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Monday, September 13, 2010

El Sermón del Monte parte 7º


Evitando el adulterio y el divorcio
DESPUÉS de considerar lo mortífero de la cólera prolongada, Jesús dirigió su atención al séptimo de los Diez Mandamientos, y dijo: “Oyeron ustedes que se dijo: ‘No debes cometer adulterio.’”—Mat. 5:27; Éxo. 20:14; Deu. 5:18.
Bajo la ley de Dios la pena que se imponía por el adulterio era grave... muerte para las dos partes culpables. Esto aplicaba hasta a una mujer comprometida que tuviera relaciones con un hombre que no fuera su prometido.—Deu. 22:22-24.
Sin embargo, los comentarios de Jesús fueron más allá de solo prohibir el acto de adulterio. “Yo les digo,”declaró él, “que todo el que [es decir, todo casado que] sigue mirando a una mujer a fin de tener una pasiónpor ella ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.” (Mat. 5:28) En otra ocasión, también, Jesús relacionó el adulterio con los deseos inmorales del corazón de la persona: “De dentro, del corazón de los hombres,” dijo él, “proceden razonamientos perjudiciales: . . . adulterios.” (Mar. 7:21, 22) Esto se puede ver por la experiencia de David, quien miró a la esposa de otro hombre y fue afectado emocionalmente por esto, lo cual lo condujo a la comisión de adulterio.—2 Sam. 11:2-4.
Jesús no está hablando aquí acerca de algún pensamiento inmoral que le venga a veces a alguien y que sea despedido de la mente con rapidez por esa persona. Más bien, está considerando la situación en que un hombre “sigue mirando” a una mujer y cultiva un deseo lascivo por ella. Dios, quien “ve lo que es el corazón,” sabe que un hombre casado que tiene el deseo pleno de cometer adulterio lo hace si se le presenta la oportunidad. (1 Sam. 16:7) Dios ve el acto como cometido ya “en su corazón,” el centro o asiento de los afectos, deseos y la motivación.
¿Cómo puede protegerse un individuo de cometer adulterio? Usando lenguaje ilustrativo, Jesús declaró: “Ahorabien, si ese ojo derecho tuyo te está haciendo tropezar, arráncalo y échalo de ti. Porque más provechoso tees que uno de tus miembros se pierda y no que todo tu cuerpo sea arrojado al Gehena. También, si tu manoderecha te está haciendo tropezar, córtala y échala de ti. Porque más provechoso te es que uno de tusmiembros se pierda y no que todo tu cuerpo vaya a parar en el Gehena.”—Mat. 5:29, 30.
Las Escrituras se refieren al proceder justo como ‘andar con Dios.’ (Gén. 5:22; 6:9) ¿Qué hay si el “ojo derecho” (que aquí representa la facultad de concentración visual de uno) o la “mano derecha” (que significa lo que uno hace, como con las manos de uno) fuera a hacer que uno ‘tropezara,’ es decir, cayera de la senda de la obediencia a Dios? En ese caso, uno tiene que tomar acción similar a la de arrancarse el ojo o cortarse la mano. ¿Cómo?
Puesto que el ojo es un importante canal de comunicación a la mente, que influye vigorosamente en las emociones y acciones, uno tiene que restringir sus ojos de concentrarse en vistas impropias. (Pro. 4:25; Luc. 11:34) Job expresó el punto de vista apropiado cuando declaró: “Un pacto he celebrado con mis ojos. Por eso ¿cómo pudiera yo mostrarme atento a una virgen?”—Job 31:1.
De manera similar, es necesario estar alerta para que lo que uno hace con sus manos u otros miembros corporales no viole las normas de moralidad de la Biblia. A este respecto, el apóstol Pablo escribe: “Amortigüen, por lo tanto, los miembros de su cuerpo que están sobre la tierra en lo que toca a fornicación, inmundicia, apetito sexual, deseo perjudicial y codicia.”—Col. 3:5.
Es común entre la gente el que un individuo esté dispuesto a perder literalmente una extremidad con el fin de conservarse la vida. Más vital todavía es, según Jesús, el figurativamente ‘echar’ de uno ojos y manos para evitar el pensamiento y las acciones inmorales, porque solo de este modo pueden las personas escapar la destrucción eterna simbolizada por el Gehena ardiente, “el montón de basura” cerca de Jerusalén que ardía de día y de noche para consumir su sucio contenido.—Mat. 5:29, 30, J. B. Phillips.
“Además se dijo,” continuó Jesús: “‘Cualquiera que se divorcie de su esposa, déle un certificado de divorcio.’”(Mat. 5:31) La ley de Dios por medio de Moisés le permitía al hombre divorciarse de su esposa si ‘no hallara favor a sus ojos por haber hallado él algo indecente de parte de ella.’ (Deu. 24:1-4) “Algo indecente” evidentemente significaba algo que no era adulterio, porque, como ya se ha señalado, por ese crimen se imponía la pena de muerte bajo la ley mosaica. Sin embargo, puesto que Dios ‘odiaba un divorciarse,’ es razonable que las razones válidas para el divorcio tengan que haber sido serias, como la de que una esposa mostrara crasa falta de respeto a su esposo o causara vergüenza a la casa.—Mal. 2:16.

