¡Vete, Satanás! Porque está escrito: “Es a Jehová tu Dios a quien tienes que adorar, y es solo a él a quien tienes que rendir servicio sagrado” (Mat. 4:10).
Una de las tentaciones que Satanás le presentó a Jesús en el desierto fue ofrecerle poder político. Le mostró todos los reinos del mundo y su gloria y le dijo: “Todas estas cosas te las daré si caes y me rindes un acto de adoración” (Mat. 4:8, 9). Aquí vemos al Diablo tratando sin ningún escrúpulo de conseguir la adoración que le corresponde a Jehová y de hacer que Jesús sea desleal a su Padre. Fue ese intenso deseo de ser adorado lo que había llevado en un principio a aquel ángel a alejarse de Jehová y convertirse en un ser vil, despreciable y codicioso (Sant. 1:14, 15). Jesús, por el contrario, estaba decidido a serle fiel a su Padre celestial, y por eso contestó con las palabras que leemos en el texto de hoy. El Hijo de Dios no quería nada que perteneciera al mundo de Satanás. ¡Jamás adoraría a ese traidor! (Deu. 6:13; 10:20.)
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