“Felices son los de genio apacible, puesto que ellos heredarán la tierra.” (Mat. 5:5.) La apacibilidad, o mansedumbre, no es señal de debilidad; tampoco es una amabilidad fingida (1 Tim. 6:11). La persona apacible hace la voluntad de Jehová y se deja guiar por él. Esta cualidad se refleja asimismo en su manera de tratar a los demás, tal como lo muestra la exhortación del apóstol Pablo a los cristianos de Roma (léase Romanos 12:17-19).
¿Por qué dijo Jesús “felices son los de genio apacible”? Porque, como él mismo aseguró, “ellos heredarán la tierra”. Jesús, quien fue un ejemplo de apacibilidad, es el principal Heredero de la Tierra (Sal. 2:8; Mat. 11:29; Heb. 2:8, 9). Los “coherederos con Cristo”, que también son apacibles, compartirán dicha herencia (Rom. 8:16, 17). Y muchas otras personas mansas vivirán para siempre en la Tierra como súbditos del Reino mesiánico (Sal. 37:10, 11).
Al igual que Jesús, debemos ser apacibles. Pero ¿qué pasaría si tuviéramos fama de ser agresivos o de tratar con dureza a los demás? Seguramente los ahuyentaríamos. Por otra parte, si un hermano quisiera asumir responsabilidades en la congregación, esa conducta se lo impediría (1 Tim. 3:1, 3). Pablo le dijo a Tito que les recordara a los cristianos de Creta que no fueran belicosos, que fueran razonables y que trataran a todos con apacibilidad (Tito 3:1, 2). Sin duda, las personas apacibles son una gran bendición para los demás.
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