¿Quieres tener buenos amigos?
CASI todo el mundo desea tener buenos amigos. Poder contarle nuestras experiencias a una persona allegada enriquece la vida. Pero ¿cómo se consiguen amigos de verdad? Hace casi dos mil años, Jesús enseñó que el éxito en las relaciones humanas se funda en el amor altruista. Dijo: “Así como quieren que los hombres les hagan a ustedes, háganles de igual manera a ellos” (Lucas 6:31). Esta norma, llamada generalmente la Regla de Oro, muestra que para disfrutar de buenas amistades, uno tiene que ser generoso y desinteresado. Dicho simple y llanamente: para tener amigos, primero hay que ser amigo. ¿Cómo se logra esto?
Una entrañable amistad no nace de la noche a la mañana. Después de todo, un amigo es mucho más que un conocido: es alguien a quien uno se apega emocionalmente; de ahí que desarrollar y afianzar vínculos estrechos requiera esfuerzos. La amistad a menudo exige anteponer el bienestar del amigo a la conveniencia propia. Los amigos no solo comparten las alegrías, sino también las desilusiones y las tristezas.
Demostramos que nuestra amistad es sincera cuando damos apoyo emocional y práctico al que lo necesita. Proverbios 17:17 afirma: “Un compañero verdadero ama en todo tiempo, y es un hermano nacido para cuando hay angustia”. De hecho, los lazos de amistad pueden ser incluso más fuertes que los lazos familiares. SegúnProverbios 18:24, “existen compañeros dispuestos a hacerse pedazos, pero existe un amigo más apegado que un hermano”. ¿Quiere saber más sobre cómo forjar buenas amistades? ¿Le gustaría formar parte de un grupo muy conocido por el amor que sus miembros se tienen entre sí? (Juan 13:35.) En ese caso, los testigos de Jehová de su comunidad tendrán mucho gusto en mostrarle cómo hallar verdaderos amigos.
“Ténganse tierno cariño unos a otros”
“En amor fraternal ténganse tierno cariño unos a otros.” (ROMANOS 12:10.)
A LO largo de sus cuarenta y tres años de servicio misional en el Extremo Oriente, a Don se le conoció por ser afectuoso con aquellos a quienes servía. Mientras peleaba su última batalla contra la enfermedad, varios de sus antiguos estudiantes viajaron miles de kilómetros hasta su lecho de muerte para decirle “¡Kamsahamnida,kamsahamnida!”, “¡Gracias, gracias!” en coreano. El tierno cariño de aquel misionero les había llegado al corazón.
2 El caso de Don no es único. En el siglo primero, el apóstol Pablo expresó profundo cariño a las personas a quienes sirvió con abnegación. Aunque era un hombre de firmes convicciones, también se mostraba considerado y tierno, “como cuando una madre que cría acaricia a sus propios hijos”. A la congregación de Tesalónica le dirigió estas palabras: “Teniéndoles tierno cariño, nos fue de mucho agrado impartirles, no solo las buenas nuevas de Dios, sino también nuestras propias almas, porque ustedes llegaron a sernos amados” (1 Tesalonicenses 2:7, 8). Cuando más adelante les dijo a sus hermanos efesios que ya no lo volverían a ver, “prorrumpió gran llanto entre todos ellos, y se echaron sobre el cuello de Pablo y lo besaron tiernamente” (Hechos 20:25, 37). Es patente que la relación entre Pablo y sus hermanos iba mucho más allá del hecho de compartir las mismas creencias. Se tenían tierno cariño.
El tierno cariño y el amor
3 En las Escrituras, el tierno cariño, la empatía y la compasión guardan íntima relación con la cualidad cristiana más noble: el amor (1 Tesalonicenses 2:8; 2 Pedro 1:7). Como las facetas de un hermoso diamante, todas estas cualidades piadosas se equilibran y complementan para estrechar los lazos que unen a los cristianos, no solo entre sí, sino también con su Padre celestial. De ahí que el apóstol Pablo instara a sus hermanos en la fe: “Sea su amor sin hipocresía. [...] En amor fraternal ténganse tierno cariño unos a otros” (Romanos 12:9, 10).
