecía que, para conseguir el favor de Dios, había que hacerle ofrendas que fueran gratas a sus ojos. Así, leemos en Levítico 19:5 que los israelitas debían presentar el “sacrificio de comunión a Jehová” de tal modo que les permitiera “granjearse [su] aprobación”. Y ese mismo libro indica que tenían que ofrecerle el “sacrificio de acción de gracias” de tal forma que pudieran “granjearse [su] aprobación” (Lev. 22:29). Cada vez que los israelitas presentaban sobre el fuego del altar un sacrificio animal digno, el humo que se elevaba era para Jehová como un “olor conducente a descanso” (Lev. 1:9, 13). Dicho de otro modo, aquellas expresiones de amor de sus siervos le producían sosiego y placer (Gén. 8:21, nota). Estos detalles de la Ley nos enseñan un principio aplicable hoy: recibiremos la aprobación de Jehová si le ofrecemos los sacrificios que le agradan. Pero ¿cuáles son estos sacrificios? Centrémonos en dos facetas: nuestras acciones y nuestras palabras.
 

 El apóstol Pablo escribió a los cristianos de Roma: “Presenten sus cuerpos como sacrificio vivo, santo, acepto a Dios, un servicio sagrado con su facultad de raciocinio” (Rom. 12:1). Como vemos, si deseamos recibir el favor divino, debemos mantener nuestro cuerpo en un estado que Jehová acepte. Él lo rechazaría como sacrificio si lo estuviéramos contaminando con el abuso del alcohol o el consumo de tabaco, hojas de coca, nueces de betel u otras drogas (2 Cor. 7:1). También lo consideraría ofensivo si tuviéramos una conducta inmoral, pues “el que practica la fornicación peca contra su propio cuerpo” (1 Cor. 6:18). Ciertamente, es preciso que los hombres y mujeres que desean agradar a Dios sean “santos [...] en toda su conducta” (1 Ped. 1:14-16).
 

 Otro sacrificio que Jehová recibe con gusto tiene que ver con la facultad del habla. Así es, las personas que aman a Dios siempre hablan bien de él, dentro y fuera de casa (léase Salmo 34:1-3). Al leer los Salmos 148 a 150, observamos con cuánta frecuencia se nos invita a alabarlo. No hay duda: “la alabanza [a Jehová] es propia”, siempre y cuando venga “de parte de los rectos” (Sal. 33:1). Una excelente manera de glorificar a nuestro Padre celestial es participando en la predicación de las buenas nuevas, obra a la que concedió gran importancia Jesús, nuestro Modelo (Luc. 4:18, 43, 44).
 

 Al trabajar con celo en el ministerio, damos prueba de que amamos a Dios y anhelamos su aprobación. Pensemos en la exhortación que dirigió Oseas a los israelitas que habían perdido el favor divino por practicar la religión falsa (Ose. 13:1-3). El profeta los invitó a rogarle a Jehová: “Dígnate perdonar el error; y acepta lo que es bueno, y ciertamente ofreceremos en cambio los toros jóvenes de nuestros labios” (Ose. 14:1, 2).
 

 ¿Qué simbolizan “los toros jóvenes de nuestros labios”? Dado que el toro era el animal más valioso que podía sacrificar un israelita, esta expresión se refiere a las palabras sinceras y bien meditadas con las que se alaba al Dios verdadero. ¿Cómo respondía Jehová a quienes le hacían tales dádivas? Él mismo dio la respuesta: “Los amaré de mi propio albedrío” (Ose. 14:4). Como vemos, por su propio deseo y voluntad, Dios brindaba su perdón, su aprobación y su amistad a quienes le hacían dichos sacrificios de alabanza.
 

 Los verdaderos siervos de Dios siempre se han distinguido por alabarlo públicamente. Para el salmista era tan importante darle gloria que le dirigió esta súplica: “Por favor, complácete en las ofrendas voluntarias de mi boca, oh Jehová” (Sal. 119:108). ¿Qué puede decirse de la actualidad? Refiriéndose al sinnúmero de adoradores de nuestros tiempos, Isaías predijo: “Las alabanzas de Jehová anunciarán” y “con [la] aprobación [de él] subirán [sus ofrendas] sobre [su] altar” (Isa. 60:6, 7). Hoy, millones de cristianos cumplimos estas palabras al ofrecerle el “sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de labios que hacen declaración pública de su nombre” (Heb. 13:15).
 

 ¿Qué hay de usted? ¿Está haciendo ofrendas que complacen a Dios? Si no es así, ¿realizará los cambios precisos y comenzará a alabarlo en público predicando las buenas nuevas? Ese sacrificio de alabanza será una muestra de fe, por lo que le resultará “más grato a Jehová que un toro” (léase Salmo 69:30, 31). Tenga la seguridad de que el “olor conducente a descanso” de esa ofrenda llegará hasta su trono, y él le concederá su aprobación (Eze. 20:41). ¡Qué gozo sin par podrá sentir entonces!


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