Pero hasta en esos casos serios las Escrituras ni mandaban ni estimulaban el divorcio. Como factor disuasivo con relación a un apresuramiento para disolver matrimonios, Dios decretó que el esposo que se divorciara de su esposa tenía que darle un “certificado de divorcio.” Se exigía tiempo para preparar esto y ponerlo en vigor legalmente. Aquello pudiera haber envuelto consultas con individuos debidamente autorizados que primero tratarían de efectuar una reconciliación.
Sin embargo, a medida que pasó el tiempo los esposos judíos empezaron a ‘tratar traidoramente’ con sus esposas por medio de divorciarse de ellas por toda suerte de razones de poca importancia. (Mal. 2:13-16) En el día de Jesús una opinión rabínica común sostenía que el hombre podía divorciarse de su esposa “hasta si ella le echaba a perder un plato.” Según el comentario alemán sobre la Biblia escrito por Strack y Billerbeck, muchas declaraciones que se encuentran en escritos judíos antiguos muestran que “entre el pueblo judío del período de La Mishna [que abarcaba el día de Jesús] no había matrimonio que un hombre no pudiera disolver brevemente, de manera completamente legal, por medio de entregar un certificado de divorcio.” Por eso, no debe sorprender que los fariseos le preguntaran a Jesús si el divorcio era lícito “por toda suerte de motivo.”—Mat. 19:3.
¿Cómo veía Jesús el divorcio? “Yo les digo,” continuó, “que todo el que se divorcie de su esposa, a no ser pormotivo de fornicación, la expone al adulterio, y cualquiera que se case con una divorciada comete adulterio.”(Mat. 5:32) Con plena autoridad como el Mesías e Hijo de Dios, Jesús mostró que su Padre no se complacía en que los hombres se divorciaran de sus esposas ni siquiera por lo “algo indecente” que se declaró en la Escritura. (Compare con Mateo 19:8.) Más bien, el hombre que se divorciara de su esposa por razones que no fueran la inmoralidad sexual de ella la expondría al adulterio si ella tuviera ayuntamiento sexual con otro hombre, puesto que a los ojos de Dios el matrimonio permanecería intacto. Jesús añadió que “cualquiera que se case con una divorciada,” es decir, una de quien alguien se hubiera divorciado por una razón que no fuera la inmoralidad sexual, “comete adulterio.”
Estas palabras de Jesús ciertamente son provechosas. El que él establezca la inmoralidad sexual como la única base para el divorcio restringe de separarse por muchísimas otras razones a las parejas que desean agradar a Dios. Y el hecho de que él condene el pensamiento inmoral que conduce al adulterio sirve para reducir todavía más los casos de desintegración del matrimonio. Para los que escuchan su amonestación, el Sermón del Monte es una poderosa ayuda para evitar el adulterio y el divorcio.

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