4 La palabra griega que Pablo empleó para “tierno cariño” se compone de dos partes. La primera denota amistad, y la segunda, cariño natural. Como explica cierto biblista, el término indica que los cristianos “deben distinguirse por la devoción propia de una familia caracterizada por el amor, la unidad y el apoyo mutuo”. ¿Es eso lo que usted siente por sus hermanos en la fe? En la congregación cristiana debe respirarse un ambiente cordial, como de familia (Gálatas 6:10). Las Escrituras Mesiánicas traducen Romanos 12:10 del siguiente modo: “Quiéranse como hermanos, con un sincero cariño mutuo”. Y la Nueva Biblia Española dice: “Como buenos hermanos, sean cariñosos unos con otros”. En efecto, los cristianos no se aman simplemente porque eso sea lo razonable ni porque sea su deber. La Biblia exhorta: “Con el cariño fraternal sin hipocresía [...], ámense unos a otros intensamente desde el corazón” (1 Pedro 1:22).
“Enseñados por Dios a amarse unos a otros”
5 En un mundo en que “el amor de la mayor parte” va enfriándose, Jehová está enseñando a sus siervos a “amarse unos a otros” (Mateo 24:12; 1 Tesalonicenses 4:9). Las asambleas internacionales de los testigos de Jehová son ocasiones notables para recibir tal educación. En ellas, los Testigos locales conocen a hermanos que vienen de países distantes, y muchos les abren las puertas de sus hogares. En una asamblea reciente, algunos procedían de lugares donde la gente tiende a no expresar sus emociones. “Cuando estos asambleístas llegaron, se les veía muy nerviosos y cohibidos —relata un cristiano que colaboró en el alojamiento—, pero cuando apenas seis días después se despidieron, ellos y sus anfitriones se abrazaban con lágrimas, conmovidos por una clase de amor cristiano que jamás olvidarán.” Ser hospitalarios con nuestros hermanos, sin importar su origen, hace que aflore lo mejor de nosotros y de ellos (Romanos 12:13).
6 Aunque tales asambleas sean emocionantes, algo que forja una relación aún más estrecha entre los cristianos es servir a Jehová juntos a lo largo del tiempo. Conocer bien a los hermanos nos permite apreciar mejor las cualidades que nos atraen de ellos, como su sinceridad, fidelidad, lealtad, bondad, generosidad, consideración, compasión y altruismo (Salmo 15:3-5; Proverbios 19:22). Mark, quien fue misionero en África oriental, lo expresó así: “Al trabajar hombro a hombro con los hermanos, se forman lazos inquebrantables”.
7 Para entablar y mantener tales vínculos en la congregación, sus miembros deben acercarse unos a otros, y un medio de lograrlo es la asistencia regular a las reuniones. Estar presentes antes y después, así como participar en ellas, nos anima a todos y nos incita “al amor y a las obras excelentes” (Hebreos 10:24, 25). Un anciano cristiano de Estados Unidos comenta: “Recuerdo con cariño que, de pequeño, mi familia siempre era de las últimas en salir del Salón del Reino, pues teníamos conversaciones tan amenas y absorbentes que no queríamos marcharnos”.
¿Necesitamos ‘ensancharnos’?
8 A fin de mostrar tal cariño a plenitud, puede que tengamos que ‘ensanchar’ el corazón. Pablo escribió a los hermanos de la congregación de Corinto: “Nuestro corazón se ha ensanchado. Ustedes no se hallan apretados y escasos de lugar en nosotros”. Y el apóstol los exhortó a que ellos, a su vez, también se ‘ensancharan’ (2 Corintios 6:11-13). ¿Podría usted ‘ensancharse’ en sus afectos? No hay por qué esperar a que los demás tomen la iniciativa. En su carta a los Romanos, Pablo enlazó la necesidad de manifestar tierno cariño con el siguiente consejo: “En cuanto a mostrarse honra unos a otros, lleven la delantera” (Romanos 12:10). Usted puede honrar a los demás tomando la iniciativa en saludarlos en las reuniones y también invitándolos a salir con usted al servicio del campo o a prepararse juntos para alguna reunión. Así se abona el terreno para que el tierno cariño crezca.
9 Ya sea como familia o individualmente, podemos ‘ensancharnos’ visitando a otros hermanos, compartiendo alguna comida sencilla o realizando actividades sanas juntos (Lucas 10:42; 14:12-14). Hakop, quien de vez en cuando organiza comidas campestres para grupos pequeños, explica: “Vienen hermanos de todas las edades, así como padres que crían solos a sus hijos. Todos se llevan un feliz recuerdo a casa y se sienten más cerca unos de otros”. Los cristianos no debemos contentarnos con estar unidos en la fe; debemos esforzarnos por ser verdaderos amigos (3 Juan 14).
