Pablo animó a sus hermanos espirituales a no permitir que ni los problemas, ni las dificultades, ni las persecuciones ni ninguna otra clase de tribulación les nublara la vista del glorioso galardón que les esperaba. Debían mirar más allá de las circunstancias del momento y mantener la vista fija en el resultado feliz del derrotero cristiano. Esto era lo que les ayudaba a renovar diariamente su resolución de seguir adelante en la lucha. Los cristianos de la actualidad también necesitamos esa buena vista espiritual.
LA BUENA vista física es una bendición. De hecho, la generalidad de las personas admiten que este sentido es una de sus posesiones más valiosas. Sin embargo, el apóstol Pablo habló de una clase de vista que para los cristianos es de mucho más valor que la buena vista física. Él escribió: “Tenemos los ojos fijos, no en las cosas que se ven, sino en las que no se ven”. (2 Corintios 4:18.) Ciertamente debe ser una vista muy especial, pues nos permite contemplar cosas que no se ven. Pudiéramos decir que se trata de una excelente vista espiritual.
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