Confía en Jehová con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento (Pro. 3:5).
Muchos siervos de Dios de la era precristiana demostraron que para ellos la autoridad de Dios estaba por encima de la de los hombres. Moisés “rehusó ser llamado hijo de la hija de Faraón, escogiendo ser maltratado con el pueblo de Dios”, a pesar de que eso le atrajo “la cólera del rey” (Heb. 11:24, 25, 27). José rechazó las proposiciones de la esposa de Potifar, aun sabiendo que esta podía tomar represalias contra él (Gén. 39:7-9). Y Daniel “se resolvió en su corazón a no contaminarse con los manjares exquisitos del rey”, aunque al oficial principal de la corte babilónica le costara trabajo aceptar su posición (Dan. 1:8-14). Estos casos nos muestran que en el pasado hubo siervos de Dios que adoptaron una postura firme a favor de lo que es recto, sin importar cuáles fueran las consecuencias. Ellos no cedieron ante otros seres humanos para ganarse su favor.
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