10 Sin embargo, a veces las imperfecciones levantan barreras a la amistad y el cariño. ¿Cómo podemos evitarlas? En primer lugar, pidámosle a Jehová que nos ayude a disfrutar de buenas relaciones con los hermanos. Puesto que la voluntad de Dios es que sus siervos se lleven bien, él responderá a tales peticiones sinceras (1 Juan 4:20, 21; 5:14, 15). Además, hemos de obrar en armonía con nuestras oraciones. Ric, ministro viajante de África oriental, recuerda a un hermano cuya personalidad era tan áspera que se le hacía difícil llevarse bien con otros. “En vez de evitarlo, me decidí a conocerlo mejor —cuenta Ric—. Resultó que su padre había sido extremadamente severo con él. Una vez que comprendí lo intensa que había sido su lucha por superar el pasado y lo mucho que había progresado, no pude menos que admirarlo. Nos hicimos buenos amigos.” (1 Pedro 4:8.)
¡Abra su corazón!
11 Hoy día, muchas personas llegan al fin de su vida sin haber entablado una sola amistad estrecha con nadie. ¡Qué lamentable! Este no tiene por qué ser el caso —y no debería serlo— en la congregación cristiana. El auténtico amor fraternal no consiste en conversar de manera educada o en tener buenos modales; tampoco en mostrarse exageradamente efusivos, con ruidosas manifestaciones de emoción. Más bien, hemos de estar dispuestos a abrir el corazón, como Pablo hizo con los corintios, de modo que nuestros hermanos en la fe sepan que nos interesamos con sinceridad por su bienestar. Aunque no todos somos sociables o expresivos por naturaleza, ser demasiado reservados puede perjudicarnos. “El que se aísla buscará su propio anhelo egoísta —advierte la Biblia—; contra toda sabiduría práctica estallará.” (Proverbios 18:1.)
12 La comunicación sincera es un ingrediente fundamental de la amistad verdadera (Juan 15:15). Todos necesitamos amigos a los que confiar nuestros pensamientos y sentimientos más profundos. Además, cuanto mejor nos conocemos, más fácil nos resulta satisfacer las necesidades los unos de los otros. Procurar el bien ajeno es una forma de promover el tierno cariño. Además, nos permite comprobar la veracidad de las palabras de Jesús: “Hay más felicidad en dar que en recibir” (Hechos 20:35; Filipenses 2:1-4).
13 Para que el cariño que sentimos produzca los mejores resultados, tenemos que expresarlo (Proverbios 27:5). Cuando es auténtico, es muy probable que se refleje en nuestro rostro y conmueva a otros. “El brillo de los ojos regocija el corazón”, escribió el sabio (Proverbios 15:30). Los actos considerados también promueven el tierno cariño. Aunque el verdadero afecto no se compra, un regalo hecho de corazón puede representar mucho. Una postal, una carta o “una palabra hablada al tiempo apropiado” son otros medios de expresar profundo cariño (Proverbios 25:11; 27:9). Una vez que alguien nos entrega su amistad, debemos alimentarla con continuas muestras de afecto altruista, sobre todo en los malos momentos. La Biblia dice: “Un compañero verdadero ama en todo tiempo, y es un hermano nacido para cuando hay angustia” (Proverbios 17:17).
14 Siendo realistas, no podemos esperar hacernos amigos íntimos de todos los miembros de la congregación. Es normal que nos sintamos más cerca de unos que de otros. Así que si alguien no parece tenernos tanto cariño como quisiéramos, no nos apresuremos a concluir que algo anda mal en nosotros o en esa persona ni tratemos de forzar la relación. Si nos mostramos amigables hasta el grado que ella permita, mantendremos la puerta abierta para lograr un vínculo más estrecho en un futuro.
