En primer lugar, ¿por qué debemos obedecer el mandato de hacer discípulos? Jesús declaró: “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y sobre la tierra. Vayan, por lo tanto, y hagan discípulos”. La expresión “por lo tanto” destaca una razón de gran importancia por la cual hemos de acatar esta orden: Jesús, su emisor, posee “toda autoridad”. ¿Qué aspectos abarca tal autoridad?
Jesús ejerce autoridad sobre su congregación, y ha estado al mando del Reino de Dios (Colosenses 1:13; Revelación [Apocalipsis] 11:15). En su posición de arcángel comanda un ejército celestial de millones de ángeles (1 Tesalonicenses 4:16; 1 Pedro 3:22; Revelación 19:14-16). Su Padre lo ha facultado para acabar con “todo gobierno y toda autoridad y poder” que se oponga a los principios justos (1 Corintios 15:24-26; Efesios 1:20-23). La potestad de Cristo no se limita a los vivientes, pues es “juez de vivos y [también] de muertos” y posee el poder divino de resucitar a quienes se han dormido en la muerte (Hechos 10:42; Juan 5:26-28). Sin lugar a dudas, un encargo proveniente de Aquel a quien se le ha conferido tal autoridad debe considerarse de la máxima importancia. Por tanto, respetamos y obedecemos de buena gana el mandato de Cristo de ‘ir y hacer discípulos’.
Al principio de su ministerio terrestre, Jesús enseñó de forma impactante a sus discípulos que reconocer su autoridad y obedecer sus mandatos les reportaría beneficios. En cierta ocasión dijo a Pedro, que era pescador: “Rema hasta donde está profundo, y echen sus redes para la pesca”. Pedro estaba convencido de que no había peces, de modo que respondió: “Instructor, toda la noche nos afanamos y no sacamos nada”. Aun así, Pedro añadió humilde: “Pero porque tú lo dices bajaré las redes”. Por haber acatado el mandato de Cristo, recogió “una gran multitud de peces”. Asombrado, Pedro “cayó a las rodillas de Jesús, y dijo: ‘Apártate de mí, porque soy varón pecador, Señor’”. En cambio, Jesús respondió: “Deja de tener miedo. De ahora en adelante estarás pescando vivos a hombres” (Lucas 5:1-10; Mateo 4:18). ¿Qué lección encierra este relato?
Jesús no encomendó a Pedro, Andrés y los demás apóstoles la misión de “ser pescadores de hombres” sino hasta después de capturar aquella gran cantidad de peces (Marcos 1:16, 17). Es obvio que no esperaba de ellos obediencia ciega, pues les había dado una razón convincente para que le obedecieran. Tal como se produjeron resultados sorprendentes por haber acatado su mandato de bajar las redes, si acataban el de ‘pescar hombres’, también habría grandes bendiciones. Los apóstoles reaccionaron con gran fe. El relato termina diciendo: “Volvieron a traer las barcas a tierra, y abandonaron todo y le siguieron” (Lucas 5:11). Hoy día imitamos a Jesús cuando animamos a los demás a participar en la obra de hacer discípulos. No les exigimos que hagan lo que les decimos, sino que les damos razones convincentes para que obedezcan el mandato de Jesús.
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