“Te he aprobado”
15 Jesús debió de alegrarse muchísimo cuando, con ocasión de su bautismo, oyó estas palabras procedentes del cielo: “Te he aprobado” (Marcos 1:11). Tal muestra de aceptación sin duda reafirmó su convencimiento de que su Padre sentía cariño por él (Juan 5:20). Por desgracia, hay personas que jamás escuchan algo así de aquellos a quienes respetan y aman. “Muchos jóvenes como yo no tienen familiares que compartan sus creencias —dice Ann—. En casa, lo único que oímos son críticas, y eso nos pone muy tristes.” Sin embargo, cuando llegan a formar parte de la congregación, sienten el calor, el interés y el apoyo de una familia espiritual: padres, madres, hermanos y hermanas en la fe (Marcos 10:29, 30; Gálatas 6:10).
16 En algunas culturas, los padres, los adultos y los profesores rara vez encomian de corazón a los niños y los jóvenes por temor de que se vuelvan holgazanes o arrogantes. Ese modo de pensar podría afectar incluso a familias cristianas y a la congregación. Al referirse a un discurso o a otra tarea, los adultos quizá digan: “Estuvo bien, pero puedes hacerlo mejor”. O, de algún otro modo, tal vez dejen entrever incluso cierta desaprobación. Muchos creen que así motivan a los jóvenes a alcanzar su máximo rendimiento, pero lo cierto es que esa actitud suele tener el efecto contrario, es decir, que se retraigan o se sientan incapaces de dar lo que se espera de ellos.
17 El encomio, sin embargo, no debe darse solo como preludio de un consejo. La alabanza sincera contribuye a que exista tierno cariño en la familia y la congregación, pues anima a los jóvenes a acudir a hermanos de experiencia en busca de guía. Por tanto, en vez de dejar que las costumbres locales nos dicten cómo tratar a los demás, hemos de “vestir[nos] de la nueva personalidad que fue creada conforme a la voluntad de Dios en verdadera justicia y lealtad”. Imitemos a Jehová y demos encomio sincero (Efesios 4:24).
18 Por otro lado, jóvenes, no lleguen a la conclusión de que si los adultos los corrigen o aconsejan, se debe a que ustedes no les caen bien (Eclesiastés 7:9). ¡Al contrario! Lo más probable es que lo hagan impulsados por su interés y profundo afecto. Si no fuera así, ¿por qué se molestarían en darles sugerencias? Sabiendo el efecto que las palabras pueden tener, los adultos —en especial los ancianos de congregación— suelen dedicar mucho tiempo a pensar y orar antes de ofrecer un consejo, pues lo único que pretenden es ayudar (1 Pedro 5:5).
“Jehová es muy tierno en cariño”
19 Debido a experiencias desagradables, algunos quizá piensen que mostrar tierno cariño solo les traerá más decepciones. Volver a abrir su corazón exige de ellos valor y una fe fuerte. Pero nunca deben olvidar que Jehová “no está muy lejos de cada uno de nosotros” y que nos invita a acercarnos a él (Hechos 17:27; Santiago 4:8). Jehová también comprende nuestro temor a que alguien nos hiera, y promete que nos sostendrá y ayudará. El salmista David nos asegura: “Jehová está cerca de los que están quebrantados de corazón; y salva a los que están aplastados en espíritu” (Salmo 34:18).
20 La relación más importante que podemos cultivar es una amistad íntima con Jehová. ¿Es tal vínculo realmente posible? Sí que lo es. La Biblia revela lo cerca que hombres y mujeres justos se han sentido de nuestro Padre celestial. Sus afectuosas expresiones se han preservado para infundirnos confianza en que también nosotros podemos acercarnos a Jehová (Salmos 23, 34, 139; Juan 16:27; Romanos 15:4).
21 Los requisitos de Jehová para disfrutar de tal relación estrecha con él están al alcance de todos. “Oh Jehová, ¿quién será huésped en tu tienda?”, preguntó David. Luego respondió: “El que está andando exento de falta y practicando la justicia y hablando la verdad en su corazón” (Salmo 15:1, 2; 25:14). A medida que nos beneficiamos de los buenos frutos que produce el servicio a Dios, así como de la guía y protección divina, llegamos a comprobar que “Jehová es muy tierno en cariño” (Santiago 5:11).
22 Podemos sentirnos sumamente agradecidos de que Jehová desee mantener tal relación personal con seres humanos imperfectos. ¿No deberíamos, por tanto, mostrarnos tierno cariño unos a otros? Con la ayuda divina, cada uno de nosotros puede dar y recibir el cálido afecto que distingue a nuestra hermandad cristiana. Bajo el Reino de Dios, todos los habitantes de la Tierra vivirán para siempre rodeados de esta clase de cariño.